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Mujeres taxistas, violentadas y sin derechos

Por Angélica Jocelyn Soto Espinosa

Las mujeres que conducen el Transporte Público Individual de Pasajeros (taxis) en esta capital padecen discriminación y violencia por parte de usuarios, operadores de las bases (porque no son dueñas de los vehículos que conducen) y de sus compañeros de “flotilla”.
 
Hilda Vilchis Sosa, presidenta de la asociación civil Mujeres Operarias en Movimiento (MOM), explicó en entrevista que aún son pocas las operarias del transporte público en la Ciudad de México, pero cada vez se incorporan más a esta actividad económica que es vista tradicionalmente como de varones.
 
Sin embargo, las mujeres se incorporan como trabajadoras y no como concesionarias (dueñas del automóvil), y carecen de protección legal ante la violencia y discriminación en su contra.
 
De acuerdo con la Secretaría de Movilidad (Semovi), mil 360 mujeres son taxistas en el DF (lo que es igual al 1 por ciento del padrón total de personas que se dedican a esta actividad). De ellas, nueve de cada 10 son solteras, viudas o divorciadas, y en su totalidad son jefas de familia.
 
Vilchis Sosa, de 52 años, participó en 2012 en la fundación de MOM a fin de visibilizar las desigualdades que enfrentan las mujeres que integran este sistema de transporte –quienes no acceden a una concesión porque Semovi no ha abierto concursos para ellas desde 2009–; incidir en un programa de financiamiento para reducir los costos de los taxis, o contar con una base sólo de mujeres que esté bien ubicada.  
 
A decir de la activista –quien en las tardes es operaria y por las mañanas trabaja en una cooperativa donde tiene asegurada la seguridad social–, para sacar a lo mucho 200 pesos al día es necesario trabajar de 10 a 12 horas diarias.
 
Además, aún hay trabas para que a las mujeres se les permita conducir un taxi, ya que los titulares de éstos consideran que “no saben manejar”, “son distraídas”, o “los usuarios no querrán abordar la unidad”.
 
Las operarias, como el resto de trabajadores de este sistema de transporte, no cuentan con guardería ni con un sistema de protección a la salud y el bienestar.
 
A decir de MOM, las taxistas critican que la red de sistemas de transporte no tome en cuenta sus necesidades familiares como madres, ya que se les asignan horarios y jornadas que les impiden recoger a sus hijas e hijos en la escuela, o descansar un día los fines de semana.
 
A las malas condiciones laborales de las operarias se suma la violencia y discriminación que ejercen algunos usuarios contra ellas, quienes las insultan o acosan sexualmente para que regresen a los roles tradicionales de género.
 
A la par, sus compañeros de “flotilla” les avientan los autos y les dicen que mejor “se regresen a la cocina”, porque se niegan a que ellas ocupen espacios laborales que “son de los varones”.
 
Pese a esta situación, el Gobierno del Distrito Federal (a través de la Semovi y el Instituto de las Mujeres del DF) no ha visibilizado esta situación, ni ha lanzado programas para frenar la violencia y la discriminación en el transporte público, enfocados a lo que afrontan las mujeres operarias.
 
La Semovi tampoco ha impulsado acciones para facilitar que las mujeres puedan acceder a una concesión a través de un financiamiento conjunto, para que además de que puedan adquirir un auto, se organicen para la creación de bases que sean operadas sólo por mujeres.
 
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