Desde su nacimiento, las niñas guatemaltecas se enfrentan a diversos obstáculos, entre ellos la discriminación, la exclusión y el racismo, aspectos que contribuyen a la inequidad entre hombres y mujeres, indicó la feminista, Ana María Cofiño.
En su artículo «Ser guatemalteca y no morir en el intento», la especialista expone que ser mujer es un riesgo en Guatemala, ya que a muchas recién nacidas se les recibe con cierto menosprecio y se les depara un destino sombrío.
Asignar a las mujeres rasgos, labores y lugares propios a su sexo se ha convertido en una costumbre en el país, lo que contribuye a que crezcan con diversos condicionamientos de género y sean tratadas como seres inferiores.
Según la información, las guatemaltecas son vistas como objetos de usos múltiples, a disposición de otros, además de que, a través de la promoción de la ignorancia, a la mayoría se les ha vedado el derecho a conocer su cuerpo y a decidir sobre él.
Cofiño lamentó que instituciones como la familia, la escuela y la cultura transmitan imágenes y símbolos que refuerzan las ideas de sumisión femenina, lo que contribuye a que las mujeres crezcan sin una vida propia e independiente.
La columnista indicó que uno de los riesgos más fuertes para la mayoría de las niñas es crecer analfabetas y estar preparadas únicamente para acatar órdenes y cumplir obligaciones en un mundo que estimula la competitividad laboral.
Otro de los grandes flagelos para la población femenina es la falta de acciones para acceder a la justicia y la seguridad, situación que se evidencia en las miles de mujeres asesinadas en los últimos años ante la indiferencia de las autoridades, subrayó la periodista.
Resaltó que los riesgos y dificultades que deben superar las guatemaltecas son diversos, entre ellos ser burladas, subordinadas y estereotipadas, pero peor aún, vivir con la zozobra de ser torturadas y eliminadas.
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