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Mujeres en la Conquista de la Paz

Por María de la Luz González

«Vivíamos en El Quiché. En mi aldea murieron 150 personas, a los tres días empezaron a quemar las casas, a los ocho días ya terminaron de quemar todas las casas, le prendieron fuego a los animales, destruyeron la comunidad definitivamente. El plan del soldado era terminar con nosotros, la gente indígena pues, era arrasar con las aldeas.

«A la gente la quemaron, a las mujeres embarazadas en mi aldea les abrieron el estómago y sacaron al bebé y a otra mujer embarazada la enterraron de cabeza, y a otras muchachas las tuvieron que violar, al final terminaron con las 150 personas, y era desquitarse con la gente indígena».

Así recuerda Victorina Lucas García la guerra civil que dividió a Guatemala en la década de los 80 y que concluyó en 1996, con la firma en México del Acuerdo de Paz, Firme y Duradera, tras el asesinato de miles de indígenas y la huida hacia territorio mexicano de entre 40 mil y 100 mil más que recibieron asilo en el país.

Su experiencia de la guerra, junto con la de decenas de mujeres guatemaltecas, salvadoreñas y nicaragüenses, está plasmada en el libro Las Mujeres en la Conquista de la Paz. Guatemala, Nicaragua y El Salvador, editado por el Fondo de Desarrollo para la Mujer de las Naciones Unidas (UNIFEM).

El texto pretende reconocer el significativo aporte de las mujeres en la conquista de la paz en sus países, su contribución a la región, así como abrir un debate respecto a los desafíos pendientes que todavía limitan el logro del desarrollo, la justicia y la paz, explica Teresa Rodríguez, directora regional de UNIFEM, en la introducción del libro.

Recuerda que en 1975 la ONU promovió la Primera Conferencia Mundial de la Mujer, con el objetivo de llamar la atención al mundo sobre la discriminación de la que eran objeto las mujeres, en la mayoría de los países, y se llamó a incorporar a la mujer como actor social para impulsar el desarrollo, la justicia y la paz en el mundo.

En las dos décadas siguientes las mujeres fueron protagonistas, pero de tragedias; lucharon por sus hijos, sus compañeros, sus familias, sus pueblos, muchas veces sin conocer sus derechos y los avances que experimentaban otras mujeres en diversas latitudes, afirma.

Agrega que los desvelos y contiendas que vivieron no fueron en vano, pues lucharon por la paz y la consiguieron, del frente de lucha pasaron al Parlamento, a la academia, a las organizaciones sociales, a los municipios.

«Sin embargo, para muchos su labor se mantiene invisible, poco reconocida, ausente de los lugares donde se toman las decisiones que las afectan y comprometen el avance de sus países», advierte.

05/LG/GM

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