«Vivimos el dolor por la muerte de nuestras madres, padres y familiares, la masacre de mujeres, niñas y niños, pobreza e injusticias, éramos patojitas (niñas) y tuvimos que decidir, en mi caso a los doce años, ser guerrilleras y luchar en contra del Ejército de Guatemala, por el sueño de vivir mejor».
Así lo afirmó a Cimacnoticias Damasia Cha Ceto, ex-guerrillera guatemalteca, cuyo testimonio está incluido en el libro «Memorias rebeldes contra el olvido, Paasantzila Txumb´al Ti´Sotzeb´al K´u´l», en el cual se escucha la voz de 28 mujeres indígenas, en su mayoría ixiles, quienes formaron parte del Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP).
El libro fue editado en mayo de 2008 por La Cuerda, asociación feminista guatemalteca; la Asociación para el Avance de las Ciencias Sociales en Guatemala (Avancso), que investiga la problemática del proceso social guatemalteco, y por la Plataforma Agraria.
Damasia Cha Ceto, combatiente durante y años, y Elena Cobo Gómez, guerrillera por 6 años, visitaron México recientemente y manifestaron representar la voz de sus compañeras vivas y caídas, para que su lucha no se olvide, que otros países sepan lo que vivieron y el por qué de su lucha. Las dos fueron elegidas por sus compañeras en una reunión y dijeron estar muy contentas por la encomienda.
Durante la presentación, Cha Ceto destacó la dureza de la guerra y la firma de paz en 1996 que, dijo, «no se cumple, por eso nosotras seguimos luchando como mujeres y organizándonos para que como indígenas y pobres no se nos siga explotando».
Elena Cobo indicó que durante la guerra nunca pensaron en tener esposo o novio, «lo único que deseábamos era acabar con el ejército y con los ricos, lamentablemente no pudimos, pero así como luchamos en la guerra, así la paramos y firmamos la paz», puntualizó.
Asimismo, Cobo recordó como en la época de la guerra como parte del EGP, en el Frente de Ho Chi Minh, ninguna fue incluida en las listas de desmovilizados que hizo la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG), cuando fue la reunión de Tzalbal, en 1997 algunas estaban en las Comunidades de Población en Resistencia (CPR), otras fuera del Quiché.
Esa condición, dijo, no solo nos pasó a nosotras sino también a otros compañeros que nos reunimos en Nebaj, para ver qué íbamos a hacer. Después de esto fundamos la Asociación Kumool, que quiere decir compañera-compañero, en 1999.
Después de algún tiempo nació la idea de hacer un libro, comenta Cobo, «un librito bien hecho, que no es un avance pero es una idea permanente, que cuenta nuestra historia, una historia que no se termina».
«En la guerra nosotras no teníamos hijos, pero ahora nuestra lucha la conocen nuestros hijas o hijos y, a las que somos abuelas, nuestras nietas o nietos, somos poquitas las que contamos nuestra historia en este libro, pero hay muchas más, que prefirieron no pasar el dolor que provoca recordar la guerra».
Para Cobo, aunque muchas no saben ni leer, ni escribir, las compañeras que las entrevistaron para hacer el libro las ayudaron a hablar sobre lo que habían vivido, muchas lloraron, recuerda. La historia, dijo, «cuando revives las balaceras, el mancharte las botas de sangre, ver a los heridos y morir a tus compañeras y compañeras, junto a ti, es duro».
LAS PROTAGONISTAS
En el libro se incluye el testimonio de Ana Sánchez, Ana Toc, Catarina Matom, Catarina Solís, Catarina Terraza, Cecilia de Paz, Cecilia Raimundo, Damasia Cha, Elena Cobo, Feliciana de León, Inesa Aguilar, Isabela Sicá, Juana Cedillo, Juana Santiago, Lorenza Cedillo, María Brito, María Cabá, María de León, María Itzep, María Quino, María Raimundo, María Ramírez, Petrona, Gusaro, Rosa Asicona, Rosenda Escobar, Santa Anastacia Tzoc, Teresa Terraza y Tomasa Jorge.
Ellas dicen, en el capítulo «Desde la intimidad», que siendo niñas fueron excluidas de toda posibilidad de bienestar; la mayoría tomó las armas en su adolescencia y se convirtió en adulta durante la guerra y tras la firma de paz.
Todas ellas vivieron en carne propia la pobreza y los efectos de la política contrainsurgente perpetrada por el Ejército guatemalteco, bajo operaciones de castigo, ataques psicológicos y sexuales, aniquilamiento, tierra arrasada, desplazamiento y control de la población con extrema crueldad.
En el subtema «Niñez truncada» se dice que pocas recuerdan juegos o momentos de diversión, lo que describen son tareas que realizaban en casa, en la milpa y en las fincas de la costa, además de pastorear y vender. Entre sus relatos señalan algunas desigualdades frente a los niños, como el no ir a la escuela y el pararse a moler en piedra desde las tres de la mañana.
Por otro lado, en «De niñas a mujeres» dicen lo difícil que fue contar esta experiencia. Para algunas significó llanto recordar su primera menstruación y cómo la vivieron durante la guerra, o cómo, estando embarazadas, combatían en la montaña.
Asimismo, en «Esposas y madres» se destaca cómo estas niñas-mujeres, entendieron la educación sexual porque recibieron información por parte de sus compañeros de armas y no de sus madres.
En cuanto a la decisión de quedar embarazadas se tiene distintas versiones, que quizá se entiendan contradictorias, dice el libro, pero demuestra que mientras estaban dispuestas a combatir lo evitaban o, si por el contrario querían salir de la montaña, un embarazo se los facilitaba.
Todas ellas lo dicen desde su corazón, matiza el libro: «Nosotros no olvidamos lo que hicimos y lo que vivimos porque está en el corazón. Hablamos lo que siente nuestro corazón, que es lo que tenemos captado, pasamos tantas cosas y eso nunca se olvida».
09/STP/GG
