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La iglesia necesita pobres

Por Marta Guerrero González

En todo este asunto de la iglesia católica en contra de los movimientos feministas, y en las posibles y contadas posiciones de ventaja frente al hombre, el Vaticano descalifica a las mujeres por la condición señalada por Dios. ¿? No es un chiste, en verdad centra el argumento de las diferencias entre ambos sexos y la calidad inferior de la mujer «porque así lo quiso Dios». Asunto que sin duda le fue confiado a un hombre.

En el supuesto de atender a la fe, habría que aceptar que una cosa es lo dicho por Dios o Jesús, y otra muy distinta la organización de su iglesia, que si nos ajustamos a la Biblia, fue encargada a Pedro quien contaba con un equipo, en el que casualmente no participaba ninguna mujer.

Pero no tiene uso hablar sobre valores, preceptos, y, normas entendidas y aceptadas por feligreses en todas las religiones. El comentario pertinente, si valiera la pena el esfuerzo, sería la anotación, de una agenda vaticana, ciega a los derechos humanos, a la equidad, al reconocimiento de la fuerza de trabajo de las mujeres, y al principal contenido de las razones de la pobreza; el nulo o escaso apoyo al desarrollo de niñas, jóvenes y mujeres maduras. El abandono de mujeres con prole por parte de los familiares varones. El maltrato y sumisión que ciñen la voluntad de romper y escapar de ese futuro enano, hereditario y denigrante.

El Vaticano otorga, con carácter divino, el distintivo de superioridad masculina y señala, que nosotras las mujeres, somos inferiores porque Dios así lo quiso y, más nos vale aceptar, nuestra condición milenaria y no violentar las cosas, con movimientos que alerten a otras mujeres con el único afán de confundirlas en cuanto a su verdadera misión en la vida.

Con perdón y respeto, le diría al Vaticano que si su argumento no fuera tan estúpido, valdría la pena argumentar en contra; más frente a una decisión tomada por Dios y escuchada, supongo, por unos selectos, es inútil debatir.

Sin embargo, la voz vaticana, instruye a curas y demás jerarcas de la iglesia y, por lo menos, en América Latina, puede causar un daño muy grave; desde conductas agresivas en contra de la mujer, hasta violencia intrafamiliar, y por ahí alentar los asesinatos en Juárez.

Los organismos internacionales deberían exigir al cardenal Joseph Ratzinger, no sólo una disculpa mundial a las mujeres, si no la rectificación de su malograda carta, con una valoración femenina y un crédito a los movimientos y esfuerzos por elevar la calidad de vida de la población femenina y así empezar a desbaratar la pobreza; esa que tanto mantiene a la iglesia.

*Periodista y escritora mexicana

2004/MG/GV/SM

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