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Hoy, las mujeres siguen en pie

Por Esperanza Brito de Martí *

En 1970 nadie quería hablar de aborto, sólo unas cuantas feministas que tenían columnas en periódicos y revistas tocaban el tema. Era de mal gusto tratar un tema tan polémico y, según el criterio imperante, «tan feo». Pues sí, no es bonito, pero era necesario sacarlo a la luz pública.

Las mismas feministas se debatían entre si iniciar o no la lucha por aborto libre y gratuito, porque sentían que hacerlo podría provocar rechazo hacia el movimiento entre la población que, en su mayoría, se define como católica. No obstante se sabía, por un estudio hecho en el IMSS, que la gran mayoría de las mujeres que habían sido atendidas por abortos inconclusos se confesaban católicas. También arrojó el estudio que eran casadas y madres de tres hijos o más.

Finalmente, después de años de estar picando piedra, en 1976 se desata la polémica sobre aborto. ¿Y quiénes hablan? Entonces, como hoy, hablan los hombres: diputados, funcionarios, políticos, curas, médicos, abogados y, desde luego, los «condenatorios», que mandaban a las mujeres que abortaban y a las feministas a las profundidades del averno.

Luisa María Leal era entonces secretaria general de Conapo, la instancia encargada de los asuntos demográficos del país. En ese carácter, la Lic. Leal decide llamar a un grupo de intelectuales a debatir el problema del aborto y a presentar sus conclusiones al Presidente Echeverría. Entre los sabios no había una sola mujer feminista.

Alarmadas ante la posibilidad de que el aborto se legalizara sin que se hubiera escuchado la voz del feminismo, las integrantes del Movimiento Nacional de Mujeres, encabezado por Esperanza Brito, Anilú Elías y Carmela Barajas, deciden romper con los temores del pasado y lanzarse a la lucha por Aborto Libre y Gratuito. Se organiza la Primera Jornada Nacional sobre Aborto, a la que fueron convocadas mujeres de todos los estratos sociales y profesionistas de diversas disciplinas.

La jornada fue un éxito. Finalmente se escuchaban las voces de las mujeres, feministas o no. Se llegó a acuerdos y se redactó un documento en el que se demandaba educación sexual desde la primaria, acceso a anticonceptivos desde la pubertad, aborto libre y gratuito, un rechazo contundente al aborto como sistema de control demográfico. El documento era breve pero enjundioso y debía ser presentado a la Cámara de Diputados.

Las integrantes del grupo hubieran deseado que otros grupos feministas suscribieran con ellas el documento. En ese momento no fue posible y lo presentaron a la Cámara solas. El documento en cuestión desapareció de sus vidas para siempre, tal vez olvidado en un cajón, con suerte archivado en espera que alguien lo encuentre y lo lea o quizás en el bote de la basura.

Pero el documento no desapareció sin dejar huella. Al mes siguiente, en octubre de 1976 otro grupo, el Movimiento Feminista Mexicano, liderado por la Doctora en Derecho Mireya Toto Gutiérrez, decide aliarse con el Movimiento Nacional de Mujeres y surge la Coalición de Mujeres Feministas. Empieza entonces la época más activa del feminismo mexicano. Volanteos, marchas, plantones, eventos de concientización, presentaciones en escuelas o con grupos de médicos o de abogados.

En 1977 se lleva a cabo la 2da. Jornada Nacional sobre Aborto, otra vez con éxito. Las mujeres, feministas o no, están ansiosas por dar su opinión en un debate que sigue dominado por la voz masculina. Durante este evento se unen a la Coalición dos grupos más: Colectivo La Revuelta y Colectivo de Mujeres. La Coalición se enriquece y la actividad sigue adelante, siempre encaminada a proyectar la necesidad de despenalizar el aborto.

En algunas presentaciones las feministas eran bien recibidas y lograban establecer empatía con el auditorio. En ocasiones su discurso era violentamente rechazado y no faltaba quien las llamara asesinas. Otros las llamaban prostitutas o lesbianas. Ellas procuraban mantenerse serenas recordando el adagio «El que se enoja, pierde». No estaban dispuestas a perder.

Los partidos políticos no deseaban manifestarse ante la discusión del aborto, siempre temerosos de que una postura abierta les revirtiera en las urnas. Siempre era más importante ganar las elecciones que proteger la vida de las mujeres No se sabía qué asustaba al PRI si siempre era el partido ganador.

Sí se sabía qué asustaba al PRI, lo asustaba el presidente de la República, José López Portillo, quien con absoluto cinismo había declarado: «Yo no voy a legalizar el aborto» ¿Tú? Tú no puedes legalizar ni penalizar nada. ¿Que no sabes que hay un Poder Legislativo que es el encargado de emitir leyes y por eso nos dirigimos a ellos? No, pues no sabía. El sólo sabía que el era el mandamás.

Las feministas estaban en desventaja. De acuerdo con la legislación mexicana, un anteproyecto de ley sólo puede ser presentado a la Cámara de Diputados por el Poder Ejecutivo o por dos legisladores. El Poder Ejecutivo con López Portillo a la cabeza, sin duda no iba a presentar un proyecto de ley que legalizara el aborto, los diputados del PRI tampoco, la oposición representada por el PAN, menos. Había que seguir con la misma estrategia: crear conciencia entre la población para que se unieran a la lucha y así poder presionar a las autoridades.

Las marchas y los plantones eran importantes en ese sentido porque le daba oportunidad a la población de ver a los grupos feministas manifestarse. Así pues se organiza una marcha luctuosa para recordar a las madres muertas en aborto clandestino. Al frente de la columna dos mujeres jóvenes llevaban una corona de muerto elaborada por Lilia Mayer. La corona llevaba todo lo que las mujeres utilizan para provocarse un aborto: agujas de tejer, un gancho de ropa desdoblado, pastillas de permanganato y demás instrumentos, muchos de ellos mortales. Se depositó la corona en el monumento a la madre. Esta marcha se llevaría a cabo cada año el 10 de mayo y el contingente sería cada vez más nutrido, pues se adhirieron mujeres sindicalistas, intelectuales, de partidos y de grupos afines.

En 1979 se anuncian las reformas políticas que ampliaban el concepto de pluripartidismo y que daban a los partidos de izquierda la oportunidad de obtener el registro y tener representación en el Poder Legislativo. El Partido Comunista se alía con otros grupos y forman la Coalición de Izquierda en preparación para la contienda electoral. Como parte de su plataforma política asume las demandas de las mujeres, entre ellas aborto libre y gratuito. Cambian las perspectivas, los diputados de la Coalición de Izquierda pueden presentar el anteproyecto de ley Maternidad Voluntaria.

Movimiento Nacional de Mujeres propone a la Coalición de Mujeres Feministas una alianza con el Partido Comunista a fin de que sus diputados la representen en la Cámara. La propuesta es aceptada y se inician las negociaciones. Después de varias muy civilizadas sesiones de discusión, llegamos al acuerdo de entregar el anteproyecto de ley Maternidad Voluntaria a la diputación de la Coalición de Izquierda para que ellos la sometieran y promovieran en la Cámara de Diputados. La idea era que la despenalización del aborto se discutiera a nivel nacional, a través de la discusión en la Cámara de Diputados.

No sucedió así. El anteproyecto de Ley Maternidad Voluntaria, entregado al grupo parlamentario de la Coalición de Izquierda, por medio de su diputado Rincón Gallardo, sufrió el mismo fin que los entregados en años anteriores a los representantes del PRI: duerme el sueño de los justos en algún cajón o quizás está en un archivo esperando a alguna historiadora interesada o fue a dar al bote de la basura. ¿Quién puede saber?

El desencanto fue grande, los aliados no dieron la batalla que se esperaba. Y, sin embargo, se siguió luchando. Los aliados nunca se desdijeron de su postura original. Sólo Pablo Gómez quien, en una reunión con Esperanza Brito, Mireya Toto y Mercedes Terán dijo que lo importante no era que se aprobara la ley, ni siquiera que se discutiera en el Congreso, que lo importante era que el Partido Comunista fuera el primero en presentar una iniciativa de despenalización del aborto.

Los aliados se apropiaron del trabajo de las mujeres. El anteproyecto fue obra de muchas que juntaron su esfuerzo para elaborar una ley congruente que beneficiara a las mujeres en general. Los aliados no aclararon cuando la prensa les dio el derecho de autoría. Así, una vez más las mujeres eran borradas de la historia, no eran ellas quienes habían luchado por el derecho al aborto ni quienes habían elaborado un anteproyecto de ley, eran ellos, los hombres, quienes les concedían graciosamente un derecho que ellas ni siquiera sabían necesitar. No se vale.

Hoy, las mujeres están en pie de lucha y se escuchan sus voces. Se necesitan más voces de mujeres para que no se escuchen tanto las voces masculinas, sobre todo de la jerarquía eclesiástica y de los provida del feto pero no de las mujeres. Las mujeres se pueden morir, ¿a quién le importa la vida de una mujer? A las demás mujeres, a las mujeres feministas.

* Feminista mexicana y editora desde 1987 de la Revista Fem.

07/EB/GG

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