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Mandíbula, almacén de la obstinación y el enojo

Por Carolina Velásquez

En la parte inferior de la cara tenemos un hueso esencial para comer: la mandíbula. Espacio de nuestro «yo soy» donde ingerimos –al abrir la boca– ya sea los alimentos (proceso digestivo) o la realidad (asimilar lo que nos pasa con la vida).

Los músculos de la masticación se insertan en la mandíbula: temporal, masetero, pterigoideo interno y pterigoideo externo. La articulación tempotomandibular tipo bisagra nos permite realizar los movimientos de elevación y depresión de la mandíbula al abrir y cerrar la boca.

Aquí también solemos retener sentimientos como el llanto –en general todos aquellos que se expresan por la boca o el rostro– que pueden quedar cristalizados, almacenados, en la armadura de la mandíbula y la garganta. Es el caso de la energía de la obstinación y el enojo cuando apretamos los dientes.

Almacenar las emociones provoca con el tiempo bloqueos que se manifiestan en diferentes tipos de mandíbula: sumida, prognata (ligeramente hacia delante) y crispada. Aun cuando se pueden encontrar otras formas y combinaciones estas tres son las más frecuentes. Describiremos sus características para que ubiques si te reconoces en alguna de ellas.

Sumida.- Bloqueo que suele reflejar una incapacidad del individuo para expresar cualquiera de sus sentimientos y creencias en forma oral. Se presenta en personas con dificultad para hablar en grupo, defenderse y expresar sus opiniones.

Prognata.- Se presenta en personas con carácter desafiante, refleja a alguien con una actitud de suma determinación ante el mundo. Al avanzar más hacia adelante, la actitud de determinación se transforma en desconfianza y arrogancia.

Crispada.- Refleja un excesivo autocontrol en cuanto a la represión de expresión de sentimientos y contenidos que puede ser sostenido desde otra parte del cuerpo: una tensión muscular en las manos, espalda, respiración, rodillas.

Para saber quien eres desde la mandíbula te propongo hacer el siguiente ejercicio:

  • Toca con la yema de los dedos de ambas manos el lugar donde termina la mandíbula, antes de llegar a la oreja, a los lados del rostro.
  • Cierra los ojos y contacta con tu respiración.
  • Da un pequeño masaje.
  • Observa cómo estas y responde, respóndete, estas preguntas: ¿qué te pasa tus dedos recorren este espacio?, ¿hay alguna sensación?, ¿surge algún sentimiento?
  • Quédate ahí el tiempo que necesites.
  • Al terminar has una respiración profunda y abre los ojos.

Registra la experiencia en tu diario del cuerpo.

[email protected]

*Periodista mexicana

2004/CV/LR

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