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Estado de Represión

Por Marta Guerrero González

En español hay que nombrar los hechos ocurridos en el Estado de México en contra de Enrique Ávila y José Luis López: se llama Represión.

Los insultos representan un delito no grave y, por tal, susceptible a una multa.

El gobernador Arturo Montiel y su su secretario de Gobierno, Manuel Cadena deberían recordar los machetes en aquel viejo asunto del aeropuerto. Parece que el ejercicio de la política no es el fuerte de Montiel, ni en éste ni en muchos de los asuntos que competen al buen gobierno. La conducta del gobernador lo exhibe como una autoridad vengativa, irracional e intolerante, por decir lo menos.

Detrás de los manifestantes puede haber intereses particulares, incluso puede haber dinero de por medio, puede tratarse de individuos a quienes ya les tenían echado el ojo por ser de los «alborotadores» a sueldo o instigados por la oposición. Puede haber razones reales y verdades en la queja. Sin embargo, en absoluto la Ley debe estar al servicio de Montiel, ni de su gabinete.

Por el simple hecho de realizar un interrogatorio en el auto a Enrique Ávila, el mismo tendría que ser invalidado por el juez. Francamente el testimonio obtenido bajo amenazas podrá expresar cualquier cosa. Alguien que no sabe si vivirá dentro de diez minutos o si será terriblemente golpeado, puede aceptar toda clase de culpas, fabricadas o no.

Jack Nicholson es fanático de los Lakers de Los Angeles, no se pierde uno sólo de los partidos. Siempre en primera fila, con lentes oscuros, muy cerca de los jueces a los que insulta con profunda pasión. Recuerdo una ocasión, jugaban Lakers contra los Kings de Sacramento, había una diferencia de cuatro canastas y el actor vociferó contra un marcaje del árbitro. Pues suspendieron el juego, amenazaron con una multa de diez mil dólares o con la salida del estadio del singular personaje. Sin embargo, Jack fue a su lugar y, antes del reeinicio, pidió a los miles de espectadores ahí reunidos que se pusieran de pie los que gritaban groserías durante los partidos. Todo el público se paró y lo vitorearon. Él hizo una caravana y siguió tan campante con su afición desmedida. Afición y terapia, supongo.

No hay mejor desahogo que un buen grito. A Montiel lo acusan de muchas cosas, mucha gente. En ésta ocasión, entre otros calificativos, le dijeron: «Montiel y Cadena, no sean rateros, no crean que nos chupamos el dedo, sabemos que el proyecto de la terminal es un negocio, Montiel así quiere ser presidente». Ni modo nadie es profeta en su tierra, dicen.

Parece que el gober no es muy popular en su tierra. Al considerarlos «peligrosos para el orden y la sociedad» y encerrarlos, Montiel propagó el incidente. Ahora todos queremos saber cuánto dinero se embolsarán los dos funcionarios o si sus cuentas bancarias concuerdan con sus ingresos. Queremos que nos aclaren, porque tenemos derecho a saber.

*Presidenta de la Asociación de Mujeres Periodistas Communica.

2004/BJ

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