La globalización ha convertido en invisibles a las miles de mujeres que trabajan en las empresas trasnacionales de maquila instaladas en los cinco continentes; las ha despersonalizado, las explota y viola sus derechos humanos.
Luego de sesionar en el panel «Raza, clase, género y derechos: construir la justicia en lo economía globalizada», en el Noveno Foro Internacional de la Asociación para los Derechos de la Mujer y el Desarrollo (AWID): Reinventando la Globalización, una de sus conclusiones fue el fortalecer las redes exitentes para evitar la explotación de las obreras en las empresas maquiladoras.
Cynthia Arnold, directora del organismo El Puente, corporación de desarrollo comunitario en El Paso, Texas, comentó que las mujeres que han laborado en maquiladoras «son desechables», ya que las despiden y sin retribuirles los años laborados. «En realidad, se trata de una guerra sin declarar en contra de las mujeres», aseguró.
Se dijo que el caso de China y Senegal es patético, pues en esos países las mujeres trabajan jornadas de entre 14 y 16 horas diarias con salarios bajísimos.
Por lo barato de la mano de obra muchas empresas trasnacionales invierten en esas naciones, explotando a sus mujeres, incluso se han presentado casos de envenenamiento por el uso de sustancias químicas y las afectadas no tienen derecho a defenderse; la globalización afecta de manera directa a las mujeres, sentenció.
En el caso de Senegal, cuando se empezó a hablar de la globalización, sus habitantes lo relacionaron con mayor respeto a los derechos humanos; sin embargo, con el paso del tiempo se dieron cuenta de que se trataba de un abuso absoluto en contra de las mujeres y los menores, que han sido violados.
Florodulma Contreras Vázquez, integrante del Centro para Acción Local en Derechos Humanos de Guatemala, comentó que «las mujeres somos las que asumimos toda la carga; además, trabajar en una maquiladora deteriora la salud, se nos discrimina y explota».
Hablar de globalización en ese sector para las mujeres indígenas es más denigrante, dijo, pues les cambia su condición y les hace abandonar su cultura y sus raíces; sin embargo, la situación económica las obliga a trabajar en empresas maquiladoras.
Por su parte, María Bastidas Aliaga, presidenta de la Asociación de Desarrollo Comunal (ADC) de Perú, comentó que las empresas maquiladoras de El Paso, Texas, y México, se trasladan sigilosamente a su país.
La variable es que ofrecen «una especie de autoempleo a nuestras mujeres, sin seguridad social y con salarios mínimos».
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