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Ex parlamentaria denuncia violencia sin fin contra las afganas

Por Yudith Díaz Gazán*
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La segregación de género implica violencia, una situación inevitable en Afganistán, donde muchas veces ser mujer equivale a sufrir una niñez plagada de abuso sexual y desamparo social.
 
Ese breve comentario, divulgado en Khaama Press, es sustentado por datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) referentes a que el 46 por ciento de las afganas se casa antes de los 18 años, incluso sin su consentimiento.
 
Mientras, el 15 por ciento de las niñas contrae matrimonio sin llegar a convertirse en quinceañeras, asegura la ONU. Según el organismo internacional, esos enlaces limitan las opciones de las niñas para prosperar en el futuro, aumentan el riesgo de violaciones y les niegan la posibilidad de disfrutar de una infancia saludable o de obtener educación.
 
El entorno hostil que rodea a las mujeres afganas y la difícil situación vivida desde su niñez clasifican en la nomenclatura de subsistencia humana femenina en condiciones de tragedia extrema, violencia política y destrucción, coinciden estudiosos del tema.
 
Afganistán, un país de 23 millones de habitantes, es en la actualidad uno de los más pobres del mundo y sólo el cinco por ciento de las mujeres sabe leer y escribir.
 
Una publicación del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) revela que alrededor de 15 por ciento de los partos en el país asiático es atendido por personal de salud capacitado, y más de 90 por ciento de los nacimientos tiene lugar en los hogares.
 
La tasa de mortalidad materna es la segunda más alta del mundo, pues se estima que 15 mil mujeres mueren cada año por causas relacionadas con el embarazo, parto o puerperio.
 
El 23 por ciento de la población tiene acceso al agua potable y el 12 por ciento a saneamiento adecuado, lo cual aumenta la incidencia de las enfermedades para las afganas, indica UNICEF.
 
Al menos 15 mil afganos mueren de tuberculosis cada año y 64 por ciento de ellos son mujeres. La política afgana Malalai Joya, al ser elegida miembro del Parlamento por la provincia de Farah, denunció públicamente la crítica situación de género, agravada por la presencia de los señores de la guerra y los criminales.
 
Por asumir esa actitud, en mayo de 2007, Joya fue expulsada del Parlamento, acusada de insultar a los colegas en una entrevista de  televisión. “Eso molestó mucho en Kabul”, puntualizó Joya, quien contó que un diputado propuso asesinarla con una bomba suicida, lo cual derivó en su expulsión del Legislativo.
 
Pese a ello, enfatizó, la gente sigue buscándome para entregarme evidencias sobre la ola de violencia y secuestros contra mujeres y niños. Recordó la intensificación de los ataques contra mujeres estudiantes y maestras, como lo acontecido a mediados de 2012, cuando ocho alumnas fueron rociadas con ácido: de allí que cada vez menos niñas vayan a la escuela.
 
La vida de las afganas pende de un hilo cada día, mientras aumentan las tasas de suicidios y de secuestros con la total impunidad para los violadores.
 
Pocas víctimas se atreven a denunciarlo públicamente, pues la violación trae vergüenza a la familia. Otro ejemplo es el de Bashira, una niña de 14 años violada colectivamente, cuyo padre decidió pedir justicia; pero resultó que uno de los acusados era hijo de un miembro del Parlamento, quien intervino rápido para que su  vástago no fuera arrestado.
 
Bashira estaba tan afligida tras la horrible experiencia que intentó  prenderse fuego, y el padre –amenazado para que retire los cargos– ha recibido golpes y permanece hospitalizado.
 
Joya afirmó que por desgracia, su expulsión del Parlamento le impide ayudar a esas personas, y lo único que puede hacer es escuchar y contar las historias al mundo.
 
Tristemente hay miles de “Bashiras” en Afganistán, expuso, e intento consolar a las mujeres y niñas que vienen a mí, les pido que no elijan el suicidio, sino ser parte de la lucha por la justicia.
 
Una pesquisa nacional sobre niveles de violencia contra las afganas halló que 52 por ciento de las encuestadas ha sufrido violencia física, y 17 por ciento de tipo sexual. En más de la mitad de todos los matrimonios, las mujeres tienen menos de 16 años, y del 70 al 80 por ciento de los casamientos tienen lugar sin la anuencia de ellas.
 
*Periodista de la redacción de Asia y Oceanía de Prensa Latina.
 
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