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La anorexia: mostrar el cadáver, perder el alma

Por Liliana Vazquez

En los últimos meses, la anorexia cobró nuevas víctimas en nuestro país y en Latinoamérica, la mayoría pertenecía al mundo de la moda, pero no son la regla: cuatro modelos brasileñas y una uruguaya murieron a causa de la enfermedad, mientras una joven de San Luis sigue peleando por su vida.

Este análisis nos acerca la forma en que las presiones culturales moldean el ideal de belleza con las formas delgadas y la confrontación con la propia pérdida del apetito sexual.

Quienes se han acercado al tema de los transtornos alimentarios, conocen la presión que ejerce la cultura con relación al ideal de las formas delgadas, como sinónimo de lo bello, de la capacidad de ejercer atracción y de obtener una notoria delgadez a través de la dieta y ejercicios agotadores; de esta manera «se vuelven deseables», pero esta «deseabilidad» las confronta con la propia pérdida del apetito sexual.

El adelgazamiento continuo conduce a una pérdida del significado sexual de la atractividad. Todas las formas corporales que tienen significado sexual deben desaparecer: pechos, muslos, nalgas. De esta manera, el adelgazamiento estaría persiguiendo un ideal corporal y una segunda meta, más novedosa: la resolución del conflicto creado por la pérdida del interés sexual.

Eric Laurent se pregunta: ¿qué es hoy una modelo para nuestra sociedad de consumo? Es una anorexia que se «hace los senos», donde la anorexia de las modelos se instaura como modelo físico e idealización de lo bello.

La anorexia es la evidencia del deseo, no hay nada que pueda colmarla o satisfacerla. La saciedad es el goce. Eso conduce a una construcción fálica del cuerpo que está profundamente ligado a la delgadez.

Un libreto muy similar puede tener otra manera de apertura. Esta variante no empieza con un trauma sexual, sino con la incapacidad para enfrentarse con las demandas sexuales de la pubertad, intentando liberarse de esa carga. Entre las que habían informado rechazo a la sexualidad y a la intimidad aún antes que se declarara la enfermedad.

El trauma sexual, luego ocupa el papel central y abre el juego. Desde el cuerpo como «manchado» o «sucio», las pacientes tienen la motivación explícita de «desexualizar» su cuerpo, algunas veces hasta de «descorporizarse».

EL CUERPO DESNUDO

El ideal estético ha cambiado enormemente, especialmente en los últimos treinta años, hacia formas y medidas cada vez más extremas de delgadez, pero los cánones de belleza actual no se aplican sólo a la ropa que cubre el cuerpo sino, y muy especialmente, al cuerpo mismo; más aún, al cuerpo desnudo.

Nunca como en la actualidad el cuerpo de las mujeres fue más expuesto al ojo del otro, y a través de ese otro, mirándose a través de él, a la propia observación. El cuerpo desvestido es el eje de la forma en que la mujer debe ofrecer su cuerpo a la mirada (la mujer en el espectáculo y en la publicidad actual lo reflejan).

Las mujeres ya no pueden manipular sólo lo que adorna el cuerpo, la apariencia, pues ésta ya toca su propio ser, la intimidad de su cuerpo. En el escenario público los cuerpos deben adecuarse a la función perfecta y para esto la sociedad ofrece las recetas para lograrlo: gimnasias, cirugías, laxantes, diuréticos, dietas, psicofármacos.

El vacío y la insatisfacción que oferta el culto por el cuerpo se lo rellena con compulsiones alimentarias, en el decir de Levi Strauss: «La cocina de una sociedad es un lenguaje que denuncia inconcientemente su estructura».

Como se ha dicho con frecuencia, el trastorno alimentario es una especie de punta del iceberg. Muchas de estas pacientes padecen de extrema labilidad yoica lo que las conduce al riesgo de una rápida fragmentación.

En este sentido, el trastorno alimentario aparece como un mecanismo de defensa. Las sensaciones emergentes de esta situación consisten en aburrimiento, vacío, debilidad y depresión. Hay poco entusiasmo y alegría de vivir en estas jóvenes.

Tales vivencias impactan negativamente cuando estamos en presencia de una amenaza de fragmentación del Yo: aparecen furia, ansiedad, vergüenza. Rechazan exhibirse desnudas ante sus parejas y carecen de la capacidad de obtener placer; pareciera que al evitar ver sus propios cuerpos creyeran que eluden la fragmentación.

Las pacientes con trastornos alimentarios, en especial las bulímicas, pueden buscar parejas promiscuamente para evitar esta fragmentación interna y para hacerse la ilusión de obtener un cuidador omnipotente. Muchas de ellas establecen una especie de relación «madre-hija» con su pareja, más que una relación adulta entre pares.

IMAGEN, SEXO Y ANGUSTIA

La imagen se constituye en el rasgo del soporte social y en la condición del vínculo, el sexo genera una angustia nueva en la posmodernidad. El placer sexual, hasta ayer nocturno y secreto hoy se vuelve obligatorio, los medios de comunicación hablan de él todo el tiempo.

El orgasmo se convirtió en un deber, esta insistencia plantea cuestiones inéditas, no solamente las de un crecimiento, sino que algunas personas enfrentadas a la conjunción del amor y del erotismo, sin «un padre» que tranquilice pueden preferir el fuera-del-sexo, el exceso que las deja ex-sexo.

Comidas exageradas o nada, no hay que preocuparse por la comida, en el plato el erotismo y la alimentación hacen pareja. Los rituales alimentarios le quitan frenos al deseo sexual y si bien estos trastornos de la alimentación no son patologías nuevas, (la humanidad siempre usó diversas recetas para cocinar su angustia), hoy impactan por su número.

La bulimia y la anorexia ponen en escena una lucha contemporánea donde el «cuerpo ideal» parece ser el cuerpo mutilado sacralizado a falta de rituales, que va a ser torturado y de esta manera se volverá verdadero.

Lo bello, según Lacan, es la imagen del cuerpo como envoltorio de todas las formas posibles del deseo, el cuerpo es por excelencia el tener el sujeto y no la condición de su ser. ¿Un cuerpo que para ser bello muestra su cadáver y pierde el alma?

Rostros de la histeria, que siempre se nutrió de los avatares de la cultura para el envoltorio de sus síntomas y hoy toma esa dimensión de «ser».

En el universo del «todo se debe mostrar» que irrumpe socialmente como imperativo de goce, lo bello ya no conduce a la excitabilidad sexual sino que muestra, obscenamente, las formas actuales de la represión y sus consecuencias. Así, como vaticinaba el genio de Rimbaud: «En efecto, pronto los nervios van a empezar a fallar».

*Psicóloga y socióloga. Directora de AABRA, Centro de Día en patologías de consumo.

07/GG

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