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La declinación de Marta

Por Eduardo Ibarra Aguirre

Una catorcena de vocablos trágicos para ella, innecesarios para los líderes de Acción Nacional e insuficientes para el resto de la clase política, no logran aún disipar lo que para su marido estaba perfectamente claro: «No obstante, quiero afirmar que no seré candidata a la Presidencia de la República».

Asegura Julio Hernández López que las 68 letras no venían en la versión original que adelantó su oficina de prensa a los medios de comunicación. Sin ellas, la lacónica pieza discursiva resulta una exaltación desmesurada a su persona como mujer, primera dama -siempre sí-, esposa, ciudadana, presunta feminista y hasta redentora de los más desprotegidos.

Como el general secretario Gerardo Clemente Ricardo Vega García, cada vez que pronuncia un discurso, Sahagún Jiménez empezó reiterando «mi absoluta admiración y lealtad a Vicente Fox. Es un hombre cuya autoridad moral es incuestionable». La admiración en los matrimonios no es un sentimiento que se proclame a los cinco vientos. Se demuestra y punto. Y la lealtad sólo se ejerce. Pero la autoridad moral de un gobernante se forja día a día y es mejor que la reconozcan y proclamen sus gobernados.

Si «la señora Marta» nunca aspiró a ser candidata presidencial, como juraba y perjuraba públicamente y hasta molesto Vicente Fox, aunque al día siguiente ella lo desmintiera sin el menor respeto, ¿para qué se montó esa compleja red de fideicomisos en dependencias públicas que triangulan recursos de la Federación a Vamos México con propósitos muy ajenos al altruismo? En los meses recientes, pese a la autodenominada «pareja presidencial» están saliendo a la luz del día denuncias de senadores y diputados e investigaciones periodísticas como la presentada por José Martínez en Conaliteg-Vamos México. Corrupción de Estado.

El peón y la reina, bajo el sello editorial de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Sería dable esperar que no desate la furia de Reyes Silvestre Tamez Guerra.

También es sabido que Miguel Badillo documentaba periodísticamente una red semejante de fideicomisos en la Secretaría de Hacienda y que esa osadía le costó su tribuna, como a otros destacados reporteros que sólo hacen profesionalmente su trabajo, en ese México idílico que nos vende Sahagún: «La crítica abierta, el respeto a la diferencia y el debate intenso son muestra de que las libertades se ejercen sin límites. Así es hoy la democracia».

Me parece excelente que la presidenta de Vamos México discursee: «Expreso mi respeto incondicional al Presidente de la República y a las instituciones». El movimiento, dice la abuela de mis hijos varones, se demuestra andando. Y quien practica en la vida pública o en el ámbito privado, respeto a sus semejantes -no digamos a sus seres queridos-, no requiere proclamarlo ante cámaras y micrófonos.

La declinación de Sahagún a la candidatura presidencial se produce una semana después de la carta de renuncia de Alfonso Durazo -«Si uno de los 12 apóstoles abandonó a Jesucristo»-, que corroboró lo que muchos mexicanos, sin trabajar casi cuatro años en Los Pinos, saben y padecen: los afanes dinásticos del dueto Fox-Sahagún, las delirantes ambiciones de poder de «la señora Marta» y el atropello sistemático de las más elementales prácticas republicanas.

El tema ha sido tratado con tanta ignorancia y frivolidad por «la pareja presidencial» desde que Fox precipitó irresponsablemente la carrera por la sucesión presidencial, el 17 de julio de 2003, que ahora no le cree a la declinante el 65 por ciento de los mexicanos. Y 76 por ciento no comparte la veracidad de otra frase del discurso que es un monumento al cinismo: «En este sentido quiero dejar claro que nunca he intervenido ni intervendré en decisiones institucionales que sólo competen al Presidente de la República».

Allí está Laura Valdés para que avale el dicho de Marta. La «amigocha texana» defendida primero con obstinación y torpeza por Fox en Sudamérica, después no fue destituida ni renunciada de la dirección de la Lotería Nacional (Lotenal), sino muy bien reconocida por el Presidente en actitud de jefe de pandilla, pero bajo investigación por desvíos de recursos públicos para fines privados.

Fraseología aldeana y narcisista aparte, el trasfondo de esta telenovela en horario estelar es que comenzó la curva del declive de Vicente Fox como presidente de la República. El dirigente de los industriales de Naucalpan, Raúl Enrique Bayron -el de la carta abierta en La Nación de Buenos Aires, bajo el título de «Despierta Vicente: Mira que en México ya amaneció-, lo dice de manera llana: «La percepción de la ciudadanía es que la señora Marta Sahagún es la que controla el gobierno».

Destacados integrantes de los grupos que lo apuntalaron para llegar a Los Pinos continúan desertando por convicción y en búsqueda de oportunamente tener las manos libres para los reacomodos sexenales. La poderosa e influyente prensa estadounidense que tanto se entusiasmó con el triunfo de Fox en las urnas, se ha vuelto su crítico y muy severo.

The New York Times, por ejemplo, les recordó editorialmente a los «verdaderos demócratas», como gustan autodenominarse Sahagún y Fox: «Martita no sólo está debilitando la presidencia de Fox, sino también la incipiente democracia mexicana… La preocupación del gobierno por la viabilidad presidencial de la primera dama y el hecho de que ella se apoya en el cargo de su esposo para ubicarse como santa matrona de la caridad mexicana, hacen mofa de la idea de una ruptura clara con el viejo régimen corrupto».

Y como en los tiempos en que Carlos Salinas de Gortari despachaba en Los Pinos, enseguida vino la declinación formal, porque la real empezó hace un buen rato.

*Director de Forum. [email protected]

2004/EA/GV/SM

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