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Mujer y deporte

Por Cecilia Lavalle

Yo no entiendo porqué en México se conmemora la importantísima revolución social que convulsionó nuestro país entre 1910 y 1920 con un desfile deportivo. Supongo que es una muestra más de la ilógica mexicana. Pero ya que así es, qué le parece si miramos la realidad deportiva nacional desde una perspectiva diferente a la usual. Total, es día de la Revolución.

¿Cuántas mujeres deportistas hay en México?, ¿cuántas en los consejos directivos?, ¿cuántas juezas?, ¿cuántas árbitras?, ¿las mujeres deportistas tienen las mismas oportunidades que los varones deportistas?, ¿cómo influye la escuela?, ¿cómo la familia?, ¿cómo la sociedad?, ¿las mujeres deben esforzarse más para lograr el éxito?, ¿los hombres son superiores a las mujeres en cualquier deporte?, ¿hay discriminación sexual en el deporte nacional?

Estas y otras preguntas más se responden en el libro Mujer y deporte, una visión de género, editado recientemente por el Instituto Nacional de las Mujeres y la Comisión Nacional del Deporte. Se trata de un texto excepcional porque es la primera vez que en el ámbito deportivo se realiza un esfuerzo tan importante para averiguar la realidad de las mujeres.

El texto contiene, en un primer capítulo, una breve historia de la participación de las mujeres en el deporte mundial y nacional; algunas de las políticas internacionales a favor de las deportistas; el análisis de factores sociales, escolares e institucionales que influyen en el desarrollo de las deportistas mexicanas, y algunos logros de ellas.

En el segundo capítulo se aborda lo que se llama Diagnóstico Institucional. Aquí, a partir de un cuestionario que se aplicó a las organizaciones deportivas, se observa la conformación de la estructura laboral interna con información desagregada por sexo; la institucionalización de la equidad de género, que incluye capacitación, presencia de mecanismos para denunciar acoso sexual y medidas que apoyan la equidad, y datos que muestran la participación de las mujeres en la toma de decisiones.

En este punto es ya de suyo significativo que de 75 federaciones deportivas nacionales y organismos afines sólo respondieran a este cuestionario 39 (52 por ciento). El silencio también dice mucho.

El tercer y último capítulo es por demás interesante. Se publican los resultados de la Encuesta de Percepción sobre la Relación Mujer y Deporte que fue aplicada a mujeres y hombres del amplio mundo del deporte, lo mismo deportistas, jueces y entrenadores que funcionarios que directivos que especialistas en alguna rama deportiva. La encuesta tiene preguntas tan provocadoras como: está de acuerdo o en desacuerdo con que «a las mujeres les falta voluntad para triunfar en los deportes», o «la mujer puede soportar mayor estrés que los hombres en una competencia». Las respuestas bien valen más de un análisis.

Adicionalmente, el libro se enriquece con una serie de entrevistas a mujeres del mundo deportivo, y anexos estadísticos por demás valiosos.

El resultado de este esfuerzo es muy satisfactorio. Mujer y deporte de entrada reunió una serie de datos estadísticos que o nunca se habían investigado o estaban dispersos. Además, estableció un diagnóstico institucional respecto a la equidad de género en el deporte, tanto en el convencional como en el adaptado. Y, de paso, propició que algunas organizaciones deportivas analizaran con perspectiva de género su trabajo y sus actividades.

Por otra parte, no hay muchas novedades. Las mujeres en el deporte viven situaciones similares a las que padecen las mujeres en la política, en la vida empresarial, en todas partes. Tienen que luchar contra una visión que de entrada las descalifica y contra típicos estereotipos que prejuician cualquier actividad para la mujer que no sea lo que se considera «propio de su sexo». Tras leer el libro me quedó claro que la historia de muchas mujeres en nuestro país sigue siendo «cómo ser deportista y no sucumbir en el intento».

En las recientes olimpiadas, el país entero aplaudió las medallas que trajeron las mujeres de Atlanta (tres de cuatro que se obtuvieron), pero casi nadie habló de mejorar las condiciones para las mujeres deportistas. Y mientras eso no se haga, mientras no logremos que haya una visión distinta en el deporte, pasará lo que pasa en otros ámbitos: las mujeres seguirán ocupando algunos espacios y sumando historias de éxito, pero más como la excepción que como la regla y siempre nadando contracorriente.

Es lo mismo que pasa con los varones, dirán algunos. El deportista igual tiene que nadar contracorriente, abrir puertas con enorme sacrificios y triunfar más como parte de un esfuerzo personal que de un sistema que apoye sus capacidades; pero nunca tiene que luchar con un descrédito de origen y con la opinión, a veces muy arraigada, de que las mujeres somos inferiores y que si no somos un atractivo visual no somos nada.

Hay, sin duda, mucho camino por andar en pos de la equidad en todos los terrenos. Por eso celebro la publicación de este libro que, confío, habrá de contribuir a la revolución que en materia de equidad necesitamos.

Apreciaría sus comentarios: [email protected]

*Periodista mexicana

05/CL/YT

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