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Lorna Norori y Marta Blandón, acusadas por defender DH

Por Redaccion

Lorna Norori y Marta María Blandón, dos de las nueve feministas demandadas penalmente en Nicaragua por «apología del aborto», entre otros presuntos delitos, recuerdan en entrevista exclusiva con Soledad Ortega, de Mujereshoy, el caso de Rosita, que dio origen a la polémica denuncia penal.

Lorna Norori y Marta María Blandón son las activistas nicaragüenses, de la Red de Mujeres contra la Violencia de ese país, que asistieron a los padres y a la niña de 9 años violada y embarazada en Costa Rica.

Conversaron con Mujereshoy sobre el aborto terapéutico, la presión del gobierno y la iglesia católica nicaragüenses, las organizaciones de mujeres y la desarticulación de la sociedad civil en Centroamérica.

Ambas mujeres, relata Ortega, conocieron el caso como todo el mundo: a través de los medios de comunicación y fueron en busca de Rosita y su familia a Costa Rica; los acompañaron durante la entrega del diagnóstico de riesgo de muerte que «gatilló» el aborto terapéutico realizado a la menor; buscaron a los profesionales para la junta médica que aprobó este proceso legal en Nicaragua, y, como ellos, tuvieron que resistir los embates del gobierno y la iglesia católica de país centroamericano y hasta sufrir la excomunión por parte de las autoridades eclesiásticas.

Una hazaña que, reconocen, no hubiera sido posible sin el apoyo de las organizaciones civiles, especialmente de mujeres, tanto en Costa Rica como Nicaragua, y que aprovecharon de rememorar con Mujereshoy.com durante una visita a Chile, donde junto a los padres y Rosita asistieron a un programa de televisión, que se convirtió en la primera y polémica aparición pública de la niña.

Ésta es la entrevista, que hoy cobra especial relevancia por la denuncia penal que sobre ellas pesa y por el rechazo de mujeres y organizaciones feministas ante la penalización absoluta del aborto en Nicaragua, apoyada por el presidente Daniel Ortega:

EL CONTACTO

–¿Cuál fue la primera reacción de los padres de la menor cuando ustedes entran en contacto con ellos? –pregunta Soledad Ortega.

— En la embajada de Costa Rica –respondió Lorna– entramos en contacto con el embajador y a través de él buscábamos a la familia. Casualmente el padre iba llegando a la embajada y tuvimos la posibilidad de conocerlo. Ahí aprovechamos de concretar un nuevo encuentro, que por supuesto no fue muy agradable: eran una pareja que desconfiaba de todo el mundo. El estado de angustia y el estigma que habían desarrollado en torno a ellos los medios de comunicación había generado en ellos una desconfianza total a cualquier persona que se les acercara.

— Ellos fueron de a poco abriéndose, comunicándose –dice Marta María–. La niña también se mostraba desconfiada. Imagínate que se encontraba en un hospital sola, en una habitación casi aislada.

— Llama la atención la tremenda capacidad de organización de los grupos de mujeres y otras instancias, como algunos médicos, de la sociedad civil nicaragüense en apoyo a este caso, ¿cómo vivieron ese proceso tan espontáneo?

— Esto tiene sus raíces –explica Lorna–. No fue tan casual, aprovechamos toda la experiencia y relaciones que teníamos como movimiento de mujeres. En Costa Rica también tuvimos alianzas con grupos de mujeres. En diferentes niveles fueron mujeres que ayudaron.

— Tomando en cuenta la cercanía que han desarrollado con la familia de la niña, ¿cómo han logrado mantener la distancia necesaria para no influenciar las decisiones de los padres?

— Personalmente – responde Lorna– yo lo hago de manera cotidiana en mi consulta, como psicóloga especialista en abuso sexual. Mi papel terapéutico con personas que viven violencia pasa por ‘empoderarlas’, es decir, que no me vean como alguien que está encima de ellas, sino como alguien que está acompañándolas. Esto me ha valido en relación a esta familia. Y aunque Marta María no hace consulta privada, también pone en función este tipo de métodos.

— Creo –continúa Marta María– que también esto se produce bajo el principio de otra línea de trabajo. Yo trabajo mucho en salud, con prestadores de servicio del sector público. Una de mis insistencias con ellos es mostrar al prestador de servicio como un facilitador, es decir, ayudar a la gente a tomar decisiones informadas. En todo momento, Lorna (desde su experiencia como terapeuta) y yo (desde mi rol de facilitadora de procesos con trabajadores de la salud) coincidimos en que había que dar a los padres toda la información y ofrecerles el apoyo para la decisión que tomaran. Es la consigna que se mantiene hasta el momento, apoyar todas sus decisiones.

— ¿Cómo fue la reacción de los padres cuando se les comunica la necesidad de un aborto para salvar a su hija?

— La violación fue ya una tragedia. Luego del embarazo –exclama Marta María–. Y después, el hecho de que se podía morir. Para los padres fue mucho y les costó mucho asimilarlo. Era un terremoto encima de otro.

— En el momento en que se informaron de los riesgos que corría su hija, era muy difícil plantearles las opciones –recuerda Lorna–. Había mucha angustia y desesperación, no tomaron la decisión por el aborto terapéutico inmediatamente, fue algo muy pensado.

— ¿Qué les pareció la decisión de ellos de venir a un programa de televisión en Chile?

— Fue una decisión pensada –responde Lorna–. Ellos tenían ofrecimientos para ir a Univisión (México), a España, desde Los Ángeles Times. Los hizo venir a Chile el hecho de que nos informamos de cómo era el programa.

— En todo caso –agrega Marta María–, ellos no querían más medios ni prensa, pero un hecho muy personal, el fallecimiento de la madre de la mamá de Rosita, creo que les «gatilló» este viaje. Eran demasiadas cosas y tal vez necesitaban olvidar. Nos pidieron si los podíamos acompañar y así llegamos.

— ¿Qué opinión les merece que hayan mostrado a Rosita en el programa?

— No estuvimos de acuerdo –dice Marta María–, fue una negociación que hicieron los conductores del programa directamente con ellos, a pesar de nuestra negativa. Además hubo preguntas que no debían hacer y que hicieron. Nosotros habíamos tenido mucho cuidado con explicarles que cosas debían evitar, pero las preguntaron igual.

— ¿Continúa el apoyo a la familia de Rosita? ¿Cuáles son los planes?

Responde Lorna:

— Ahora hay una propuesta para que ellos empiecen a trabajar, tengan un lugar estable donde vivir, ahora que la niña debe comenzar nuevamente a estudiar. De esta forma, nosotras podremos dedicarnos más a la función terapéutica. Acá hubo varias secuelas: la del abuso mismo, la de las instituciones, la de la estigmatización que ha generado toda esta situación mediática alrededor de la niña. El tener que huir de la puerta para que los medios no la vean, el estar escondida. Todo eso hay que trabajarlo. Con la madre también hay que hacer un trabajo, ella está sufriendo muchas culpas.

— Dentro de lo negativo que puede haber sido la cobertura mediática, también hubo repercusiones positivas como la gran respuesta a la campaña «Yo también quiero ser excomulgado/a» en contra a la reacción de la iglesia católica, ¿se sorprendieron por esas 30 mil personas que apoyaron a la familia y médicos?

Lorna explica:

— El 5 de marzo ya hubo una primera entrega de firmas en la Nunciatura de España. Probablemente será necesario hacer una segunda y tal vez retomarla en Nicaragua, para utilizarla en pos de las reacciones que sigue teniendo la iglesia en el país. Demás está decir que estamos muy agradecidas de esa manifestación de apoyo.

— La iglesia católica de Costa Rica y Nicaragua tiene un poder enorme y actúa muy cercana a los actuales gobiernos, ¿cómo observa este hecho la sociedad civil? ¿Se muestra cercana a esta relación iglesia-Estado?

— Lo que pasa –explica Marta María– es que Nicaragua es una sociedad muy politizada. El proceso de revolución nos introdujo cambios profundos en todos los niveles y eso hace que seamos un pueblo muy opinante, pese a las crisis económicas y a que podemos tener bajos índices de educación formal.

07/SO/GG

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