Desde hace 96 años se conmemora en el mundo el 8 de marzo como recuerdo a la muerte de las trabajadoras en huelga de una fábrica textil de Nueva York en 1857, donde murieron quemadas.
En México este año se cumplen 100 años de la lucha obrera de Cananea donde mujeres y hombres trabajadores de la industria textil murieron a manos de los rangers de Douglas por defender sus derechos laborales.
Al igual que las obreras estadounidenses, en México las mujeres trabajadoras levantaron la voz por la defensa de sus derechos y una de las más destacadas fue Lucrecia Toriz.
Su nombre no se encuentra registrado en la historia oficial, pero su labor es reconocida por detener con ideas en una ocasión la represión de las fuerzas rurales durante la huelga de Cananea.
El lugar donde Lucrecia vivió, y al parecer murió, fue Orizaba, Veracruz; la fecha de su nacimiento nadie lo sabe ni tampoco quiénes eran sus padres ni mucho menos dónde se educó. No obstante, su participación en uno de los movimientos obreros más significativos de la historia de México contribuyo a crear mejores condiciones laborales para las mujeres mexicanas.
Lucrecia Toriz se enfrentó a las fuerzas armadas rurales enviadas por el jefe político de Orizaba, Carlos Herrera, con la finalidad de detener la columna de trabajadoras y trabajadores hilanderos que se encaminaban desde Orizaba hacia Nogales, Veracruz, para liberar a sus compañeras y compañeros que se encontraban detenidos por negarse a trabajar.
La orden de las fuerzas rurales era detener a toda costa a las y los trabajadores. En cuanto vio la marcha de los trabajadores, Herrera le ordenó a su tropa cortar cartucho y apuntar; estaban a punto de disparar cuando, de entre el contingente, se abrió paso una mujer delgada que levantando la voz expuso las razones de sus compañeros.
Relató el hambre, la injusticia y la pobreza a la que se enfrentaban todos los días; señaló que a cambio de unos cuantos pesos que se quedaban en las tiendas raya, muchas trabajadoras y trabajadores se levantaba al alba: esa mujer era Lucrecia Toriz.
Tal fue la elocuencia de la señora Toriz que esa tarde los rurales bajaron sus armas y fueron a dar parte al que más tarde sería conocido como El Verdugo de Orizaba, Rosalino Martínez.
Los antecedentes de esta revuelta los encontramos a finales de la dictadura porfiriana, cuando los rangers de Douglas disolvieron a tiros la huelga de los obreros de la fábrica textil de Cananea, quienes únicamente pedían que las industrias extranjeras los trataran con justicia.
Inspirados en la huelga de Cananea y permeados por las ideas de los hermanos Flores Magón, las trabajadoras y trabajadores hilanderos de Veracruz se agruparon en los llamados círculos de obreros con el propósito de defenderse de los patrones; como respuesta, éstos, amparados en el régimen porfirista, obligaron a los obreros a volver a su trabajo bajo el decreto del 7 de enero de 1907.
No obstante el paro de apoyo se prolongó y en tan sólo dos semanas se crearon ochenta nuevos círculos de obreros en diversos estados del país, como Veracruz, Oaxaca, Querétaro, Hidalgo, Estado de México y Tlaxcala.
Pronto las familias de los obreros empezaron a padecer hambre por lo que los trabajadores lanzaron dos propuestas: la primera que las tiendas de raya les dieran crédito para que las familias comieran, y la segunda, que el presidente de la república resolviera el conflicto; esto, confiados porque suponían que el fallo sería favorable a la clase trabajadora.
Ninguna de las propuestas tuvo resultado y el presidente favoreció a los patrones. El hambre obligó a las trabajadoras y trabajadores a asaltar las tiendas de raya.
No obstante, la lucha obrera habría de enfrentar la brutal represión de los soldados mexicanos que sometieron los ideales libertarios bajo el fuego de sus armas: más de seiscientas obreras y obreros fueron muertos y más de 200 encarcelados.
De Lucrecia nunca más se supo, pero nos heredó el trabajo a favor de la lucha por los derechos laborales de las obreras mexicanas.
06/EC/LR
*Periodista mexicana, atención a Redes de Periodistas de CIMAC