La indignación y la estupefacción vuelta risa ante lo inconcebible fueron algunas de las reacciones del público asistente a la exhibición del video documental «Señorita extraviada», dirigido y producido por Lourdes Portillo.
El Foro Alicia fue el escenario donde convergieron unas 150 personas –en su mayoría jóvenes rockeros y universitarios asiduos al «antro», pero también «gente madura y decente»– unidas por el deseo de saber más sobre el asesinato, desde 1993, de más de 280 mujeres en Ciudad Juárez, Chihuahua.
En el documental, madres y familiares de jóvenes desaparecidas y asesinadas narran –lágrimas, rencor e impotencia de por medio– el martirio que padecieron en la búsqueda de sus hijas, de cómo eran ignoradas por las autoridades judiciales del estado.
Muestra también la manera cortante –que hasta daba escalofrío— en que la entonces fiscal en 1998, Suly Ponce, les decía: «es muy pronto para buscarlas, han de andar con sus novios, no se preocupen».
Portillo captó con su lente crítica la génesis de los homicidios de mujeres en la ciudad fronteriza: el cambio de las relaciones sociales y familiares entre sus habitantes con el arribo de las maquiladoras, que hicieron de esa urbe un «modelo de la globalización».
Refleja también la historia de la impunidad: la de las detenciones del egipicio Shariff, en 1995; de las bandas de «los rebeldes» (1996) y «los ruteros» (1999), con las que las autoridades judiciales creyeron que se cerraban los casos.
Recoge las declaraciones del ex gobernador y ahora secretario de la Contraloría, Francisco Barrio, y del ex procurador del estado Jorge López Apolinar, quienes en tono despreocupado acusan a las víctimas de «juntarse con malvivientes» o convocan a la población a instaurar un «autotoque de queda».
Imágenes impregnadas de dolor que van de la luminosidad del desierto de Juárez –donde los familiares autoorganizados buscan los cuerpos de sus hijas rastreando entre la arena– a la oscuridad del testimonio de una mujer violada por policías municipales, y que también sobrevivió milagrosamente a un secuestro que le aguardaba el mismo destino de las cerca de 300 asesinadas.
Lourdes Portillo denuncia vía las palabras de víctimas sobrevivientes y sus parientes, así como de las propias autoridades, el desprecio hacia las mujeres de quienes deberían impartir justicia, así como la posible responsabilidad de narcotraficantes y su también probable vinculación con los dueños de las maquiladoras y políticos encumbrados.
Eso y más muestra «Señorita extraviada». Las jóvenes asistentes no ocultan su asombro y su disgusto. Al llamado de las activistas a participar en la movilización nacional del próximo 25 de noviembre en demanda de justicia y un alto al feminicidio, ellas no dudan: estarán ahí presentes.
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