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Mujeres guerrilleras: en el MAR o con Lucio

Por Adriana Rodríguez González

La presencia de las mujeres en el Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR) fue, al igual que con otros grupos guerrilleros, como el partido de los pobres,de los años 70 del siglo pasado, importante pero desconocida.

La historia de algunas de ellas son relatadas en el libro Memoria del Primer Encuentro Nacional de Mujeres Ex Guerrilleras, editado recientemente y compilado por María de la Luz Aguilar Terrés. Son historia de tortura, de detenciones y desapariciones, de muerte, pero también de convicciones e ideales que no han desaparecido.

Una de las mujeres del MAR fue Minerva Armendáriz Ponce, quien recuerda con nostalgia la infancia que vivió al lado de su hermano Carlos David, así como las historias que le contaba sobre un mundo donde todas las riquezas están repartidas entre todos, en el que no es necesario que los padres trabajen todo el día por un pago raquítico, sin guerras ni fronteras.

Minerva soñaba con el día en que los cuentos que le contaba su hermano se convirtieran en una realidad, pero a muy temprana edad descubrió lo difícil que sería alcanzarlos, luego de que su hermano fuera asesinado en la Sierra de Chihuahua mientras esperaba su regreso a casa.

Carlos se unió a la guerrilla cuando tenía tan sólo 16 años, Minerva había cumplido los doce y era el año de 1968.

La muerte de su hermano la dejó tan marcada que decidió seguir sus pasos. Ya guerrillera, al igual que muchos otros compañeros, fue secuestrada, trasladada a una cárcel clandestina y torturada.

Al momento de su detención, estaba embarazada, pero aún no lo sabía. Su estado de gestación no impidió que también sufriera torturas.

Minerva ahora vive con mayor fortaleza. De sus experiencias se desprenden libros como Morir de Sed Junto a la Fuente, dedicado a su hermano Carlos David y a los guerrilleros de los años sesenta.

Otra integrante del MAR fue Hilda Escobedo Ocaña, quien en 1979 comenzó a colaborar con diferentes organizaciones campesinas, entre la que destaca la Emiliano Zapata, de la comunidad Venustiano Carranza, Chiapas.

Se presume que fue detenida-desparecida por la Dirección Federal de Seguridad o por Brigada Blanca, ambas comandadas por Miguel Nazar Haro, el 31 de diciembre de 1981, un día después de la captura de los profesores Juan Carlos Mendoza Galoz, con quien estaba casada, y Ezequiel Reyes Carrillo.

Ella fue vista con vida en diciembre de 1984. Las personas que permanecieron presas por esas fechas señalan que, junto con otros compañeros, fue torturada por policías que trataban de involucrarla en actividades que denominaron como subversivas.

También Hortensia García Zavala fue detenida junto con su esposo en 1979 por elementos de la Brigada Blanca en la colonia Maravillas, en Nezahualcóyotl, Estado de México, no sin antes entregar a su hijo de siete meses para protegerlo.

Sus familiares se dieron a la tarea de buscarla durante veinticinco años. Hasta que, de acuerdo con testimonios, en 2003 localizaron los archivos de la Dirección Federal de Seguridad recién abiertos que incluyen las fotografías de ella y su esposo asesinados, con claras muestras de tortura.

CON LUCIO

Guillermina Cabañas, Teresa Franco y Alejandra Cárdenas fueron algunas mujeres que combatieron junto con el profesor Lucio Cabañas Barrientos, líder del Partido de los Pobres en el estado de Guerrero.

Ellas sufrieron, al igual que los combatientes, e incluso familiares, la persecución, la detención, las torturas de los grupos policíacos y del Ejército.

Guillermina Cabañas comenzó sus actividades a principios de los setenta, cuando tenía diecisiete años de edad. Ella organizaba reuniones en las comunidades cercanas a Atoyac para informar a los pobladores sobre la lucha que estaban realizando en ese momento.

Ante la insistencia de Guillermina para unirse a la lucha, los padres accedieron a que abandonara el hogar hacía la búsqueda de sus ideales bajo la condición de que la acompañara su hermano.

Fue así que se integró a un grupo donde todos los simpatizantes trabajaban para satisfacer las necesidades básicas. Tanto hombres como mujeres se encargaban de conseguir los alimentos y cocinar. Le causaba curiosidad cómo los compañeros, ante la costumbre de que las esposas e hijas prepararan la comida, se vieran en constantes dificultades.

Entre las militantes del Partido del Pueblo estaba también Teresa Franco. Ella recuerda que cuando no tenían actividades, se dedicaban a leer libros de marxismo y terminaban el día cantando los corridos que eran del agrado de Lucio Cabañas.

Tuvo una experiencia muy cercana con Lucio, pues se encargaba de trasladarlo para realizar encuentros a nivel nacional, llevar armas, recoger compañeros en diferentes lugares e ir por uniformes.

«Nos piden nuestro testimonio y muchos lo han dado y yo me digo: ¿cuándo van a dar testimonio los que nos torturaron y los que nos detuvieron? Que hable con la verdad Miguel Nazar, que hable con la verdad Luis Echeverría, que digan, hasta donde la memoria les alcance, lo que hicieron», señala en las páginas del libro.

«Cuando Nazar Haro dice que no es torturador, muchos de los que estamos vivos se lo vamos a repetir en su cara. Si no es torturador, que hablen las cárceles, porque cuántos compañeros, de los que no supimos ni su nombre, no sabemos nada de ellos y sabemos que cuando los sacaron no los volvieron a regresar a las celdas del Campo Militar», dice.

Por los mismos años, Alejandra Cárdenas fue invitada por unos compañeros de Guerrero para trabajar en la universidad. Era una oportunidad para contactar a Lucio. Ella había estudiado en la Unión Soviética, lo que la hizo visible entre las guerrilleras y guerrilleros. Así que el grupo de Cabañas la contactó para que organizara grupos de estudio, pero la persona que había sido intermediaria fue asesinada y se rompió el contacto.

Meses después, al poco tiempo de que naciera su hijo, tuvo la oportunidad de conocer al grupo y a su dirigente, quienes le pidieron diera una conferencia sobre la vida en la URSS. Y así se integró al Partido de los Pobres.

Todas pasamos por los mismos vía crucis, el castigo para las mujeres tiene todavía una connotación sexual muy canija, dice en el libro. «Aparte de las golpizas, pocitos y todo lo demás, una tiene todavía que sufrir una agresión sexual muy severa que la deja a una muy marcada. Yo les quiero decir que aunque he ido a terapias y todas esas cosas, y sin embargo todavía cuando hay alguna noticia o algo vuelvo a tener pesadillas, vuelvo a despertar a gritos y esas cosas, entonces eso se instala y no se va más».

07/ARG/GG

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