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Julio Casurichi, líder peruano defensor de la amazonía

Por Zoraida Portillo

«El planeta es como el cuerpo humano: tiene sangre, arterias, células, hasta ropa. Y lo que estamos haciendo al extraer la madera de sus bosques es quitarle su sangre, al talar árboles le quitamos la ropa, lo desnudamos, estamos convirtiéndolo en un ser débil, indefenso, enfermo?»

Con esta analogía, Julio Cusurichi Palacios, de 36 años, líder indígena de los shipibos, uno de los pueblos nativos de la amazonía peruana, intenta transmitirnos su preocupación por la deforestación acelerada de los bosques y el por qué de su lucha contra los taladores ilegales, que empezó cuando era muy joven ?según confiesa? y que le ha deparado persecuciones y amenazas de muerte, pero también muchas satisfacciones, informa la agencia SEMlac.

Quizá la mayor de ellas sea el Premio Ambiental que el pasado 22 de abril le confirió la Fundación Goldman, de los Estados Unidos, en reconocimiento a su trayectoria y, básicamente, al papel decisivo en la defensa de los derechos de los pueblos indígenas en aislamiento voluntario de la amazonía peruana.

El Premio Goldman se entrega anualmente a aquellas mujeres y hombres que, en cada uno de los seis continentes, realizan acciones destacadas en defensa del medio ambiente, arriesgando en ello muchas veces la propia vida, y convirtiéndose así en héroes populares de la ecología. Consiste en 125 mil dólares estadounidenses en efectivo.

Cusurichi desempeñó un papel decisivo en la creación de la reserva para los pueblos indígenas en aislamiento voluntario, y hasta el día de hoy sigue defendiendo sus derechos. No se limitó sólo a contribuir decididamente a la creación de la reserva para luego desentenderse de ésta, una vez que quedó establecida sobre el papel; reconoció la continua amenaza de la tala ilegal, las empresas petroleras y los mineros de oro, todos los cuales querían tener acceso a la reserva, precisó Ari Hershowitz, del Consejo de Defensa de los Recursos Naturales, al respaldar su candidatura.

Cusurichi saltó a las primeras planas de los medios en 2002, cuando consiguió la creación de una reserva territorial de 7 mil 688 kilómetros cuadrados, en una de las áreas más vírgenes de la amazonía peruana para los pueblos indígenas que habían decidido aislarse voluntariamente del resto del mundo, pero ya anteriormente había protagonizado serias escaramuzas con los depredadores de los bosques.

«Yo aprendí de mis padres y abuelos el respeto hacia los pueblos nativos, pero muy joven me di cuenta de que las autoridades no pensaban así, no nos respetaban y por eso me animé a que nos escuchen y a hacernos respetar», declaró a SEMlac en una larga conversación telefónica desde su casa en Madre de Dios, a 1 mil 638 kilómetros en el extremo suroriental del país.

No fue fácil. Tuvo que vérselas con angurrientos (avariciosos) y poderosos madereros que, en semanas, talan bosques que tardaron miles de años en crecer. Se estima que la tasa de deforestación de la amazonía peruana es de 286 mil 600 hectáreas anuales (0.4 por ciento anual ó 0.5 hectáreas por minuto, según el Mapa Forestal del Instituto Nacional de Recursos Naturales 1995).

No en vano el Perú es el primer exportador de caoba de hoja grande, en su mayor parte talada ilegalmente. La tala de caoba de hoja grande está prohibida en Perú y Brasil, por ser una especie amenazada.

Ello no detiene a los madereros ilegales quienes, con el fin de tener acceso a más árboles de esta especie, construyen caminos en zonas vírgenes, donde viven los pueblos en aislamiento voluntario. No pocas veces han ocurrido enfrentamientos sangrientos, pues mientras los indígenas defienden la intangibilidad de su territorio con arcos y flechas, los madereros usan armas de fuego.

PEORES QUE LAS PETROLERAS

«Los madereros ilegales son peores que las empresas petroleras», afirma Cusurichi, porque éstas tienen una estrategia diferente: buscan el aval del gobierno, hacen capacitaciones, tratan de congraciarse con la población, pero los taladores ilegales no entienden razones, son violentos, prepotentes y depredadores».

Actualmente, Cusurichi es asesor de la Federación Nativa del Río Madre de Dios y Afluentes (Fenamad) y es una personalidad reconocida internacionalmente en materia del derecho a existir de los pueblos indígenas en aislamiento voluntario. En su trabajo trata de involucrar tanto a las instancias del gobierno peruano como a los tribunales internacionales.

Entre sus logros se cuentan haber documentado la tala ilegal, en ocasiones llamando a la policía y las fuerzas armadas para que se encarguen de hacer cumplir la ley, y fomentar al gobierno a establecer puestos de vigilancia a lo largo de los principales ríos para frenar el ingreso de madereros ilegales a la región, documentando el número de troncos de caoba que salían.

Cuando el Estado abandonó dichos puestos, Cusurichi no se amilanó y a través de Fenamad apoyó procesos de capacitación para que los propios indígenas se ocuparan de la vigilancia y logró que el gobierno les pagara por esta labor. También promovió la activa participación de la población local para constituir la red de solidaridad y vigilancia para la protección de la Reserva.

Actualmente, junto con Fenamad, la ONG peruana Racimos de Ungurahui y el Consejo de Defensa de los Recursos Naturales (NRDC), está litigando en Nueva York contra el Departamento de Seguridad de la Patria, y los departamentos del Interior y de Agricultura de Estados Unidos, así como contra tres empresas estadounidenses importadoras de madera.

La demanda alega que, al importar caoba de hoja grande del Perú, Estados Unidos está contraviniendo tanto su propia Ley de Especies Amenazadas, como la de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas (Cites).

De obtenerse una sentencia favorable, se eliminaría el mayor mercado para esta especie, poniendo fin a la tala ilegal en la reserva y permitiendo la protección de esta especie, «pero además ?declara? habremos dado un paso muy importante para preservar la vida, la cultura y la sabiduría de los más antiguos pobladores amazónicos que han decidido permanecer fieles a sí mismos».

Cusurichi es renuente a hablar de las amenazas de muerte que ha recibido. «Sí pues, los madereros ilegales y algunas empresas mineras nos han levantado muchas calumnias; es parte del trabajo, yo no me acobardo porque detrás de mí hay toda una organización que me respalda y, si me pasa algo, si pierdo la vida, la organización va a seguir», enfatiza.

LOS PUEBLOS EN AISLAMIENTO VOLUNTARIO

Se estima que en la amazonía peruana hay unos 14 pueblos indígenas en aislamiento voluntario pertenecientes a tres etnias ancestrales: losmashcopiros, los anahuacas y los nahuas. De algunos, como los Machiguenga Alto Serjali y Patsani o los Mashco Piro, sólo se han tenido avistamientos o huellas, sin ningún tipo de contacto; otros, como los Machiguenga, Camisea y Cashiriari, Alto Pauiria y Nanti Alto Camisea han tenido contactos esporádicos, mientras que los Nanti Alto Camisea ocasionalmente participan en la economía de mercado.

La Comisión Multisectorial para los Pueblos Indígenas estima su población en unas diez mil personas diseminadas en seis departamentos del suroriente y nororiente del país, muchos en territorios ocupados por las multinacionales petroleras y en una situación calificada como «altamente vulnerable».

«Están expuestos a enfermedades nuevas y epidemias mortales, así como a otro tipo de amenazas derivadas de la destrucción del medio ambiente y la invasión de sus territorios por la exploración y explotación petrolera, maderera y aurífera, por la presión de grupos religiosos mediante contactos forzados, por investigadores etnobotánicos, lingüístico-culturales, por ser un destino del ecoturismo, la colonización, la violencia política, el narcotráfico y otros», se señala en un documento de la citada Comisión.

Tampoco se conoce mucho sobre sus costumbres y organización social, «son temas muy delicados y no los podemos violentar», admite Cusurichi. Y añade: «No se trata sólo de asegurarles su territorio, sino que debemos tener preparado un plan de contingencia en caso de enfermedades o algún otro tipo de eventualidad».

Las advertencias de Cusurichi se fundamentan en hechos concretos, ocurridos en los últimos años entre esas poblaciones. Así, un estudio de Oxfam Internacional reveló que, entre 1984 y 1990, la mitad de la población Nahua murió por contacto con madereros que ingresaron ilegalmente detrás de las exploraciones de la multinacional Shell. Y según el Ministerio de Salud, desde 1995 han muerto por enfermedades transmisibles 65 Nantis, de los cuales 62 eran niños.

La decisión de aislarse voluntariamente se remonta a la primera década del siglo XX, cuando la fiebre del caucho invadió la amazonía y los pueblos indígenas fueron sometidos a todo tipo de abusos, desplazamientos forzados, expuestos a enfermedades y una serie de prácticas que, en la normatividad actual, configuran genocidio. Se estima que sólo en la región de Putumayo murieron 40 mil indígenas de los 50 mil que vivían allí.

Actualmente existen cinco reservas territoriales en la amazonía peruana, pero aún quedan pueblos en aislamiento que no poseen reservas territoriales, y Cusurichi dice que no descansará hasta conseguirlas.

07/ZP/GG

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