Aunque la violencia entre las personas tiene muchas variantes, que no permiten generalizaciones, legalmente existen formas y psicológicamente se caracterizan por tipos que nos permiten afirmar que esta conducta se «siembra» en el hogar, afirmó la doctora Sofía Rivera Aragón, especialista en el tema, de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
La doctora Rivera Aragón señaló lo anterior al participar en la mesa redonda «Tantito puede ser mucho. Violencia de los jóvenes», del programa Sumas sin restas, organizado por la Dirección General de Atención a la Comunidad Universitaria, con motivo de la celebración del 60 aniversario de los derechos humanos.
Sofía Rivera, quien ha trabajado por más de 25 años en la investigación y es especialista en sentimientos negativos como la violencia en la pareja, señaló que una de las explicaciones que se da a la conducta violenta es que fue padecida por la persona en la infancia, quien la ejerce de adulto es porque la sufrió antaño. Y recordó que según datos del último estudio del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), nueve de cada 10 mujeres jóvenes declararon que han sufrido alguna situación de violencia.
Este fenómeno es producto de una interacción social, donde una figura a la que se le ha denominado «violentador» tiene el dominio del poder y lo ejerce sobre otro individuo, llamado «violentado» y recibe los efectos, apuntó.
La violencia es una conducta generalizada que se repite en todos los estratos, genera graves consecuencias en el tejido social y deriva en problemas mayores, dijo la especialista, en coincidencia con lo señalado por José Luis Cisneros, de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Xochimilco, quien participó también en la mesa redonda.
MIEDO Y VIOLENCIA
La violencia cada vez se convierte, en la Ciudad de México, en una actitud cotidiana que está aceptada por la mayoría de la población, aseguró José Luis Cisneros, lo que se denota en el uso de frases como: ¡cuídate mucho!, o ¡si uno no se cuida entonces quién!
El ejercicio de este comportamiento en la urbe, refirió, alude a la construcción de un imaginario, donde el sujeto se conforma y se asume como víctima y victimario, con la posibilidad de jugar ambos roles en alguna situación.
Alude a la idea de un enemigo, que se ha construido en la mente de cualquier citadino, aseveró, como un joven con ciertas características, un delincuente en potencia y carga en su imagen diversos estigmas sociales.
Este panorama remite al miedo, expuso, y se observa en los discursos transmitidos, donde la nota roja caracteriza al delincuente en ese grupo.
En la actualidad, la figura y papel de este sector es la más estigmatizada aunque, paradójicamente, se vive en una sociedad en donde la gran mayoría de la población es joven y, sin embargo, no son considerados para la toma de decisiones, refirió.
El miedo, rememoró, constituye una parte fundamental en la historia de la humanidad pues, gracias a él, ha tenido la posibilidad de evolucionar colectivamente, incluso ha desarrollado, gracias a esta sensación, un arsenal de instrumentos, que han servido para su beneficio y su defensa.
Sin embargo, en otros ámbitos, también ha sido empleado como un elemento de control y dominación, concluyó.
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