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La prostitución legal aumenta el abuso sexual contra la infancia

Por Guadalupe Gómez Quintana

El intento por legalizar la prostitución ?una tendencia en varios países del mundo, incluido México, en donde ya existe una iniciativa en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal- no acaba con su práctica clandestina, ni disminuye su demanda, pero sí incrementa el abuso sexual contra menores de edad e incide desfavorablemente en la salud y los derechos de las mujeres.

Así lo explica Janice G. Raymond, de la Coalición contra el Tráfico de Mujeres y Niñas, quien hace explícitas las razones de tal posición, en un documento elaborado por ella en 2003, titulado «Diez razones para no legalizar la prostitución».

La legalización/despenalización de la prostitución, explica la experta, aumenta la prostitución clandestina, ilegal y la prostitución de la calle, contra el argumento que suponía iba a sacar a las mujeres prostituidas de la calle.

Muchas mujeres no quieren registrarse ni someterse a revisiones médicas, tal y como lo requiere la ley en ciertos países en los que se ha legalizado la prostitución. Por lo tanto, la legalización a menudo las conduce a la prostitución de la calle.

Además, muchas mujeres eligen la prostitución de calle porque quieren evitar ser controladas y explotadas por los nuevos «hombres de negocios» de la industria del sexo.

En Holanda, las mujeres que están en la prostitución señalan que la legalización y despenalización de la industria del sexo no acaba con el estigma sino que, al contrario, hace a las mujeres más vulnerables frente al abuso ya que al tener que registrarse pierden el anonimato.

Así que la mayoría de las mujeres que están en la prostitución, a pesar de todo eligen proceder de manera ilegal y clandestina. Las y los miembros del parlamento que en un principio apoyaron la legalización de los prostíbulos basándose en el supuesto de que esto iba liberar a las mujeres, están viendo ahora cómo la legalización refuerza la opresión de las mujeres.

Los argumentos que defendían que la legalización iba a terminar con los elementos criminales de la industria del sexo han fracasado. El aumento de la prostitución en Australia desde la legalización se ha dado en el sector ilegal. Desde la llegada de la legalización en Victoria los prostíbulos se han triplicado y se han expandido, y la mayoría de ellos no tiene licencia aunque se anuncien y operen con total impunidad, expone Raymond.

En «New South Wales», los prostíbulos fueron descriminalizados en 1995. En 1999, el número de prostíbulos en Sydney había aumentado de manera exponencial a 400-500. La mayoría no tiene licencia. Para terminar con la endémica corrupción policial, el control de la prostitución ilegal pasó de estar en manos de los policías a estar en manos de los ayuntamientos locales. Pero los ayuntamientos no tienen ni el dinero ni el personal para poner investigadores en los prostíbulos y acabar con y procesar a los empresarios ilegales.

PROMUEVE EL ABUSO SEXUAL INFANTIL

La legalización de la prostitución y la despenalización de la industria del sexo promueven la llamada prostitución infantil, definida más concretamente como abuso sexual infantil.

Otro de los argumentos que defendía la legalización de la prostitución en Holanda, opina Raymond, era que iba a ayudar a acabar con la prostitución infantil. La realidad en cambio ha mostrado lo contrario, ya que en Holanda ha aumentado dramáticamente durante la década de 1990.

La Asociación de Ámsterdam «Child Right» estima que la cifra ha aumentado de 4 mil niñas y niños en 1996 a 15 mil en el 2001. Y estima que al menos 5 mil de quienes están en la prostitución provienen de otros países, un número importante de los cuales son niñas nigerianas.

La prostitución infantil ha aumentado dramáticamente en Victoria en comparación con los otros Estados de Australia donde la prostitución no ha sido legalizada. De todos los Estados y territorios de Australia, el mayor número de informes en torno a la prostitución infantil proviene de Victoria.

El estudio dirigido por ECPAT (End Child Prostitución and Trafficking – Acabar con el tráfico y la prostitución infantil) en 1998, y realizado para la «Australian National Inquiry on Child Prostitución» (Centro de Investigación Nacional de Australia sobre la Prostitución Infantil), mostró que existía un aumento del comercio organizado de prostitución infantil.

NO PROTEGE A LAS MUJERES

La legalización/despenalización de la prostitución no protege a las mujeres que están en la prostitución, argumenta Raymond.

La Coalición Internacional contra el Tráfico de Mujeres (CATW) ha realizado dos estudios importantes sobre el tema y entrevistó a casi 200 víctimas de la explotación del comercio sexual. En este estudio, las mujeres que estaban en la prostitución indicaban que tanto si se encontraban en establecimientos de prostitución, legales o ilegales, éstos hacían muy poco para protegerles a ellas.

«En caso de proteger a alguien, protegen a los clientes».

Un estudio de la CATW realizado en 5 países, en los cuales se entrevistó a 146 víctimas de la trata internacional y de la prostitución local, muestra que el 80 por ciento de las mujeres entrevistadas sufrieron violencia física por parte de los proxenetas. También muestra que todas ellas sufrían similares y múltiples consecuencias de salud derivadas de la violencia y de la explotación sexual.

La violencia que sufrían las mujeres era una parte intrínseca de la prostitución y de la explotación sexual. Los proxenetas utilizaban la violencia por diferentes motivos y con diferentes propósitos. La violencia era utilizada para iniciar a algunas mujeres en la prostitución y para derrumbarlas y vencerlas con el objetivo de que realizaran los actos sexuales.

Después de la iniciación, en cualquier momento, la violencia era utilizada con el fin de gratificar a los proxenetas, como una forma de castigo, para amenazarlas e intimidarlas, para ejercer la dominación de los proxenetas, para exigir conformidad, para castigar a las mujeres por presuntas «infracciones», para humillar a las mujeres y para aislarlas y recluirlas.

Las mujeres que señalaron que los establecimientos sexuales les ofrecían alguna protección, matizaron añadiendo que ningún «protector» estaba nunca en la habitación con ellas, donde cualquier cosa podía ocurrir. Una mujer que estaba en la prostitución que funciona a través de llamadas telefónicas declaró que: «El conductor es como un guardaespaldas. Se supone que tienes que llamarle una vez entras para confirmar que todo va bien. Pero no se quedan junto a la puerta mientras tú estas allí, así que puede ocurrir cualquier cosa».

Los estudios realizados por CATW hallaron que incluso cuando se utilizaban cámaras de vigilancia en los establecimientos, el objetivo era proteger el establecimiento. La protección de las mujeres de los abusos era secundaria o no importaba.

AUMENTA LA DEMANDA

La legalización/despenalización de la prostitución aumenta la demanda de la prostitución. Incentiva a los hombres a comprar a las mujeres por sexo en un entorno social más permisible y de mayor aceptabilidad.

Con la llegada de la legalización en los países que han despenalizado la industria del sexo, muchos hombres que no se hubieran arriesgado a comprar una mujer para tener sexo, ahora ven la prostitución como algo aceptable. Cuando las barreras legales desaparecen, también desaparecen las sociales y éticas respecto al hecho de tratar a las mujeres como productos.

La legalización de la prostitución supone enviar el mensaje a las nuevas generaciones de hombres de que las mujeres son productos sexuales, y de que la prostitución es una forma de diversión sin riesgo.

Como los hombres tienen un exceso de oferta de «servicios sexuales», las mujeres tienen que competir en la oferta de servicios dedicándose al sexo anal, sexo sin condón, relaciones de esclavitud y dominación y otras tendencias demandadas por los clientes.

Cuando se legaliza la prostitución, todos los controles están prohibidos. Por ejemplo, las capacidades reproductivas de las mujeres se convierten en productos para la venta. Todo un grupo nuevo de clientes encuentra excitante el embarazo y demanda leche de pecho en sus encuentros sexuales con mujeres embarazadas. Existen prostíbulos que ofertan servicios a hombres discapacitados y las y los cuidadores contratados por el Estado, que en su mayoría son mujeres, están obligadas ha llevar a estos hombres a los prostíbulos si ellos lo desean.

Las autopistas de Victoria están llenas de anuncios que ofertan a mujeres como objetos sexuales y enseñan a las nuevas generaciones de hombres a tratar a las mujeres como subordinadas. Se anima a los hombres de negocios a que tengan sus reuniones de empresa en los clubes donde hay mujeres que sirven las mesas desnudas durante la hora de comer y del té o café.

El dueño de un prostíbulo de Melbourne declaró que la mayoría de los clientes eran «hombres profesionales bien educados, que acuden durante el día y después van a sus casas a reunirse con sus familias». Las mujeres que desean relaciones más igualitarias con los hombres se encuentran con que a menudo sus compañeros visitan los prostíbulos y los clubes sexuales. Tienen la opción de aceptar que sus parejas masculinas están comprando mujeres a través transacciones sexuales comerciales, pueden negarse a reconocer lo que sus parejas están haciendo o pueden romper con la relación.

El proyecto de ley del Gobierno Sueco 1997/98:55 sobre la Violencia Contra las Mujeres, prohíbe y penaliza la compra de «servicios sexuales». Es un enfoque innovador que se centra en la demanda de la prostitución.

Suecia cree que «prohibiendo la compra de los servicios sexuales, la prostitución y sus efectos perjudiciales pueden contrarrestarse de una manera más efectiva que la que ha existido hasta ahora». Y lo que es más importante, esta ley claramente afirma que «la prostitución es un fenómeno social no deseable» y que es «un obstáculo para el actual desarrollo hacia una igualdad entre hombres y mujeres».

NO PROMUEVE LA SALUD

La legalización/despenalización de la prostitución tampoco promueve una mejora de la salud de las mujeres, explica Raymond.

Un sistema basado en la legalización de la prostitución en el que se obligue a las mujeres, y no a los clientes, a chequeos y certificados de salud es descaradamente discriminatorio para las mujeres. Los chequeos de salud que son «solo para mujeres» no tienen ningún sentido a nivel de salud pública porque el controlar a las mujeres prostituidas no les protege a ellas del SIDA o de las infecciones de transmisión sexual (ITS), ya que los hombres pueden transmitir, y en un principio son los que transmiten, las enfermedades a las mujeres.

Se argumenta que los prostíbulos legalizados u otros establecimientos de prostitución «controlados» «protegen» a las mujeres a través de políticas dirigidas a imponer la obligación de usar condón.

En un estudio de la CATW que se realizó en EEUU, las mujeres entrevistadas que estaban en la prostitución declararon lo siguiente: el 47 por ciento afirmó que los hombres esperan tener sexo sin condón; el 73 por ciento declaró que ofrecen pagar más para tener sexo sin condón; el 45 por ciento de las mujeres dijo que sufrirían abusos si insistieran en que los hombres usaran condón.

Algunas mujeres dijeron que ciertos establecimientos puede que tengan normas que establezcan que los hombres tienen que usar condón, pero que en la realidad, los hombres siguen intentando tener sexo sin esa protección. Una mujer afirmó. «la ?regla? dice que hay que utilizar condón en la sauna, pero es negociable entre las partes. La mayoría de los hombres piden felaciones sin condón.

En la realidad, la imposición de las políticas en torno a la utilización del condón se deja en manos de las mujeres que están en la prostitución, y la oferta de dinero extra es una presión insistente. Una mujer afirmó: «Sería una mentirosa si dijera ?Oh, siempre uso condón?. El condón desaparece cuando hay dinero extra en juego. Estaba mirando al dinero extra.»

Muchos factores juegan en contra del uso del condón: la necesidad de las mujeres de ganar dinero; la disminución del atractivo de las mujeres mayores para los hombres; hacer frente a la competencia de los lugares donde no exigen condón; la presión de los proxenetas para que las mujeres tengan sexo sin condón y ganen más dinero; la necesidad de tener dinero por ser adictas a alguna droga o para pagar al proxeneta; y la falta de control que en general tienen las mujeres que están en la prostitución sobre sus propios cuerpos.

Las denominadas «políticas de seguridad» en los prostíbulos no protegieron a las mujeres de los abusos. Incluso cuando los prostíbulos supuestamente controlaban a los «consumidores» y utilizaban «gorilas», las mujeres afirmaron que fueron lesionadas por los compradores y que, algunas veces, por los dueños de los prostíbulos y por sus amigos.

Incluso cuando alguien intervenía para controlar el abuso de los compradores, las mujeres vivían en un clima de terror. Aunque el 60 por ciento de las mujeres dijo que algunas veces se había impedido que los compradores abusaran de ellas, la mitad de estas mujeres contestaron que en algún momento habían sentido que podrían haber sido asesinadas por alguno de sus «clientes», concluye Raymond.

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