Inicio «Me voy al norte», dijo Beto, y desapareció

«Me voy al norte», dijo Beto, y desapareció

Por Leticia Puente Beresford

Se llama o se llamaba Alberto Rodríguez. Nadie sabe qué pasó con él, si está vivo o murió en alguno de sus cruces que solía hacer hacia los Estados Unidos.

Él es una historia, de las muchas que protagonizan las cerca de 32 niñas, niños y jóvenes que en promedio intentan diariamente cruzar la frontera.

En los últimos cinco años del gobierno de Vicente Fox, el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) atendió a 50 mil menores de edad, asegura el organismo, y reconoció que el fenómeno de las y los menores de edad llamados «fronterizos», se disparó considerablemente.

Tan sólo en el tercer semestre de 2006 proporcionaron atención a 15 mil 584 menores de edad en sus 24 albergues ubicados en Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas y Chiapas.

Rosario, hermana de Alberto o Beto, como le decían de cariño, relata que su hermano, cansado de los malos tratos de su mamá, del hambre y la miseria en que vivía, un buen día sólo dijo «me voy al norte».

Beto, de 16 años de edad, emprendió su primer viaje. Regresó sólo dos veces a la Ciudad de México para visitar a su abuelita, darle dinero y comprarles ropa y juguetes a sus demás hermanos.

Después, explica Rosario, no supimos nada de él. Como si se lo hubiera tragado la tierra.

Un día, sorprendidos, llegaron a la casa unos americanos. Buscaban a Beto. Querían saber cómo se encontraba, ya que quedó de regresar y lo estaban esperando. Es un muchacho muy bueno, dijeron los americanos. Sobre todo, buen trabajador.

Los americanos se fueron y nos dejaron su dirección para que les avisáramos si volvíamos a saber algo de Beto. Pero ya pasaron cinco años y nada. No sabemos que pasó con él. Ni una carta. Nada. Los americanos venían de Carolina del Norte.

Vía telefónica, Rosario, quien también emigró a los Estados Unidos con toda su familia, informa a Cimacnoticias:

«Cansados de que nada cambiaba en México y pensando en encontrar algún día a mi hermano, les llamamos a los americanos y les preguntamos si necesitaban trabajadores».

Dijeron que sí, que nos esperarían, recuerda Rosario.

«Mi marido fue el primero en venirse para acá. Luego, luego a juntar dinero y así, mandó por mí. Ya instalados, y los dos trabajando en el hotel, juntamos para mandar traer a nuestras hijas. Con todo y el miedo por el peligro y lo que pudiera pasar, las trajimos. Aquí estamos, mis hijas y mi esposo. Gracias a Dios estamos muy bien.

«Fueron muchos los sacrificios, pero ya sabes en México no hay trabajo y, si lo hay, pagan una miseria. Por eso todos los que pueden se vienen a este país.

«Pasamos por muchos miedos, dice Rosario, sobre todo cuando pasaron a mis hijas, a Favi y Nely. Muchos peligros. Rezando.

«Ellas pasaron al tercer intento. Pagamos mucho, para mayor seguridad. Tres mil dólares por cada una.

«Pero ahorita estamos juntos y contentos. Nuestros patrones son muy comprensivos. Y si se hace lo de la legalización, pues mucho mejor para todos. Mis hijas quieren estudiar y ser algo en la vida aquí en los Estados Unidos».

Pero desde el sexenio foxista están a la espera de saber algo de Alberto. No pierden las esperanzas.

«Si murió, queremos tener dónde visitarlo. Enterrarlo como Dios manda. Tan pronto y nos den la residencia, vamos a buscarlo por todas partes. Ahorita no podemos hacerlo, pues somos indocumentados. Pero Dios nos va a ayudar».

El gobierno foxista, ante el creciente fenómeno migratorio de menores de edad y jóvenes mexicanos rumbo a los Estados Unidos, implementó el Programa Interinstitucional de Atención a Menores Migrantes y Fronterizos. Durante su sexenio se disparó considerablemente el problema.

Se habla de que los menores de edad migran hacia Estados Unidos por el deseo de reunirse con su familia, por eso se incrementó el cruce de niñas y niños. Pero lo cierto es que expertos consideran que este fenómeno migratorio se debe a la necesidad de contribuir al ingreso familiar y debido a la pobreza y miseria que existe en sus lugares de origen.

Alberto Rodríguez es un joven más que se suma a los cientos que desaparecieron en su migración hacia Estados Unidos. Sólo iba a buscar una vida mejor para él y para su familia.

07/LPB/GG/CV

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