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El nuevo Islam se extiende en Egipto

Por la Redacción

En El Cairo, Egipto, el cambio se respira. En lo que va del año, gente de todos los sectores, desde la izquierda hasta los islamitas, se manifestó en contra de la decisión del presidente Hosni Mubarak, en el poder desde hace un cuarto de siglo, de presentarse nuevamente en las elecciones presidenciales. «¡Kefaya!» (¡Basta!): así se llama el movimiento popular por el cambio.

Nawal El-Saadawi, una histórica militante feminista, psiquiatra y escritora de 73 años, se postuló como candidata para estas elecciones. Aunque la comisión electoral no haya aceptado finalmente su candidatura, su gesto refleja un nuevo clima en un país donde las mujeres representan el 53 por ciento de la población, pero sólo ocupan el 2.5 por ciento de los cargos políticos.

La política no es el único campo en el que se confirma esta voluntad de cambio. Mujeres musulmanas comprometidas luchan también por la igualdad de derechos, especialmente en el campo de la religión, de acuerdo con información emitida por el portal Mujereshoy.

El movimiento feminista egipcio, vanguardia de la lucha de las mujeres árabes, era mayoritariamente de tradición no confesional. La excelente película de Hala Galal, Dardasha nissa’iyaa (2004), muestra la evolución de una misma familia a lo largo de cuatro generaciones. Las más ancianas, con las cabezas descubiertas y decididamente modernas, que recuerdan el movimiento feminista lanzado por Hoda Charaawi en los años 20, se enfrentan a sus nietas y bisnietas que llevan el hidjab (velo islámico).

Tal como puede comprobarse, la inmensa mayoría de las mujeres en El Cairo -más del 80 por ciento- lleva el velo, especialmente en las tiendas elegantes y los cafés con nombres europeos, y en los barrios de la ascendente burguesía, en Mohandisin o en las umbrías y ricas callecitas de Zamalek.

Nadie, ni siquiera las laicas más convencidas, cuestiona el papel de la religión. Así, la doctora. Hoda Sophi, economista, especialista en planificación del muy gubernamental Consejo Nacional de la Mujer -la única de nuestras interlocutoras que no lleva el velo- explica: «Lo que me preocupa son los estereotipos sobre las mujeres. Esto proviene de nuestra cultura tradicional. Este es el verdadero problema, no el hidjab o el Islam. Tratamos fervientemente de clarificar la esencia del Islam y separarla de la tradición».

Omaima Abu Bakr es universitaria, cofundadora del Foro de Mujeres y Memoria, un centro de investigación no gubernamental dedicado a los problemas de las relaciones sociales entre ambos sexos. Se define como «feminista con algunas reservas, una feminista árabe y musulmana», y quiere eliminar la brecha entre las mujeres laicas e islamitas, «una brecha que sigue existiendo aunque haya sido un poco dejada de lado por la actual focalización en la democratización».

DENTRO DEL ISLAM, TODO

Los cambios más importantes se producen entre las mujeres Islamitas enfrentadas a una versión más suave y progresista del «nuevo Islam». Dalia Salaheldin, de 35 años, trabaja como periodista en Islamonline (IOL), un sitio pionero en inglés y árabe creado en 1999. Comenzó a llevar el velo en la universidad, contra la voluntad de sus padres. Es una apasionada de su trabajo: «Es más que un trabajo, es la elección de mi vida. IOL intenta mostrar la realidad del Islam que ha sido deformada a lo largo de los años. La tradición oscureció la religión. Pienso que es culpa de los musulmanes».

Samar Dowidar, también de 35 años, se ocupa de las cuestiones sociales en el sitio árabe de IOL. Recibe 600 cartas por semana, un tercio de las cuales está relacionado con temas sensibles como la droga, el adulterio, la homosexualidad y la masturbación. Algunas son publicadas con respuestas, lo que forma parte de un Islam nuevo y abierto.

Dalia Youssef, 27 años, quien se define como una «militante musulmana», explica que trabajar en Islamonline era su sueño y amplió sus horizontes: «El movimiento de mujeres se consideraba no confesional; las Islamitas eran reaccionarias y estaban a la defensiva».

Parece convencida de ello: «Nosotros, islamitas, nos volvimos más abiertos y nuestro pensamiento es más elaborado. Reconocemos la existencia de problemas y tratamos de ver cómo resolverlos. Esto acerca a las nuevas generaciones no confesionales o islamitas».

Los fundadores de IOL han contribuido a difundir el «nuevo Islam» en Egipto. Resultado de la mundialización, la televisión satelital y los videoclips, los predicadores carismáticos como Amr Khaled proponen una vida mejor, una combinación de bienestar material y Dios. Esta mezcla favorece un «pensamiento positivo»; para las mujeres, se trata, ante todo, de fomentar la confianza en sí mismas y la asunción de responsabilidades.

Esto es particularmente cierto en el campo de la religión. Cada vez se piden más predicadoras mujeres, en respuesta y la Universidad musulmana de Al-Azhar abrió para ellas una sección especial en 1999. El ministro de Asuntos Religiosos anunció en abril de 2005 que seleccionaría a 52 mujeres formadas (entre 800 candidatas) para desempeñar el papel de imanes en las oraciones reservadas a las mujeres.

Shirin Sathy es una de las más populares: su oración de los miércoles, en la mezquita Sidiqi, en el próspero barrio de Heliópolis. Convoca a una multitud de 400 mujeres. La mezquita está repleta, pero el clima es distendido: mujeres de clase media, de diversas edades, con distintos tipos de velo, conversan, rezan, leen mensajes en sus teléfonos móviles. Sahy llega con un vestido negro y una enorme kheima (chal en la cabeza) blanca. Hechizado, el público sigue su prédica transmitida por altoparlantes.

ENTRE LA SHARIA Y LA AUTOAYUDA

Magda Amer es un personaje sorprendente, con cabello pelirrojo enrulado, labios muy pintados y una enorme sonrisa. De joven no era practicante, pero ahora enseña los derechos de las mujeres, el fiqh (interpretación) y la sharia (ley islámica), que estudió durante cuatro años en Al-Azhar. También predica en la mezquita Sidiqi y no duda en utilizar textos occidentales populares, como Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus: «Tomo lo que es positivo y conforme al Islam. Me centro en el arte de tratar con los hombres y en lo que les sucede a las mujeres por no saber hacerlo. Les enseño a no preguntar: ‘¿Dónde estabas? ¿Por qué llegaste tarde?’. Con todos estos consejos -concluye- salvé muchos matrimonios».

Eso no es todo. Magda enseña también inmunología, y hace tres años abrió en Heliópolis un negocio de productos dietéticos donde vende arroz negro, trigo, cebada y sésamo cultivados en Egipto. Su local forma parte de un waqf (bienes inalienables) y las ganancias son destinadas a la mezquita. Es también un lugar donde puede curar a la gente, aunque no de manera oficial.

Otra práctica que se desarrolla entre la clase media de El Cairo: las reuniones privadas para la formación religiosa. Las invitaciones se hacen de boca en boca, pues no están autorizadas oficialmente. Estos salones islámicos, o halaqat -círculos- fueron lanzados en los años 90 por Suzie Mazhar, una mujer rica y devota. Al principio, antes de las predicadoras mujeres, era un predicador hombre, oculto detrás de una cortina, el que pronunciaba las oraciones.

Suzie reclutó a numerosas actrices y bailarinas «arrepentidas», como la muy atractiva Chems Al-Baroudi, conocida como «la tentadora» quien, junto con otras, dejó de actuar inmediatamente, se colocó un neqab -un velo en el rostro- y comenzó a estudiar el Islam. Como se ve, el compromiso en actividades femeninas no conduce necesariamente a una liberación.

También abundan las mujeres mufti. Diplomadas en Al-Azhar, versadas en el Corán, los hadith -los dichos de Mahoma- y la Sunna, que recoge estos dichos, estas mujeres practican la ijtihad o interpretación personal de las escrituras y pronuncian las fatwas para resolver los problemas de la gente de acuerdo con la sharia, pero con una comprensión real de los problemas de la vida cotidiana. Desde hace cuatro años se desarrolla una campaña para que se reconozca oficialmente su estatuto.

A la espera de una decisión del presidente Mubarak, la Universidad de Al-Azhar designó a mujeres como decanas en la Facultad de Estudios Islámicos, y tanto el diario oficial Al-Ahram como la televisión estatal difunden fatwas de mujeres. Islamonline tiene su propia muftiyya, la profesora Souad Saleh, una de las decanas de la Universidad de Al-Azhar.

La sección de fatwas de IOL responde de esta manera a una pregunta sobre el derecho de un hombre a imponer el velo a su mujer: «El hidjab es un deber para con Dios y la mujer debe obedecer esa orden y mostrar su fe sincera en Dios. Sin embargo, imponer esto a su mujer es negativo. Usted debe ser paciente y apelar a sus sentimientos». Sobre la posibilidad de practicar sexo oral: «Todos los actos que satisfacen y agradan a las esposas son aceptados, salvo dos: el sexo anal y el sexo durante la menstruación. Se permite, pues, a maridos y esposas, practicar cunnilingues y fellatios».

En otros campos, también las mujeres escandalizan en nombre del Islam. Heba Qutb es una militante musulmana que lleva el velo e hizo dos doctorados, uno de ellos en la Universidad Maimónides de Florida. También es una especialista en terapias sexuales. En su clínica de Mohaneseen trata principalmente problemas de hombres. Escribió un estudio sobre la sexualidad en el Islam. «Soy una pionera: el desafío es cambiar la visión del Islam. Mis investigaciones sobre las fuentes islámicas me permitieron comprender que el Islam había contemplado el lugar de las relaciones sexuales en el matrimonio mucho antes que los demás.»

Para quienes participan en ellas, estas actividades son liberadoras. Pero, ¿cambiaron acaso las actitudes fundamentalistas? En Islamonline, seguramente. En los salones islámicos y las mezquitas, todavía no. Pero, ¿quién puede decir adónde conducirá el llamado a que las mujeres asuman responsabilidades?

*Periodista británica

05/WC/YT

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