Carmen tiene 5 y su hermana Julia 15 años de edad. Ambas viven en un albergue para niñas, niños y adolescentes tras ser rescatadas por la policía de una golpiza que les dio su padrastro, con quien vivían desde hace dos años que su madre se fue a vivir a Estados Unidos en busca de un mejor futuro económico para la familia.
Carmen y Julia forman parte de los más de 200 mil niñas y niños salvadoreños que cuentan con al menos un padre migrante, según el estudio "Migración internacional, niñez y adolescencia en El Salvador".
De acuerdo con el Instituto Salvadoreño para el Desarrollo Integral de la Niñez y Adolescencia (Isna), el maltrato infantil hacia menores con padres migrantes se vuelve más común día con día.
Sin embargo no se cuenta con un registro específico de los datos, ya que todas estas situaciones entran en la categoría de violencia intrafamiliar, pero al analizar la composición de las familias de las que proceden los niños, los casos en los que las madres se encuentran fuera del país son cada vez más comunes.
La violencia intrafamiliar es una alarmante realidad que afronta El Salvador, el Instituto de Medicina Legal atendió a 748 víctimas de violencia intrafamiliar de enero a marzo de 2012.
Durante ese periodo la institución examinó a un promedio diario de ocho personas agredidas por sus familiares. Según datos del Isna, un 13 por ciento de éstos son niñas y adolescentes que llegan a la institución.
El Ministerio de Relaciones Exteriores reporta que cuando sus padres deciden migrar, las y los niños viven y se desarrollan en hogares conformados por un promedio de cinco integrantes, donde la jefatura es principalmente femenina, es decir que 88 por ciento de los hogares tienen al frente una mujer: mamá, abuela o tía.
VIDA DE VIOLENCIA
Julia sostiene que no quiere regresar con su padrastro debido a que él las maltrata constantemente, pero tampoco quiere quedarse en la institución porque siente que ha perdido su libertad, sus amigos y principalmente sus estudios.
Julia teme que la separen de su hermanita, ya que como tienen diferentes edades pueden ser ubicadas en diferentes albergues permanentes.
El Isna, a pesar de conocer la realidad de las niñas y el fenómeno de la migración como un factor que se suma en el aumento de casos de violencia, no cuenta con programas especiales al respecto.
Julia argumenta que quiere dejar el país, que si la dejan salir del albergue se comunicará con su mamá para que puedan irse con ella a EU.
Explica: "Yo puedo cuidar a mi hermana sola, no necesito ayuda y si nos vamos a Estados Unidos, estaremos la familia junta de nuevo; aquí no tenemos a nadie, sólo a mi padrastro y a él ya lo agarró la policía", exclama la adolescente.
Según el Isna, en el país se trabaja para sensibilizar al personal de las instituciones que trabajan con niños, niñas y adolescentes en las temáticas de migración irregular, trata de personas y sus diferentes modalidades, así como sobre la legislación nacional de niñez y adolescencia vigentes en el país.
También se capacita sobre el proceso de reintegración de las y los niños y adolescentes migrantes retornados a sus comunidades de origen.
Mario Mena, jefe de la División de Admisión, Evaluación y Diagnóstico, comenta que "antes de la llegada de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM), el Isna recibía niños (retornados) para entregar a familias y ahora significa la cuantificación del por qué los niños emigran. Al ser ahora este un dato conocido permite la toma de decisiones, conocer el perfil del niño, niña y adolescente, y tomar una medida cuando han sido retornados a su país de origen".
Según la Ley de Protección a la Niñez y la Adolescencia (Lepina), el Isna debe procurar el regreso de la adolescente a su hogar en el menor tiempo posible. Si el hogar constituye un riesgo o amenaza para la integridad de la menor, el centro debe albergarla.
Ese es el caso de Carmen y Julia, aunque la segunda prefiere irse a EU donde se encuentra su madre, quien no tuvo más opción que dejarlas con el padrasto, quien las maltrata.
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