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La agenda del 2003

Por Sara Lovera

El 2003 es un año político, cuya oportunidad abre nuevos derroteros, es significativo para las mujeres organizadas que no han perdido la confianza o que no se han ilusionado con el cambio que no fue cambio.

Un nuevo año, además, es siempre una esperanza. Aunque la crisis económica recurrente no ofrece muchas oportunidades, en el 2003 las mujeres tenemos la posibilidad de influir, de decir con nuestro voto cómo nos gustaría orientar la política, qué clase de diputados y diputadas queremos y cuál es la agenda que nos interesa defiendan.

Adicionalmente, es muy importante que las mujeres organizadas en el movimiento social, en las organizaciones temáticas o que se consideren parte del movimiento feminista, se sientan convocadas en este que será el tercer año de gobierno foxista a tomar posiciones firmes y claras, respecto de la realidad.

Desde esta esquina quisiera considerar al menos cuatro grandes retos para las mujeres en este año que comienza:

El asunto del campo y la apertura comercial prevista en el Tratado de Libre Comercio que afectará sobre todo a quienes producen pollo, cerdos y carne. Estoy pensando en las productoras, muchas de ellas custodias de las tierras abandonadas por sus maridos; dueñas de empresas avícolas importantes; dueñas de la pequeña parcela o unidad productiva prevista en la organización ejidal. Pienso en estas mujeres tradicionalmente marginadas por sus pares, los hombres productores, que tienen un acceso escaso al crédito, al apoyo técnico y que ahora se enfrentarán a la competencia feroz.

Un segundo asunto es el electoral. Mi compañero de CIMAC, Rafael Maya, llama a este proceso «la prueba de fuego» para los partidos políticos. Yo creo que sí, que esta vez veremos qué tanto importa a los partidos políticos cumplir con la ley.

Es bueno recordar que en abril del 2001 se reformó el Cofipe para hacer ley la obligatoriedad de los partidos políticos para promover al menos 30 por ciento de candidaturas femeninas en todos los distritos y en todas las listas, en buenos lugares, en distritos confiables y con apoyo idéntico al tradicionalmente otorgado a sus candidatos.

La prueba también va para las dirigentes. La principal, sabemos, es la presidenta del PRD, doña Rosario Robles, responsable principal de que su partido no viole la ley, como se han violado hasta ahora los estatutos, de todos los partidos, una y otra vez. Y es que los dirigentes siempre tienen algún buen pretexto para impedir a las mujeres buenas y claras candidaturas. Los argumentos de antes ya no valen. No son ciertos. Ninguna mujer que milita en un partido político está exenta, y cada una lo sabe, de participar en los procesos electorales.

Un tercer asunto fundamental es el de la impunidad que reina en este paraíso de la violación sistemática a la ley y de la displicencia de autoridades, sociedad, partidos políticos e iglesias, sobre el estado de derecho y la justicia. Dos conceptos que parecen borrados de nuestra historia.

En el 2003 debíamos todas y todos impedir que continúe la impunidad en los casos de violación sexual, de asesinato de mujeres y de hostigamiento de los militares en las zonas indígenas. En todos estos asuntos el gobierno federal, al menos guarda silencio cómplice. En otros como el ya añejo de las tres indígenas violadas en Chiapas en junio de 1994, simplemente hace caso omiso de las recomendaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Sobre el feminicidio en Ciudad Juárez, parece que no alcanza ni el Cristo en la mano ni el estandarte de la virgen de Guadalupe. No se sabe bien cuál es el compromiso social y político de este gobierno.

El último desafío se refiere a la crisis en los medios de comunicación, que no puede ser ajeno a los intereses de las mujeres. Prefiero comentarlo en próxima entrega. Sólo tengo que decir que en el Senado existe una iniciativa de ley, por lo menos coja, chueca, manca y hasta infantil, que no debíamos dejar pasar. No solamente invisibiliza a las mujeres, sino que no toma en cuenta a lectores, escuchas y espectadores. Es un asunto que está ahí, para juzgar y opinar.

Lo único que habría que reiterar es que muchas mujeres organizadas debían dejar a un lado el espejismo de la negociación y retomar sus principios y sus proyectos, muchos de ellos maravillosos, comprometidos, con futuro.

       
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