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Guerrilleras, ocultas por la clandestinidad y por la historia

Por Adriana Rodríguez

Al movimiento guerrillero de los años 60 y 70 se le relaciona con figuras masculinas. Se olvida que fueron cientos de mujeres las que participaron en él y que existen aún 135 desaparecidas. Mujeres de las que hoy nada saben sus familias y de las que nada dicen las autoridades.

Compartieron con sus compañeros el anhelo y la decisión de construir un mejor país, pero también padecieron la persecución, la tortura, el estigma, que afrontaron a la par de la crianza de sus hijas e hijos, de sus obligaciones como amas de casa y del sostenimiento económico de sus familias. Muchas padecieron también la muerte, como Dení Prieto Stock y Julieta Glockner.

Ocultas en la clandestinidad de la lucha y por el paso del tiempo. La historia sobre la guerrilla de aquellos años apenas las menciona, como sucede con prácticamente todos los movimientos armados en la historia del país.

Algunas sobrevivientes, dedicadas aún a la lucha social en otras trincheras, como la academia, el sindicalismo, los partidos, o las organizaciones sociales, decidieron por ello, el 13 de diciembre de 2003, reunirse para hablar sobre la forma en que ellas vivieron la experiencia guerrillera.

Agrupadas en el Movimiento Armado Socialista, realizaron en 2003 un encuentro en el salón Heberto Castillo, del Senado de la República, para narrar «cómo lo vivimos nosotras».

Hubo testimonios de las Fuerzas de Liberación Nacional, de los Procesos, el Frente Estudiantil y la Liga Comunista 23 de Septiembre, del Movimiento de Acción Revolucionaria, el Partido de los Pobres, el Grupo de Diego Lucero (Los Guajiros) y se presentaron las semblanzas y fichas de 43 mujeres detenidas y desaparecidas.

De ese encuentro hay ya una memoria: un libro titulado Memoria del Primer Encuentro Nacional de Mujeres Ex Guerrilleras,que reúne lo dicho ahí y presenta a las ex guerrillas desde sus vivencias en las organizaciones, la pareja, la maternidad, la familia, la vida cotidiana, la lucha, la persecución, la cárcel, la muerte y la desaparición forzada.

La obra revela, a decir de Carlos Montemayor, escritor y analista en temas del movimiento armado en México, además de la fortaleza de la mujer que también toma las armas y decide participar en los movimientos libertarios, una serie de operaciones recurrentes que explican errores tácticos y el modus operandi de contrainsurgencia a partir de la tortura y desaparición forzada de las personas.

Pero, también cómo «los testimonios estremecedores y admirables una y otra vez confirman el procedimiento militar o policial para descubrir las casas de seguridad o los lugares y horas de encuentros prefijados de militantes. Procedimientos militares y policiales que aun ahora se aplican y desarrollan en México».

Las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN) contaron con la presencia de varias mujeres de las que poco se sabe a pesar de que fueron parte importante en los movimientos armados durante la década de los sesenta, entre ellas Dení Prieto Stock, Julieta Glockner, quienes murieron tras enfrentarse con el Ejército, y Elisa Irina Sáenz Garza, desaparecida desde hace treinta y tres años.

Las FLN en ese entonces era la única organización guerrillera que se mantenía con el financiamiento de sus propios integrantes, por lo que no cometían robos ni secuestros.

DENÍ PRIETO STOCK

Las tres jóvenes guerrilleras cayeron en combate con la determinación de luchar hasta el final a pesar de encontrarse en desventaja, tal como sucedió con Dení Prieto. Ella, sus compañeras y compañeros sumaban siete contra un Ejército que utilizó bombas y armas de alto calibre para capturarlos.

Dení, nacida el 8 de septiembre de 1955, fue nieta de un revolucionario zapatista, uno de los principales promotores del anticomunismo. Eso no impidió que sus padres, Carlos Prieto y Evelyn Stock, contrajeran matrimonio tomando en cuenta que ésta era una judía de origen ruso y filiación comunista.

Desde siempre mostró gran aptitud para el estudio, le gustaba el teatro y la lectura. Entre sus autores favoritos se encontraba sor Juana Inés de la Cruz, por sus raíces sajonas se sintió atraída por los escritores rusos, británicos y estadounidenses, a quienes calificaba de inteligentes pero confundidos.

El movimiento de 1968 la marcaría de sobremanera, su hermana Ayari, en ese entonces estudiante de la Preparatoria 6, se convirtió en una más de las víctimas fallecidas, por lo que sus padres tomaron la decisión de inscribirla al Colegio Madrid en contra de su voluntad.

Tiempo después realizó su trabajo social capacitando a comunidades campesinas del Estado de México y Tlaxcala en la crianza de conejos y el cultivo de soya, además de impartir clases y apoyar en la construcción de obras públicas. Al enterarse de que sus compañeras y compañeros habían sido encarcelados, pidió a sus padres dieran el dinero necesario para liberarlos.

En 1973 se unió a las Fuerzas de Liberación Nacional, donde primero realizó tareas sencillas como recolectar víveres para luego cambiar la casa paterna por el cuartel general de las FLN, ubicado en Jacarandas número 13, en Nepantla, Estado de México, donde, por seguridad, vivió aislada al lado de Carmen Custodio, Gloria Benavides, Alfredo Zárate, Mario Sánchez, Anselmo Ríos y Raúl Morales. Este último se convertiría en su esposo al casarse por las leyes revolucionarias de las Fuerzas de Liberación Nacional ese mismo año.

No pasó mucho tiempo para que elementos de la Policía Judicial y militar dieran con otra de las casas donde se encontraban más integrantes de la organización, entre ellas, la habitada por Nora Rivera y Napoleón Glockner.

Ellos fueron torturados para que les indicaran la ubicación de la casa de Nepantla, pero Nora los llevó a un lugar falso con el fin de ganar tiempo para alertar a sus compañeros y pudieran escapar, pero se cree que las fuerzas policíacas continuaron con la tortura hasta asegurarse de llegar al lugar que buscaban.

La noche del 14 de febrero de 1974, los militares rodearon la casa mientras que, bajo tortura Nora y Napoleón gritaban a sus compañeros que se rindieran. Todos ellos confundidos trataron de escapar. Con las explosiones, Dení perdió sus lentes, así que ella y otros tres compañeros fueron los primeros en ser capturados y asesinados con el tiro de gracia.

Al tratar de cruzar la barda, el resto de los guerrilleros fueron también detenidos, entre ellos Raúl.

Los cuerpos de Dení y sus compañeros fueron trasladados en un vehículo a la Ciudad de México, donde fueron enterrados en una fosa común del panteón Dolores.

Siete años más tarde, su tío recuperó unos restos, fueron cremados y depositados en la urna de una iglesia localizada en la avenida Cerro del Agua, pero hasta la fecha no se tiene la seguridad de que pertenezcan a Dení.

JULIETA GLOCKNER

Julieta Glockner fue quien incorporó a Prieto Stock a las FLN. A los quince años de edad se convirtió en delegada en el Primer Congreso Latinoamericano en Cuba, país que recién se había convertido al socialismo.

Al cumplir los dieciséis años se convirtió en líder femenil del entonces Frente Electoral del Pueblo y encabezó las protestas de lecheros poblanos en contra de las leyes estatales que establecían como obligatoria la pasteurización de la leche.

Posteriormente, Glockner optó por dedicarse a la docencia, pero al estallar el movimiento del 68 decidió realizar varias visitas a la cárcel de Lecumberri para apoyar a sus amigos, así como a su antigua pareja, Carlos Martín del Campo.

Napoleón, su hermano, la invitó a unirse a la organización, así que dejó a su hijo de cinco años en la casa del doctor Glockner.

Siempre tuvo claro que no permitiría que las fuerzas militares la capturaran con vida. En febrero de 1975, durante un enfrentamiento que tuvo lugar en Tabasco, antes de que fuera detenida, dio fin a su vida con un arma de fuego.

ELISA IRINA SALAZAR

Elisa Irina Salazar fue la primera mujer en unirse a las FLN en 1969, hasta la fecha las autoridades no han dado respuesta satisfactoria sobre paradero. Según versiones dadas en 1980 por la Dirección Federal de Seguridad, ella y su esposo, Raúl Enrique Pérez Gasque, fallecieron ese año. Se cree que posiblemente fueron llevados a una cárcel clandestina del Campo Militar Número 1.

Ella fue detenida-desaparecida junto con su esposo desde 1974 por soldados pertenecientes al 46º Batallón de Infantería del Ejército Mexicano.

Una base de entrenamiento de las FLN localizada en el rancho El Diamante, en Ocosingo, Chiapas, fue descubierta por elementos del Ejército y la Dirección Federal de Seguridad, por lo que Irina, su esposo y otros compañeros huyeron a la sierra, pero en su intento fueron capturados.

Ante la necesidad de descansar y conseguir alimentos, establecieron contacto con unos campesinos de la zona sin saber que éstos eran simpatizantes de las fuerzas armadas.

Los habitantes dieron aviso a los militares y fueron trasladados al cuartel general de Tuxtla Gutiérrez en marzo de 1974, donde fueron torturados para que dieran a conocer sobre las actividades de la organización a la que pertenecían, así como la identidad de sus miembros.

La mañana del 1 de abril un avión tipo C-47 con matrícula 6006 de la Fuerza Aérea Mexicana los trasladó al Campo Militar Número 1, en la Ciudad de México, donde rindieron declaración bajo protesta.

Desde entonces no se tiene información de ambos, se manejado la versión de que perdieron la vida en la Sierra Lacandona, pero familiares y amigos tienen la certeza de que se trata de una mentira de las autoridades para evadir su responsabilidad.

Como Dení, Julieta y Elisa, cientos de mujeres guerrilleras permanecen ausentes de la historia oficial y no oficial sobre los movimientos armados de México.

Pero la memoria de las sobrevivientes hace que no se cumpla la sentencia de que no hay peor muerte que el olvido.

07/AR/CV/GG/CV

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