Tendayi es hoy una mujer feliz, su pequeña de dos años ganó la batalla contra el SIDA gracias al programa preventivo de la transmisión de madres a hijos, vigente en Zimbabwe contra la mortal enfermedad.
Sin embargo, no todos tienen la misma suerte. El plan que facilita tratamiento antirretroviral a las embarazadas seropositivas seis semanas antes de culminar la gestación y una dosis terapéutica al recién nacido, dista aún de ser suficiente.
Por ello, y a pesar de los esfuerzos que realizan las autoridades sanitarias de esta nación del África austral, se estima que cada año mueren unos 30 mil infantes a causa del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA).
La transmisión durante el embarazo, el parto y la lactancia constituyen en la actualidad la primera causa de contagio. Asimismo, se calcula que más de dos millones de adultos viven con el virus del SIDA, y sólo un 10 por ciento de ellos conoce su estado real de salud.
Este desolador panorama en una población de algo más de 11 millones de habitantes resulta en extremo crítico si se tiene en cuenta que pasadas unas dos décadas de conocido, muchos creen que el SIDA no es fatal y el grueso de las mujeres no sabe cómo protegerse del virus HIV.
Por otra parte, una gran mayoría de los hombres reconoce que ha modificado su comportamiento sexual para evitar el contagio, pero sólo un pequeño porcentaje utiliza preservativos, reconocidos como única vía eficaz de protección.
Todo ello, unido a la gran escasez de profesionales de la medicina existente en esta región, ha incidido de manera directa en la grave situación que encara el país: el SIDA fue declarado emergencia nacional.
De acuerdo con estimaciones oficiales, entre el siete y el nueve por ciento de los seropositivos son niños menores de 14 años. El número de huérfanos por esa causa podría frisar el millón, según reporta la UNICEF.
2005/VC/SJ