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Huellas indelebles, abuso sexual infantil

Por la Redacción

Anita intenta sonreír, detrás de esa mueca, se esconden los recuerdos de las repetidas ocasiones en las que su padrastro abusaba de ella: «Si no me dejas tocarte, mato a tu mamá», escuchó una y otra vez sin quejarse, sin decirle nada a nadie.

Con apenas ocho años de edad, la niña cargó con el pesado fardo de la violencia que le dejó daños psicológicos y físicos. «Llegó a la consulta con su himen aparentemente intacto, pero con condilomas acuminados en su vulva, visibles a simple vista», recuerda Margarita Solares, especialista en Ginecología y diplomada en atención infanto-juvenil.

El condiloma acuminado es una de las formas de expresión del Papiloma Virus Humano (PVH), considerado la segunda Infección de Transmisión Sexual (ITS) por su creciente incidencia en el mundo.

Su presencia en la zona genital de Anita alertaba sobre un posible abuso sexual, pero esta no es la única vía de infestación. Al existir una laceración del tejido y estar presente el virus, por ejemplo, en las manos de los familiares encargados del aseo del menor, puede aparecer la verruga.

«Muchos especialistas reportan que, si existe una ITS en un niño, niña o adolescente, tuvo que existir algún tipo de contacto sexual voluntario o forzado. Pero, a veces, les pones el cartel de abusado y no es así», dijo Idania Baladrón, también ginecóloga infanto-juvenil.

Fue difícil conocer el caso, porque el nivel educacional de la madre era más bajo que el de su hija, quien cursaba por entonces el tercer grado de la enseñanza primaria. Pero, no había dudas, la niña había sido víctima de abuso lascivo por parte de su familiar, comenta Solares.

SIGNOS VISIBLES

El abuso sexual infantil es una de las formas de violencia que abarca una amplia gama de comportamientos y relaciones, que van desde el contacto físico con penetración, hasta aquellos más sutiles pero igualmente dañinos, mediante el uso de la fuerza física, la presión psicológica o el engaño.

Hay dos clasificaciones, según algunos autores: con contacto, que involucra cualquier tipo de relación física cuyo fin sea la excitación o satisfacción sexual del agresor, y sin contacto, o sea, la masturbación en presencia de los menores, la vinculación de estos con la producción o la proyección de pornografía, llamadas telefónicas obscenas y comentarios seductores.

La variante más frecuente es el llamado abuso lascivo, definido como «el propósito de satisfacción de la líbido sobre la víctima, sin ánimo de acceso carnal, sino mediante cualquier maniobra o evolución erótica».

Con consecuencias físicas, psicológicas, de comportamiento y sociales, que en la práctica resultan casi inseparables, sus manifestaciones más comunes son dolor o molestia vulvo-vaginal, hemorragia vaginal en niñas prepúberes, laceración y hematoma genital, entre otros.

Aunque no hay cifras definitivas, al parecer la incidencia de este tipo de abusos en la isla es menor que en otras naciones. «Basta que exista una persona lastimada para que sea un problema social. No creo que en este tema las estadísticas tengan mucha importancia», alega Baladrón.

Las sanciones varían, según el tipo de delito y sus agravantes, entre multas de 100 a mil cuotas, un mínimo de dos hasta un máximo de 30 años de privación de libertad y llegan a la pena de muerte.

«Desafortunadamente, la familia no siempre acusa al abusador. Recomendamos la denuncia, pero sentimos el temor que los frena porque muchas veces el propio abusador es un integrante del hogar», comenta Baladrón.

En la isla existen las Casas de Orientación a la Mujer y la Familia y cerca de 185 Oficinas de Atención a la Población de la Federación de Mujeres Cubanas, organización que coordina además el Grupo nacional para la prevención y atención de la violencia intrafamiliar, creado en 1997.

Las estadísticas de casos notificados en 2003 –las más recientes publicadas según grupos de edad– reportan, entre cero y 14 años, 10 casos de VIH, tres de Sida, 18 de sífilis, 106 de condiloma y 90 de blenorragia.

La madre de Anita denunció finalmente al familiar. Tras ocho semanas de tratamiento con interferón hecho en Cuba, administrado por vía subcutánea, la niña no tiene condilomas acuminados», dice Solares. Los interferones son proteínas que tienen asociados carbohidratos esenciales para su actividad.

Varios autores exponen la importancia vital de la atención psicológica, por el impacto negativo que se genera en las víctimas y las personas que las rodean, con el objetivo de informarlos, apoyarlos y protegerlos.

Los niños, niñas y adolescentes abusados sienten miedo, angustia, impotencia o rabia, porque hablar del tema puede significar un conflicto familiar, el rechazo e, incluso, el castigo para su agresor.

Según Solares, un buen tratamiento integral debiera apuntar también hacia el victimario: «el abusador merece el castigo legal, pero también necesita tratamiento médico y psicológico, no sólo si está infectado con una ITS, sino porque puede haber sido abusado de pequeño».

06/LR

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