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Los viejos mitos conviven con las nuevas realidades sexuales

Por Sara Más

De los viejos mitos a la modernidad, entre el peso de la tradición y una mayor tolerancia, las formas de asumir y acercarse a la sexualidad han variado en Cuba al ritmo de los cambios sociales y los nuevos tiempos.

«El impacto no es homogéneo. En algunos aspectos de la sexualidad, y sobre todo en las relaciones entre los géneros, hemos avanzado, pero en otros no», asegura Reina Fleitas, profesora de Sociología de la Universidad de La Habana.

Especialistas de diversas ramas coinciden en que las miradas a la sexualidad entre cubanos y cubanas han evolucionado, aunque en ciertas zonas o espacios todavía asoman viejos valores, algunos nuevos se establecen y otros están aún por definirse.

Así lo señalaron en un debate que bajo la interrogante ¿Entendemos la sexualidad? convocó la revista cubana Temas, una publicación trimestral dedicada a asuntos de cultura, ideología y sociedad.

«En nuestra cultura la virginidad ya no es un mito», cita como ejemplo Fleitas, y señala que al mismo tiempo «se aprecian actitudes conservadoras en algunas manifestaciones de la cultura, como la música popular, cargada de estereotipos sexuales».

Muchos de los cambios relacionados con este tema, reconocidos actualmente como avances, comenzaron en la pasada década de los sesenta con la llamada revolución sexual y las transformaciones iniciadas en la vida de las cubanas.

Entre las primeras políticas dictadas por el gobierno cubano desde 1959 estuvieron las acciones dirigidas a promover el empleo femenino y la inserción social de la mujer, en igualdad de oportunidades que los hombres.

Con acceso legal al aborto practicado en instituciones médicas por personal especializado, desde 1965 las cubanas tuvieron libre decisión sobre su cuerpo, número de hijos y momento para tenerlos.

«El tema central fue la mujer y desde ahí se propiciaron reflexiones a otros ámbitos», afirma Mariela Castro, master en sexualidad y directora del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX).

A partir de que la mujer «pidió reconocimiento, su espacio, todos éstos han sido años de búsqueda y creación de una nueva nación», asegura la especialista.

Mitos y valores como la virginidad femenina o el matrimonio como medio de ascenso social fueron superados definitivamente por los jóvenes, quienes también dejaron de ver un estigma en las divorciadas y ejercieron con no poco entusiasmo su libertad sexual.

El divorcio pasó a tener otro carácter, como paso legítimo en la búsqueda de un vínculo satisfactorio, y se impusieron las relaciones de pareja más abiertas y desprejuiciadas.

Pero los años 60 del pasado siglo marcaron también la época en que no pocos homosexuales fueron llevados a las Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP), campos de trabajo hacia donde eran movilizados militarmente hombres cuyas actitudes sociales, culturales, éticas o religiosas no se consideraban propias de un miembro de la nueva sociedad socialista.

«La homosexualidad también tuvo una etapa triste; algo que por suerte se ha modificado», afirma la directora del CENESEX.

La revisión crítica del tema que hoy alcanza los medios de prensa e instituciones académicas tuvo un momento importante en 1993, con el estreno de la película Fresa y Chocolate.

Dirigida por Tomás Gutiérrez Alea y basaba a su vez en el cuento El lobo, el bosque y el hombre nuevo, del escritor Senel Paz, la historia colocó en el centro del debate público el tema de la homosexualidad y la homofobia, con un claro llamado a la tolerancia.

La sexualidad, el erotismo y las relaciones de pareja siempre fueron asuntos que hallaron reflejo, de un modo u otro, en la literatura y otras manifestaciones artísticas cubanas, en diversas épocas.

Para el joven escritor Alberto Guerra, el tratamiento a la sexualidad en la literatura también ha variado de un acercamiento ingenuo en la década de los 80 a una apertura temática y menos inocente en los 90, de la mano sobre todo de las mujeres.

Entre los nuevos temas aparecen el travestismo, la prostitución, las relaciones lésbicas, la violencia doméstica, la pedofilia, el homoerotismo o las violaciones. «Se abren las puertas a una gran cantidad de asuntos por tratar y que antes no solían aparecer», señala Guerra, licenciado en Historia y Ciencias Sociales y laureado narrador de cuentos de temas contemporáneos.

En la producción literaria destacan autoras como Ena Lucía Portela, Anna Lidia Vega Serosa, Marilyn Bobes y Mylene Fernández Pintado, que «abordan temas antes apenas tratados o considerados tabúes», apunta la ensayista y crítica Luisa Campuzano en un artículo publicado por la revista Temas.

Pero como lo mismo los cambios sociales trajeron comportamientos y conductas sexuales que fueron bien recibidos, llegaron otros menos deseados de la mano de las relaciones libres y la estancia de los jóvenes en las escuelas en el campo donde, de lunes a viernes, conviven lejos de casa.

Los nuevos problemas tienen que ver, sobre todo, con la población joven y adolescente, que tiene poca preparación sobre sexualidad y salud reproductiva y está ávida de información.

Sus manifestaciones más notables son el inicio precoz de las relaciones sexuales, el embarazo en la adolescencia, la promiscuidad, el abuso del aborto y el abandono de los estudios debido a la maternidad temprana.

Si 20 años atrás los jóvenes iniciaban las relaciones sexuales a los 17 y 18 años de edad, ahora lo hacen entre los 14 y 15 años, según sus propias declaraciones.

Entre las mayores preocupaciones está la existencia de un importante número de mujeres que antes de cumplir los 20 años viven los principales acontecimientos de su vida reproductiva: primer coito, unión, embarazo, maternidad o aborto y disolución del vínculo amoroso.

El programa cubano de educación sexual, que abarca la totalidad de las escuelas secundarias básicas, busca influir positivamente sobre situaciones de ese tipo que muchas veces llevan al abandono escolar.

De 1997 a 2001 se redujo la deserción escolar por motivos de embarazos y matrimonios de mil 38 casos a 240 en la población estudiantil beneficiada con los programas escolares.

En esos centros disminuyeron las relaciones sexuales precoces y creció en un tercio el número de adolescentes sexualmente activos que usaban el condón.

Según datos del ministerio cubano de Salud Pública, entre 1990 y 2001 disminuyeron los matrimonios en 14 por ciento, los divorcios en 2.7 y los embarazos en casi ocho por ciento entre los adolescentes.

De acuerdo con esos informes, también se redujo en 30.8 por ciento las tasas de abortos inducidos y en 29.2 las de fecundidad.

Como norma, las muchachas tienden a casarse y divorciarse en mayor proporción que los varones y la edad más frecuente para contraer matrimonio en esas edades son los 18 años.

Pero aun cuando reconocen avances en algunos indicadores, los especialistas aprecian también falta de información y comportamientos menos responsables.

En 2001, con una población adolescente de 14.96 por ciento del total de habitantes y una tasa de escolaridad del 92.3 por ciento, todavía era alta la tasa de fecundidad entre los 15 y 19 años (50.3 por ciento).

La encuesta nacional sobre indicadores de prevención del VIH/sida revelaba también ese año que 69.4 por ciento de adolescentes, mujeres y hombres, se mantenían sexualmente activos, pero muchos no se protegían en sus relaciones sexuales.

Como problemas más recientes se añaden el resurgimiento de la prostitución y el riesgo de infección sexual y del VIH/sida entre jóvenes y adolescentes.

Partidaria de que «sí ha habido una evolución», la psicóloga Natividad Guerrero, del gubernamental Centro de Estudios sobre la Juventud, considera que «sobre todo en la intimidad de la familia es donde menos se ha avanzado» .

Así y todo, «hay mitos y creencias en torno a la familia que se han ido moviendo», asegura, como las negociaciones de pareja, la existencia de relaciones abiertas o los criterios tradicionales en torno a la fidelidad.

Para la experta, existen algunos asuntos que denotan cierta involución social, como el caso de la prostitución, «muchas veces tapada, encubierta por la propia familia», en un país donde ese fenómeno «se llevó a su mínima expresión en los años 60» del pasado siglo.

Como temas pendientes o insuficientemente tratados todavía, menciona la homofobia, el lesbianismo y la violencia, este último «un fenómeno que ha existido siempre y como sociedad no hemos atendido».

No obstante, Guerrero confía en que «las nuevas generaciones sabrán qué hacer y qué tipo de relaciones quieren».

03/SM/GMT

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