En la parte inferior de la cara tenemos un hueso esencial para comer: la mandíbula. Espacio de nuestro «yo soy» donde ingerimos –al abrir la boca– ya sea los alimentos (proceso digestivo) o la realidad (asimilar lo que nos pasa con la vida).
Los músculos de la masticación se insertan en la mandíbula: temporal, masetero, pterigoideo interno y pterigoideo externo. La articulación tempotomandibular tipo bisagra nos permite realizar los movimientos de elevación y depresión de la mandíbula al abrir y cerrar la boca.
Aquí también solemos retener sentimientos como el llanto –en general todos aquellos que se expresan por la boca o el rostro– que pueden quedar cristalizados, almacenados, en la armadura de la mandíbula y la garganta. Es el caso de la energía de la obstinación y el enojo cuando apretamos los dientes.
Almacenar las emociones provoca con el tiempo bloqueos que se manifiestan en diferentes tipos de mandíbula: sumida, prognata (ligeramente hacia delante) y crispada. Aun cuando se pueden encontrar otras formas y combinaciones estas tres son las más frecuentes. Describiremos sus características para que ubiques si te reconoces en alguna de ellas.
Sumida.- Bloqueo que suele reflejar una incapacidad del individuo para expresar cualquiera de sus sentimientos y creencias en forma oral. Se presenta en personas con dificultad para hablar en grupo, defenderse y expresar sus opiniones.
Prognata.- Se presenta en personas con carácter desafiante, refleja a alguien con una actitud de suma determinación ante el mundo. Al avanzar más hacia adelante, la actitud de determinación se transforma en desconfianza y arrogancia.
Crispada.- Refleja un excesivo autocontrol en cuanto a la represión de expresión de sentimientos y contenidos que puede ser sostenido desde otra parte del cuerpo: una tensión muscular en las manos, espalda, respiración, rodillas.
Para saber quien eres desde la mandíbula te propongo hacer el siguiente ejercicio:
- Toca con la yema de los dedos de ambas manos el lugar donde termina la mandíbula, antes de llegar a la oreja, a los lados del rostro.
- Cierra los ojos y contacta con tu respiración.
- Da un pequeño masaje.
- Observa cómo estas y responde, respóndete, estas preguntas: ¿qué te pasa tus dedos recorren este espacio?, ¿hay alguna sensación?, ¿surge algún sentimiento?
- Quédate ahí el tiempo que necesites.
- Al terminar has una respiración profunda y abre los ojos.
Registra la experiencia en tu diario del cuerpo.
*Periodista mexicana
2004/CV/LR