Hoy más que nunca, los pueblos del mundo no podemos consentir que a nombre de la seguridad se justifique la guerra de agresión contra pueblos indefensos, ni que las libertades conquistadas con el sacrificio de generaciones sean aniquiladas en aras del combate contra un enemigo invisible del que sólo sabemos que anida detrás de la inseguridad del hambre y la desesperación, señaló Rigoberta Menchú Tum.
Al participar en el Simposio del Centenario del Premio Nobel «Los conflictos del siglo XX y las soluciones para el siglo XXI», destacó que más de 800 millones de personas padecen hambre, mientras los grandes productores prefieren dejar pudrir sus cosechas o echar la leche al mar antes que bajar los precios.
En el evento que se efectuó en Oslo, Noruega, señaló que el caso de su país, Guatemala, tuvieron que soportar un conflicto armado por más de tres décadas. «El saldo que nos dejó fue un genocidio de más de 200 mil muertos y desaparecidos, de los cuales 83 por ciento fueron indígenas mayas pertenecientes a comunidades en las que perpetraron 660 masacres bajo la consigna de ‘tierra arrasada’».
Dijo que los pueblos indígenas tienen derecho a determinar libremente y a ser respetados en sus identidades particulares, en su pluralidad y en su capacidad de establecer las relaciones que más convengan a sus intereses con todos los pueblos y Estados del mundo.
«Somos herederos de culturas ancestrales, no minorías, nuestros valores han alimentado la historia, la cultura, la espiritualidad y el conocimiento a través de los siglos. La diversidad que representamos es la memoria más antigua de la humanidad», resaltó.
Asimismo, indicó que en los últimos 20 años han buscado el reconocimiento formal de sus derechos en el ámbito de las Naciones Unidas y en los marcos jurídicos de los países que habitan.
A pesar de los evidentes avances, afirmó, aún estamos lejos de haber logrado un tratamiento igualitario y justo, un reconocimiento digno y respetuoso. «Hasta ahora han prevalecido los prejuicios racistas, la invisibilización, la inferiorización y la discriminación».
Finalmente, señaló que el mundo se encuentra ante la disyuntiva de salvar todas las formas civilizatorias o hundirse en el esfuerzo de salvar sólo a una. «Los poderosos tendrán que hacer con la cabeza lo que no supieron o no quisieron hacer con el corazón».
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