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Mi plenitud

Por Cuicuizcatl (golondrina viajera)*

«Relájate, deja que el universo se mueva a tu alrededor y descubre la alegría de ser una sorpresa para ti mismo». (Paulo Coelho)

México, DF, 24 dic 07 (CIMAC).- Llegué a casa saltando de gusto, de tan contenta no lo podía creer. ¡Encontré por fin mi lugar!, sin que tenga que ver con un grupo religioso: un grupo de cuentacuentos, en un centro de formación integral, de nombre Río Abierto.

Ser buena narradora oral, todo un reto. Entran en juego muchos elementos: voz, memoria, gestos, movimiento en el escenario, pero más allá de eso, para mí ser cuentacuentos ha sido una experiencia integradora. Luego de muchos años que haber dejado las clases de catecismo en la iglesia, de no tener relación con grupos de niñas, niños y jóvenes, a veces extrañaba a la gente.

Ahora recuperó el contacto de otra forma, en el gozo de compartir historias interesantes. En el gusto de estar por estar, sin más afán que pasar un rato agradable.

Impartir pláticas y talleres de formación católica es, en muchos sentidos, adoctrinar. No es que sea malo, el asunto es que ya no funciona conmigo. Me lo tomé demasiado en serio, para mí misma y para los demás, y me hizo daño. Como catequista, instruía en la verdad de Cristo y de la Iglesia católica. Hoy continúa siendo mi verdad sin la intensidad de antes, pues he descubierto otras verdades.

Sé que es absurdo comparar algo tan diferente como ser catequista y ser cuentacuentos, no cabe la comparación porque no tienen nada que ver. Pero si comparo, es porque en mí han confluido.

Como catequista, es dar un mensaje claro, el mensaje, uno y el mismo. Como cuentacuentos es soltar al viento una historia con contenido, a veces con moraleja implícita, y cada persona del auditorio escoge si la acepta o no. El impacto es fuerte en unas personas y poco o nada en otras. Así es, y así me gusta, sin forzar nada.

Disfruto contar cuentos en la cafetería de un museo, en un parque, en una fiesta o improvisar en algún otro lugar, es muy flexible. Es redimensionar el valor de la palabra, mucho más antigua que toda la tecnología que nos rodea.

Pero lo que más me gusta es lo que ha dejado el proceso del grupo en el taller de cuentos, con Moisés Mendelewicz como maestro, cada quien escoge lo que va a contar, hace su propia adaptación del cuento escrito. Se vale privilegiar unos personajes y situaciones y marginar otros.

En este ejercicio, descubro cómo toda narración es un juego de proyecciones. A veces le doy volumen al malo de la historia, a veces no; a veces me conmuevo y casi lloro con la trama de amor, o de sacrificio, o de heroísmo, a veces no. Se vale jugar con las situaciones, se vale jugar con las emociones, se vale escarbar por qué rechazo a un personaje, descubrir por qué quiero contar o callar algo.

El taller de los cuentos es mucho más que eso, es un taller donde se trabajan los sentimientos y la persona toda. Nuestro profesor tiene el arte de saber guiar el proceso de cada quien. Antes de cada clase practicamos una hora de movimiento corporal expresivo.

Tomar contacto con mi cuerpo ha significado valorar mi propia forma de estar en el mundo. Al compás de la música y siguiendo los movimientos del instructor, entro en contacto con mis emociones.

El ajetreado ritmo de vida que llevo me hace estar más en contacto con mi lado racional; pero cuando entro al salón, además de aliviar la tensión, me pongo en contacto con los otros aspectos de la vida que no tienen que ver con mis pensamientos. Aflora mi lado creativo; la imaginación, lo artístico, y el torrente de emociones que encuentran un canal para expresarse: gritos, risas, gestos, ritmo, movimiento, proyección.

Ahora, también estoy en terapia. Con la psicóloga, Montserrat Bartomeu, trabajo cosas importantes. A través de vivir todas estas nuevas experiencias he ido pasando de una «perspectiva de extremos» a otra de «abanico». Un proceso de toma de conciencia, con posibilidades y limitaciones, y de aprender a aceptar mis emociones. Descubrí que no hay que vivir hacia fuera, sino hacia adentro…

* Autobiografía de una mujer en su búsqueda por una vida libre de violencia.

07/C/GG

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