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El largo adiós

Por la Redacción

El director del Museo de la Revolución dijo que no se aceptaría el cuerpo de Slobo en este lugar. No había espacio, al estar actualmente en marcha dos exposiciones.

Ante esto y con una pequeña ayuda del gobierno, miembros del partido de Milosevic consiguieron entrar en el Museo de Historia de Yugoslavia y exponer el ataúd. El director hizo pública una carta protestando enérgicamente, pero sin resultado. Sus seguidores ya se estaban agrupando y haciendo cola para presentar los últimos respetos al ídolo.

Se podían ver también algunas fotos de Ratko Mladic al lado de Milosevic. Antiguas frases – ya casi olvidadas – de los terribles días de Milosevic del tipo de: Slobo amor mío, mi héroe, nos has salvado…. Si algo ha caracterizado a sus seguidores es el sentimentalismo y la histeria, nunca la originalidad en la retórica.

Inválidos de guerra de los años 90, las guerras de Milosevic, protestan a su vez ante la sede del gobierno. Nadie quiere que las dos manifestaciones converjan.

No lo harán. Milosevic está en las afueras, donde se sitúan las embajadas y la zona residencial, a sólo unos cientos de metros del lugar donde está enterrado Tito. Milosevic vivía en esta zona, también Djindjic y el mismo Tito. Una vez que alguien se aposenta en estas colinas tan elegantes, nunca las abandona, ni los políticos en el poder ni los desposeídos de sus cargos. Infringir la ley nunca parece haber tenido consecuencias.

Se transforma un museo en capilla. El parlamento cesa sus actividades hasta la semana próxima debido al funeral…

Resulta evidente la dificultad de manejar la figura de Milosevic, vivo o muerto, que parecen tener los aliados occidentales.

Pasaron por alto sus fechorías mientras estuvo vivo, causando la muerte de muchos inocentes. Ahora, sus problemas de salud han desembocado en su propia muerte. Esperemos que este hecho no provoque que el tribunal se cierre y derribe gobiernos.

No parece que la familia asista al funeral de mañana. Mira, su esposa, nunca conoció a su madre ni sabe donde está enterrada. Fue asesinada durante la segunda guerra mundial por ser una comunista convencida.

Necrológicas en los periódicos. Las Brigadas Rojas (las tropas especiales responsables del asesinato de Djindjic) le dedican un largo adiós. También un grupo de ciudadanos: «gracias por todo lo que has hecho por nosotros: guerras y miserias. Te has ido pero nunca te olvidaremos….»

18 DE MARZO, EL ÚLTIMO DÍA
ASESINOS DE MASAS Y FOSAS COMUNES

Medio día.
Ningún familiar. Están peleados entre ellos. Su hija, la única que todavía sigue en Serbia y Montenegro, y que no está acusada, reclama que su padre sea enterrado en Montenegro, su lugar de origen, no en Pozarevac en Serbia. La hija amenaza con exhumar el cadáver para enterrarlo en la otra ciudad.

Justo ahora, delante del parlamento federal, se oye rugir a un grupo de manifestantes. Discursos que destilan odio contra la democracia, los extranjeros o las minorías. Tono de desprecio y de rabia.

Me pregunta la TV Reuters que qué hacemos ahí. Sí, estamos celebrando el funeral de Slobo.

Somos unos dos mil, algunos políticos, artistas. De la misma manera que cuando Djindjic estaba vivo, empezamos a caminar por la ciudad gritando: Milosevic se acabó.

En nuestra manifestación predomina la gente joven. En la del féretro de Milosevic, gente mayor y hombres. Soltamos los globos desde lo alto de Kalemegdan, el monumento al héroe desconocido que se asoma a la confluencia de los dos grandes ríos, la frontera entre los imperios de Oriente y Occidente.

En Pozarevac, el funeral prosigue con marchas militares y rosas rojas que se lanzan delante del coche que lo lleva al jardín. Se le entierra en un jardín, como a un canario, comenta una de sus seguidoras con tristeza.

Es una enorme fiesta macabra. Se supone que un sacerdote oficiará el servicio de este ex presidente comunista y ateo. Este cura se hizo famoso durante las guerras por ser un excelente orador que incitaba al odio y al racismo y que enardecía a las masas contra las demás etnias.

Sin embargo, abandona de repente el funeral. Se han reunido sólo cincuenta personas en el jardín, muchas son criminales de guerra procesados en la Haya. El acontecimiento se proyecta en video en el centro de esta ciudad pequeña.

En primer lugar se lee una carta de su hijo: patética, nacionalista, megalómana y peligrosa. En ella dice: papá te quiero.

Su esposa Mira ha enviado una carta. Menciona las fechas y coincidencias de siempre, como si su amor y su poder hubieran sido predestinados por Dios. Se identifica con el marido muerto y llama criminal al resto del mundo. En nombre de su propia divinidad, insulta a sus oponentes con un lenguaje vulgar y de mal gusto

Con un fuerte acento ruso, un general le dice adiós: adiós Slobodan soldado… ciertamente un eufemismo si tenemos en cuenta sus hazañas.

Pero, ¿sabéis una cosa? Al final del día tengo que decir que hemos ganado. Por desgracia, en Serbia, los funerales son la mejor vara de medir el poder. Hace tres años, millones de ciudadanos asistieron al funeral de Djindjic, además de una numerosa presencia extranjera.

Nada parecía fuera de lugar, aparte del hecho de que Milosevic, entonces encarcelado, todavía se las arreglaba para manejar los hilos de su entramado criminal y vengarse asesinando al hombre que acabó con su reinado de terror. Milosevic nunca se manchó personalmente las manos de sangre.

Durante el funeral llovió con fuerza, lo que ha tenido un efecto de limpieza en ambos bandos. ¡Y no se trata de limpieza étnica!
Traducción del inglés: Marta Merayo, Santander

06/JT/LR

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