Inicio Mujeres Dominicanas en la Trinchera Política: La Lucha de Minerva Mirabal / I/II

Mujeres Dominicanas en la Trinchera Política: La Lucha de Minerva Mirabal / I/II

Por la Redacción

La historia de la República Dominicana, como la historia de cualquier otro país, no se puede escribir al margen de la participación de la mujer en el proceso político, sin embargo, innumerables obstáculos han impedido que se registre el nombre de muchas de ellas. Para la presentación de este simposio he seleccionado a Minerva Mirabal, activista y revolucionaria, cuyas actuaciones están estrechamente vinculadas al proceso democrático que se inició en la República Dominicana en 1961.

Mujer de profundas convicciones políticas. Minerva poseía también gran temple. Su firmeza y valentía fueron evidentes cuando fue encarcelada por primera vez a la edad de 23 años, en 1949, al resistir estoicamente la presión de los interrogatorios.

Su firmeza de carácter impresionó a sus carceleros, por lo que uno de ellos expresó: «Minerva es un hombre». Por su postura vertical en contra del régimen del tirano Rafael Trujillo, 1930-1961, Minerva se unió a otras mujeres, cuyos nombres y activismo están eslabonados en la trinchera de lucha por la libertad en la República Dominicana.

ANTECEDENTES: 1844-1930

La historiografía dominicana revela que desde en inicio de la república en 1844 la mujer ha contribuido significativamente al proceso del desarrollo político del pueblo dominicano. En 1838, cuando comienza a desgastarse el movimiento independentista, Josefa Pérez de Perdomo hizo una de las primeras contribuciones de las mujeres a la causa de independencia.

En su casa tuvo lugar la fundación de La Trinitaria, la sociedad secreta y patriótica destinada a liberar a los dominicanos del poder haitiano. De igual manera, Manuela y Rosa Duarte, la madre y la de Juan Pablo Duarte, uno de los padres de la independencia, fueron detenidas y enviadas al exilio. Sin amedrentarse, con desprendimiento y coraje, entregaron sus bienes a la causa independentista.

Otra mujer que destacó en ese periodo fue María Trinidad Sánchez, hermana de Francisco del Rosario Sánchez, otro de los gestores de la separación de Haití. Ella estuvo presente en la proclamación de independencia asistiendo con municiones a los soldados.

María Trinidad fue encarcelada y condenada a muerte por oponerse al gobierno conservador y anexionista de Pedro Santana, el primer presidente dominicano. Pudo salvar su vida si delataba a otros conspiradores. Al negarse a tal vileza, fue fusilada el 27 de febrero de 1845.

Irónicamente ese día se celebraba el primer aniversario de la independencia. Desde entonces, los estudios sociopolíticos del país señalan como en cada proceso histórico siempre las mujeres han sido coparticipantes, aunque no siempre reconocidas, del desarrollo político.

El activismo político de la mujer dominicana adquiere un papel relevante durante la lucha nacionalista y patriótica contra la intervención de Estados Unidos, 1916-1924. Durante ese periodo, las mujeres crearon la Junta Patriótica de Damas, una agrupación para denunciar y combatir a los invasores. Entre las líderes femeninas de este periodo destaca Ercilia Pepín.

Educadora singular, Ercilia «sembró civismo con la palabra y con el ejemplo», participando activamente en la campaña de resistencia contra la ocupación.

En la campaña contra la ocupación, el activismo que desempeñaron las mujeres se dejó sentir fuertemente dentro del movimiento nacionalista. Sin embargo, en la lucha revolucionaria y democrática contra la dictadura de Trujillo, el papel de la mujer dominicana se agiganta.

Entre las activistas se destacan Minerva, sus hermanas Patria y María Teresa Mirabal Reyes, al igual que Josefina Padilla, Asela Morel, Tomasina Cabral Mejía, Dulce Tejeda y otras que se dedicaron a terminar con la pesadilla en la que vivieron los dominicanos por mas de 30 años. Sin embargo, por su liderazgo, la estatura política de Minerva sobresale.

Para valorar la importancia de la lucha de Minerva hay que enmarcarla dentro del contexto socioeconómico de la República Dominicana en los tiempos de la dictadura trujillista. La familia Mirabal Reyes pertenecía a la clase alta de Ojo de Agua, una comunidad rural de la provincia de Salcedo en la parte norte del país. Minerva y sus hermanas fueron educadas en conventos católicos, donde convergían muchachas de familias ricas enviadas por sus padres para adquirir la educación reservada para la elite dominicana.

Irónicamente, el despertar de Minerva a la realidad social y política que vivían los dominicanos se realiza en el aristocrático colegio Inmaculada Concepción de la Vega Real. Ahí, algunas de sus condiscípulas, aunque miembros de la elite, eran también víctimas de la dictadura. Sus padres, hermanos, tíos y otros familiares habían sido asesinados, encarcelados o torturados por Trujillo.

Minerva, aunque disfrutaba de los privilegios de su clase, poco a poco adquirió una conciencia política que la transformó de burguesa liberal a una activista revolucionaria. En el proceso, conquistó a Patria y a María Teresa y las tres se convirtieron en una amenaza contra el régimen de Trujillo. A tal punto llegó la influencia de las hermanas sobre sus conciudadanos que, el 2 de noviembre de 1960, Trujillo expresó que su gobierno tenía dos problemas que resolver: los curas y las hermanas Mirabal. Para resolver el segundo problema, el gobierno tomó venganza contra la familia Mirabal: prisión y tortura para los hombres, prisión, tortura y muerte para las mujeres. ¿Porqué muerte para las mujeres?

TRUJILLO VERSUS MINERVA

La megalomanía de Trujillo tuvo un papel determinante en el destino de las Mirabal. Que los hombres se opusieran a él, era intolerable. ¿Pero mujeres urdiendo tramas contra él? Eso era imperdonable. Particularmente cuando la resistencia provenía de mujeres bonitas y de la alta sociedad, a quienes él estaba acostumbrado a usar para lograr sus objetivos políticos o para sus gratificaciones sexuales.

En ese contexto, los padres de Minerva, Enrique Mirabal y Mercedes Reyes, atados a la tradición de papel hogareño de la mujer, conocedores de los sentimientos antitrujillistas de su hija y también conocedores de la tendencia perniciosa de Trujillo hacia las mujeres de los métodos brutales aplicados a sus opositores, trataron de protegerla negándole el ingreso a la Universidad de Santo Domingo cuando terminó el bachillerato en 1946.

Contrario a sus deseos de hacer una carrera universitaria, Minerva se dedicó a trabajar en los negocios de la familia, pero sin descuidar los libros. Leía constantemente libros de historia, literatura, filosofía, sociología y otras áreas de humanidades y ciencia sociales.

También dedicaba tiempo a la poesía y a la pintura. Como pintora, dejó entrever su sensibilidad social en un cuadro que pintó en 1944, titulado «El Niño Descalzo». El cuadro es un testimonio de la condición en la que vivían y viven miles de niños pobres y desamparados en la República Dominicana.

En octubre, a una fiesta dada por Trujillo en San Cristóbal, atraído por la belleza de Minerva, Trujillo trato de seducirla. Minerva, que para entonces ya tenía convicciones antitrujillistas, no sólo lo rechazó sino que dignamente mostró una actitud de indiferencia hacía la persona del dictador y abandonó la fiesta junto con su familia. A partir de entonces, la postura de dignidad adoptada por Minerva, se convierte en un aguijón de represalia.

Al iniciarse la persecución contra Minerva, el régimen la catalogó como comunista, es decir, enemiga del gobierno. La acusación se basaba, en parte, a la amistad que Minerva tenía con Pericles Franco, un reconocido luchador antitrujillista. El plan de hostigamiento no fue solamente contra ella sino también contra su familia y sus amistades.

El padre de Minerva fue conducido a la cárcel y llevado a la capital, Ciudad Trujillo. Más tarde, Minerva fue detenida y llevada a la misma ciudad.

Durante los interrogatorios a los que diariamente la sometían en la Fortaleza Ozama, las autoridades requirieron que ella también le escribiera a Trujillo excusándose por la salida a destiempo de la fiesta. Minerva se negó. Para intimidarla, el gobierno interrogó y puso bajo arresto domiciliario a sus amigas más intimas: Emma Rodríguez, Violeta Martínez y Brunilda Soñé. Luego de intensos interrogatorios fueron dejadas en libertad.

En julio de 1951, don Enrique acusado de ser antitrujillista porque se negó a pagar 500 pesos por un libro que alababa a Trujillo, fue conducido preso de nuevo a la fortaleza Ozama en Ciudad Trujillo. Cuando Minerva y su madre trataron de lograr la libertad del esposo y padre, fueron puestas en arresto domiciliario en el Hotel Presidente en la Ciudad Trujillo. Esas tácticas eran concebidas para doblegar a Minerva y convertirla en un objeto sexual de Trujillo. En tal sentido, Trujillo de nuevo intento seducirla y la invitó a visitarlo en otro hotel. En respuesta, Minerva respondió que prefería tirarse del balcón del hotel antes de ir a ver a Trujillo.

A pesar de todas esas vicisitudes y del riesgo que significaba mudarse a Ciudad Trujillo, finalmente, en 1952, ingresó en la Universidad de Santo Domingo. Pero, al año siguiente, a pesar de ser una estudiante excelente, se le negó el derecho de matricularse a menos que manifestara públicamente su admiración por el gobierno de Trujillo. Dada la importancia que Minerva le daba a sus estudios, aceptó pronunciar un discurso en octubre 1953.

Esta alternativa le creó una crisis política. ¿Hasta donde había sacrificado sus principios por una carrera profesional? Coincidentemente, el discurso fue leído al tiempo que Fidel Castro actuaba como su propio abogado defensor cuando se le juzgaba por su participación en el ataque al Cuartel Moncada.

El asalto tenía por objetivo enardecer las masas para derrocar al dictador Fulgencio Batista. Durante el juicio, Castro pronunció su elocuente e histórico discurso «La Historia me absolverá». El contenido ideológico de la pieza oratoria le sirvió de inspiración a Minerva. Se aprendió de memoria varios párrafos del mismo.

Minerva, la revolucionaria, era también mujer. Sin desconectarse del quehacer político o de sus estudios, en 1955, Minerva se convirtió en la esposa de otro revolucionario, Manuel Tavárez Justo (Manolo), y la madre de Minou, en 1956. Estudiante brillante, terminó sus estudios con honores de «Summa Cum Lade» en 1957. Y, en 1958, dio a luz a Manolito, su segundo y último hijo.

Después de la graduación, vino la revancha política: se le negó la licencia para ejercer su profesión y no se le reconocieron sus honores académicos. Este nuevo castigo no cortó las alas de Minerva. Al contrario, sin poder ejercer su carrera, estaba libre para informarse mejor de la programática revolucionaria cubana.

GESTA REVOLUCIONARIA

El impacto en Minerva de la revolución cubana quedó de manifiesto días después de la entrada triunfante de Castro en La Habana. Este evento sirvió para que Minerva comparara la situación cubana con la dominicana.

Aunque desde un punto de vista político la situación cubana difería de la dominicana, entre otras razones porque en Cuba existían organizaciones políticas y gremiales de oposición, lo cual no era permitido en la República Dominicana.

De todos modos, los planteamientos de Minerva sirvieron de estímulo para darle impulso a la resistencia interna contra Trujillo. El proceso de expandir la red clandestina coincidió con el fortalecimiento de la lucha en el exilio. Este fortalecimiento respondía a las demandas y cambios políticos del momento.

Luego de la caída de Batista, en América Latina se levantó una ola democrática y de lucha contra gobiernos opresivos. Al respecto, la lucha contra Trujillo se enmarcaba dentro del proceso revolucionario de América Latina que comenzó a gestarse en la década de 1940 y se impulsó del triunfo de Castro. En ese contexto histórico, la lucha no era exclusivamente contra Trujillo sino contra las tiranías latinoamericanas.

       
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