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El meollo

Por Cecilia Lavalle

En nuestro país a veces, muchas veces, el escándalo minimiza o nos hace perder de vista el meollo de un asunto. A lo mejor porque somos un pueblo fiestero que no puede prescindir del circo, o porque últimamente vamos de escándalo en escándalo. Como sea, es fácil perder de vista el meollo. Lo cual, por supuesto, es muy conveniente para algunos.

Ahí tiene usted el caso que adquirió presencia nacional e internacional gracias a la valentía de una mujer periodista y defensora de los derechos humanos de las mujeres: Lydia Cacho.

Si Lydia no hubiera tenido las agallas para publicar el libro Los demonios del edén las víctimas del presunto pederasta Jean Succar Kuri habrían pasado a engrosar las ya de por sí numerosas filas que habita el olvido con que se cubre la impunidad. El escándalo de la huída de Succar, la falta de protección y apoyo que han padecido las víctimas, la detención del sujeto en Arizona, Estados Unidos, y los trámites para su extradición, se hubieran quedado en el ámbito de algunos periódicos, quintanarroenses la mayoría, y en los archivos de instancias judiciales locales y federales. Fin de la historia.

No obstante, la publicación del libro no provocó mayor atención; finalmente, no somos un pueblo lector y otros escándalos ocuparon las noticias locales y nacionales. Esto, desde luego, fue muy conveniente para más de uno, en especial para el detenido en Arizona.

Pudo, por ejemplo, conseguir –bajo presión, supongo- que las víctimas se retractaran de sus acusaciones ante un notario norteamericano. Lo cual no tiene validez jurídica en México, pero sí tiene peso en Estados Unidos. Quedaba, sin embargo, un gran cabo suelto. El libro de Lydia Cacho. Había que quitarla de en medio.

Kamel Nacif, poderoso empresario poblano y señalado en el libro como socio de Succar, demandó por difamación y calumnia a la periodista muchos meses después de la publicación del libro.

Vino entonces su detención en Cancún, su entrega a policías de Puebla, su traslado por carretera durante más de 20 horas, la presión, las agresiones verbales, la tortura psicológica, las amenazas, etcétera. Empezó el escándalo. Pero Lydia no perdió de vista el meollo. Esto es parte de la exoneración que se pretende para Succar, insistía.

Luego vino el escándalo mayúsculo. La difusión de las llamadas telefónicas entre Kamel y otros empresarios, y entre Kamel y el gobernador de Puebla, Mario Marín, destaparon una cloaca de impunidad, tráfico de influencias, corrupción e inmundicia no sólo en el gobierno poblano sino en altas esferas del poder en México.

Días enteros el escándalo abarcó la atención en los medios de comunicación más importantes del país y de otros sitios del mundo. Se empezó a hablar del «caso Lydia Cacho», del atentado a su integridad personal, del atentado a la libertad de expresión, del atentado a sus derechos humanos. Su voz insistiendo que el foco estaba en Succar se diluía. El «gober precioso» –como le llamó Kamel a Marín y como Marín será recordado el resto de su vida- nos alejaba del meollo.

Hace unos días Alicia Pérez Duarte, Fiscal especial para la Atención de los Delitos Relacionados con la Violencia hacia las Mujeres, volvió a centrar el foco en el meollo. En una excelente entrevista de Gustavo Castillo (La Jornada, marzo 2), la fiscal afirma: Jean Succar Kuri es una cabeza visible de una red de pederastia, turismo sexual y trata de mujeres que opera en varios estados de la República y muy probablemente tiene nexos con redes internacionales.

«Empieza en Cancún, mejor dicho en Tapachula. De ahí trasladan a las niñas a Cancún, ahí las explotan, pero a Cancún llegan de todas partes del mundo…»

Dice más: «Lydia Cacho nunca imaginó de quién estaba protegiendo a esas niñas que acudieron al centro que dirige en Cancún (Centro Integral de Atención a la Mujer, www.ciamcancun.org).

Nunca se dio cuenta de qué tan vasta era esa red». Y centra la atención en el meollo: «Lydia Cacho no es un caso, para mí el caso es Succar Kuri. A ella la persiguen porque hay quienes quieren volver a tapar esa cloaca y Lydia no lo ha permitido».

Pérez Duarte va más allá. Habla de los feminicidios. Afirma que hay datos que relacionan el modo de actuar en Ciudad Juárez, Cancún, Estado de México y Tapachula: «Cómo envuelven a las niñas, cómo las enganchan con la promesa de convertirlas en edecanes o modelos, y en ese servicio presumiblemente encontraron a quien las asesinó».

También señaló que se investiga la posibilidad de que las menores enganchadas sean enviadas a otros países. «No son redes mexicanas para consumo mexicano, eso nos debe quedar claro», afirma la fiscal.

Y, por si hiciera falta, precisa: «Habría que hacer un llamado a todas aquellas personas que consideran ‘normal’ que en los centros turísticos de nuestro país les den atención con edecanes de alto nivel, porque no es más que prostitución, y cuando son jovencitas, seguro es pederastia».

Acaso ese es el meollo del meollo.

*Periodista mexicana

Apreciaría sus comentarios: [email protected]

06/CL/LR

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