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La impunidad en Castaños puede llevar al país a la dictadura

Por Redaccion

Hoy que se cumple un año de que 20 soldados violaron a 14 mujeres en la zona de tolerancia en Castaños, Coahuila, Raúl Vera, obispo de la Diócesis de Saltillo exhortó que «al momento de dar sentencia a los culpables, se piense en la justicia conforme a la ley, no en los intereses que surgen de pactos políticos entre grupos de poder».

En rueda de prensa, el Obispo, con apoyo del Centro Diocesano para los Derechos Humanos Fray Juan de Larios, ofreció un pronunciamiento en donde asegura que «es delicado que al Ejército no se le pidan cuentas» y denunció que «haya habido y siga habiendo hostigamientos (para las víctimas) durante el proceso que lleva a cabo la Procuraduría estatal».

Dijo también que es un riesgo que se baje el nivel a la justicia a nivel estatal y que sería terrible dejar en la impunidad estos hechos. Si este hecho queda en la impunidad, se corre el riesgo de que se lleve al país a vivir una dictadura. «Será un escándalo, si en el caso Castaños no se hace justicia o las autoridades suavizan el resultado».

Entiendo, agregó, que estamos siendo gobernados y vigilados por el Ejército.

Sobre su papel en la difusión del caso, aseguró que no le corresponde a la Iglesia dictar la sentencia, pero sí promover el respeto a las víctimas.

Este es el texto íntegro del pronunciamiento signado por el Obispo Raúl Vera:

«Los Derechos Humanos son las libertades y derechos básicos que toda persona posee debido a su condición humana, mismos que le servirán de garantía para poder desarrollarse plenamente y tener una vida digna. Estos derechos deben responder a necesidades personales, de grupos y sociedades, como la alimentación, educación, salud, empleo, medio ambiente sano, respeto a la integridad física y psicológica, libertad de expresión, religión y tránsito, etc. Cuando estos se garantizan, promueven el respeto a la dignidad humana.

Cuando se violan los derechos humanos, es cuando funcionarios, servidores públicos o autoridades, abusan del poder que tienen, vulnerando o negando los derechos de las personas, o incluso, cuando amenazan con negarlos, cuando no los respetan o no los hacen respetar. Si el Estado no garantiza los derechos humanos y no sanciona a los responsables de violarlos, entonces se convierte no sólo en cómplice de servidores corruptos, sino que atenta contra la humanidad.

Tanto las autoridades como los ciudadanos, somos responsables de cuidar, promover y difundir el respeto a la dignidad y a la vida, lo mismo que denunciar la falta de ello. Es así, que a un año de las agresiones que sufrieron nuestras hermanas trabajadoras de los salones de la zona de tolerancia de este municipio, queremos dar una palabra que ilumine las conciencias de todas las personas que desean el bienestar social, y sobre todo los corazones de cada una de las mujeres maltratadas y los hombres agredidos. Nuestra denuncia busca que al momento de dar sentencia a los culpables, se piense en la justicia conforme a la ley, no en los intereses que surgen de pactos políticos entre grupos de poder.

HACE UN AÑO

El pasado 11 de julio, 14 mujeres sexoservidoras y bailarinas, vulnerables por el tipo de trabajo que desarrollan y el peso de singulares prejuicios sociales, fueron atacadas sexualmente por elementos del Ejército Mexicano en la zona de tolerancia de Castaños, Coahuila. Recordamos también que hubo policías, taxistas, clientes, y administradores afectados.

Con uniformes, armas y vehículos oficiales los militares cometieron una serie de delitos. Hubo mujeres violadas sucesivamente por diferentes soldados. Esa madrugada, las armas sirvieron una vez más para golpear, amedrentar, e intimidar.

Las autoridades han confirmado la deserción de un par de militares de la Sexta Zona Militar y el que tres elementos identificados por las víctimas siguen prófugos. Por falta de pruebas, se le dio libertad a uno de los militares también identificado. Lo que significa que el trabajo está aún incompleto.

Ante una autoridad, dos de las mujeres se retractaron de su primera denuncia, sin que hasta ahora conozcamos la valoración que hará el juez, lo que sí aseguramos es que el ambiente que no soportaron estas chicas fue el hostigamiento constante que caracterizó el proceso.

INCONSISTENCIAS

Durante el proceso, ha habido un cerco en torno a las mujeres dañadas, tanto en el orden de información, como en cuanto al apoyo espiritual a las víctimas. El apoyo que de parte de grupos solidarios, defensores de los derechos humanos y pastores, se quiso ofrecer, fue obstruido.

Suena inverosímil que transcurrido ya un año de que se realizó este atropello, el juez no haya reunido elementos suficientes para darse cuenta del alto grado de culpabilidad que tienen los militares. Hay que tomar en cuenta:

Que no hubo grande dificultad para identificar a los agresores, pues todos ellos pertenecían al grupo de militares destacamentado en el edificio donde se encontraban almacenadas las boletas de la elección del 2 de julio del 2006, correspondientes a estos distritos electorales y que quienes los fueron a sacar de los salones, fueron otros elementos del Ejército Mexicano, pertenecientes a la plaza de Monclova.

Que quienes escuchamos a las víctimas al día siguiente de la agresión pudimos constatar el exceso de crueldad con el que fueron tratadas y la experiencia de terror y angustia al que estuvieron sometidas durante tanto tiempo. Mismos sentimientos experimentados por los policías agredidos, quienes también sufrieron amenazas por parte de los militares, y quienes también integraron su respectiva denuncia. Todos los detalles de los delitos cometidos, están documentados antes las autoridades municipales y estatales.

Que las mujeres dañadas presentaron una denuncia formal, identificaron a los militares violadores y confirmaron puntualmente lo denunciado en una prolongada verificación ocular realizada por el juez en el mismo lugar de los hechos, la noche del 26 de marzo.

DESDE LA FE CRISTIANA

Desde nuestra visión cristiana pedimos a la sociedad que no nos dejemos llevar por prejuicios que califiquen a las mujeres trabajadoras de salones como «El Pérsico y Las Playas», y dichos prejuicios condicionen nuestro ánimo para no exigir un juicio que repare la injusticia que los militares cometieron contra ellas.

Para quitarnos esa mentalidad, nos ayuda el pasaje del evangelio de Lucas en el capítulo 7, versículos 38 a 46, que nos describe la posición que tomó Jesús ante Simón el fariseo, que lo había invitado a comer a su casa, cuando éste juzgó con desprecio a una mujer que se dedicaba a la prostitución, y que se atrevió a entrar en esa casa, se postró llorando ante Jesús, le ungió los pies con un perfume muy fino, y con su cabello secaba las lágrimas que caían sobre los pies del Señor. Al mismo tiempo que miraba con profundo desprecio a la mujer, el fariseo Simón, juzgaba a Jesús porque permitió que una mujer con ese tipo de vida, tocara sus pies.

Jesús reprochó al fariseo la desatención con la que él lo recibió en su casa, sin realizar ninguno de los signos propios de la buena hospitalidad judía, actitud que contrastaba con el trato lleno de amor y humildad de parte de aquella mujer hacia Jesús. Por ello él elogió la entereza de la mujer para reconocer su dignidad, misma que demostró a Jesús con su capacidad de amar. También con el reconocimiento de la propia dignidad, reconoció sus errores y Jesús se los perdonó.

Nuestras hermanas, sexoservidoras y bailarinas, desde la conciencia de la propia dignidad, han sacado fuerzas para denunciar a los militares, sobreponiéndose al miedo que en ellas han podido provocar las amenazas y los hostigamientos de que han sido objeto. Con ello han mostrado su amor al resto de la sociedad, porque su silencio hubiera dejado en la impunidad y en la libertad a sus agresores, en perjuicio de todos nosotros, pues la impunidad los hará creer que nadie los puede frenar y que es válido todo lo que se les ocurra para obtener lo que quieren aunque sea por medios ilícitos y delictivos.

Como cristianos, tenemos la obligación de defenderlas en todo lo que vale su dignidad, como hizo Jesús para defender a aquella mujer. Pedimos justicia para ellas y protección para sus vidas y su integridad física. Lo mismo pedimos para sus familiares, también. No aplicar la debida justicia, es exponerlas a la venganza de quienes fueron denunciados por ellas.

Gracias a don Mario, a Paty, a Dulce, a Wendy, y a quienes abrieron sus corazones a nosotros desde hace un año. Por ustedes y con ustedes, rogamos a Dios para que se haga justicia y sigan ustedes con la frente de alto, luchando por ser mejores cada día, siendo ejemplo para nosotros.

Castaños, Coahuila, a 11 de julio del 2007.

Fr. Raúl Vera López, O.P.

Obispo de Saltillo».

07/GG/CV

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