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Los señores de la guerra

Por Fabiola Calvo

El grito contra la guerra se escuchó estruendosamente el pasado 15 de febrero, cuando millones de manifestantes tomaron las calles de las principales ciudades del mundo, se volvió a oir el 15 de marzo para impedir una invasión injusta contra mujeres, hombres y niños de Irak, el 18 de marzo otro grito, ya contra las bombas.

No han podido las voces en todos los idiomas parar la invasión de Estados Unidos y sus aliados, que no lograron el apoyo de los organismos internacionales pero hicieron posible que de nuevo volviese la esperanza para continuar buscando mecanismos y formas para enfrentar a los señores del poder.

Porque ha sido posible entender que los años 60 quedaron atrás, pero el espíritu de un mundo al servicio del ser humano es necesario seguirlo intentando.

En los sesenta convocaban los estudiantes, los intelectuales, los sindicatos, los partidos pero hoy con los cambios en los medios de comunicación, un mayor acceso a la pantalla grande y a la televisión, los artistas conocedores de ese poder, destacaron por su llamados contra la guerra y su compromiso con la paz.

En ese entonces se evidenciaba la Guerra Fría, el enfrentamiento bipolar de dos potencias. Hoy se asiste a una mentalidad más amplia y al nuevo aire que traen los jóvenes poco dispuestos a enmarcarse en discursos pasados de moda.

Las grandes manifestaciones se gestaron en poco tiempo, se globalizaron con Internet y las líneas telefónicas y en las calles ondearon las banderas de los gays.

Las republicanas (en España), las sindicales, las de las coaliciones políticas, organizaciones sociales, hombres y mujeres sin sentirse agredidas por las dirigencias de los viejos tiempos enzarzadas en debates como el encabezamiento de las manifestaciones o los eslóganes que debían corear.

Las magnitud de las manifestaciones ha sido registrada por medios como El New York Times, The Washington Post, El País, El Mundo, Frankfurter Rundschau y diseccionada por analistas y académicos porque sin lugar a dudas en una señal de cambios.

La calle es una catarsis pero corre el riesgo de quedarse en el momento y llegar al desgaste pero no importa, el mundo despertó del letargo porque fue tal la magnitud de la agresión que en lo más profundo de su ser miles y miles de hombres y mujeres sintieron propia la infamia de una invasión.

No para acabar con el dictador ni para salvar a un pueblo sino para continuar dominando el mundo con la riqueza estratégica del petróleo a sus pies.

Queda la expectativa de las urnas y así lo coreaban los manifestantes en Madrid: «que se note cuando votes» y por supuesto la aplicación de una democracia participativa, a pesar de que Estados Unidos y sus aliados no respetaron la democracia internacional ni escucharon a los millones y millones en el mundo. ¿Será posible un mundo diferente?

Razón tenía Simón Bolívar cuando dijo que «Estados Unidos ha plagado a nuestra América de miseria en nombre de la libertad», sólo que amplió su poder más allende los mares.

2003/FC/MEL

       
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