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Mujeres trabajadoras no logran superar la pobreza: OIT

Por la Redacción

Muchas mujeres que trabajan o buscan empleo no logran superar la pobreza en la que viven junto a sus familias, particularmente en América Latina y el Caribe, África del Norte y Subsahariana, Asia Meridional y Medio Oriente.

En la edición de 2006 del informe anual Tendencias Mundiales del Empleo de las Mujeres se conoció que al menos 60 por ciento de la totalidad de trabajadoras y trabajadores pobres eran mujeres.

«No hay razones para creer que esta situación haya experimentado variaciones importantes», advierte la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en un resumen de las tendencias mundiales de 2007, cuyo texto final se publicó hace días.

Se denuncia inclusive que existe un proceso de feminización de la pobreza que puede ser heredado por la siguiente generación. «La evidencia estadística y anecdótica demuestra que las mujeres representan una proporción cada vez más grande tanto de los pobres del mundo como de los trabajadores pobres».

La nueva actualización y análisis de los indicadores laborales por parte del organismo internacional muestra igualmente que más mujeres que nunca antes participan en los mercados de trabajo del mundo.

Según números absolutos, en 2006 esa concurrencia fue de 40 por ciento, frente a 39.7 por ciento diez años atrás. Además, la intervención femenina en trabajos remunerados y asalariados aumentó de 42.9 por ciento en 1996 a 47.9 por ciento el año pasado.

De todas maneras se aclara que si bien «las políticas diseñadas para mejorar las oportunidades de participación de las mujeres comenzaron a dar resultados, la mejoría es lenta».

Concretamente, priorizar el empleo en las políticas económicas y sociales no significó un mayor acceso de las mujeres al sector moderno, con trabajo asalariado, permanente y a tiempo completo, tal como se creía que ocurriría.

ECONÓMICAMENTE ACTIVAS

La síntesis de las tendencias laborales de 2007 señala que nunca antes hubo tantas mujeres económicamente activas. La fuerza de trabajo femenina ?comprende a empleadas y desempleadas? subió de 1.1 miles de millones en 1996 a 1.2 miles de millones en 2006.

Este incremento fue particularmente elevado en América Latina, Medio Oriente, África del Norte, Unión Europea y en las Economías Desarrolladas, es decir que en estas regiones se redujo la brecha de participación en la fuerza de trabajo entre varones y mujeres.

En cambio, en África Subsahariana y Asia Oriental se acrecentó: en la primera región, en 2006 fue 0.3 puntos porcentuales más amplia que hace 10 años, y en la segunda, subió casi 1 punto porcentual.

En las Economías Desarrolladas, Unión Europea, Europa Central y Oriental, CEI (Bulgaria y Rumania) y Asia Oriental, 80 mujeres por cada 100 varones son económicamente activas.

En África Subsahariana la relación es de 75 por cada 100. En Asia Sudoriental y el Pacífico de 73 por cada 100 y en América Latina y el Caribe de 69 por cada 100. Las mayores diferencias se encuentran en Asia Meridional con 42 por cada 100, y Medio Oriente y África del Norte, con 37 por cada 100.

El registro de variaciones a nivel regional sobre la situación del empleo para hombres y mujeres constituye una novedad, y las Tendencias Mundiales del Empleo de las Mujeres de este año contienen más de un ejemplo. Ante todo hay un guarismo, una cifra, relacionado al desarrollo socioeconómico capaz de demostrar el retardo en el proceso de incorporación de las mujeres a los mercados laborales. «Hace 10 años había 66 mujeres activas por cada 100 varones y en 2006 ese número estuvo casi al mismo nivel con 67 por cada 100», se establece en el resumen.

Este ligero incremento no implica que el mundo del trabajo esté evolucionando en forma positiva para las mujeres. En ese sentido falta información sobre si están efectivamente empleadas y sobre la calidad de los empleos.

No obstante, la OIT estimó la situación del trabajo a partir de tres clases de empleo: la y los trabajadores remunerados y asalariados o empleados, las y los trabajadores por cuenta propia o autónomos y las y los trabajadores familiares auxiliares conocidos también como familiares económicamente activos.

Por ejemplo, el año pasado 47.9 por ciento de las trabajadoras tenía empleo remunerado y asalariado, por encima del 42.9 por ciento de 1996. Asimismo la proporción de autónomas subió en 10 años de 22.4 por ciento a 25.7 por ciento, mientras que la de familiares económicamente activos bajó de 33.2 a 25.1 por ciento en el mismo período.

Se explica entonces que las trabajadoras familiares auxiliares o por cuenta propia tienen menos probabilidades de lograr condiciones dignas, lo que pudo establecerse al comparar las cifras de trabajadoras y trabajadores pobres y la situación en el empleo, ya que se observó que existe una estrecha relación entre el número de familiares económicamente activos y autónomos, y el número de trabajadores y trabajadoras por debajo de la línea de 2 dólares diarios. Mientras más pobre es la región, más fuerte es esa relación.

En este sentido, el número de trabajadoras familiares auxiliares excede a la de los hombres en todas partes del mundo, particularmente en los países más pobres, donde tienen menores oportunidades de convertirse en empleadas.

Con respecto al trabajo autónomo, es relevante porque aporta una flexibilidad que permite combinarlo con responsabilidades familiares, pero también en todas las regiones la proporción de mujeres que pueden trabajar por cuenta propia como parte del total del empleo femenino es menor a la que alcanzan los hombres.

SITUACIÓN DEL EMPLEO

En su informe, también la OIT alude a las economías en las cuales la agricultura es importante, porque las mujeres trabajan en este sector más frecuentemente que los hombres. Aun siendo responsables de la mitad de la producción mundial de alimentos, constituyen un grupo marginado. Carecen de educación, de poder decisorio y derechos en el trabajo; tienen mayores dificultades para conseguir buenas tierras, créditos y acceso a los mercados, y a la maquinaria necesaria para producir alimentos en gran escala.

En 2005, la agricultura fue desplazada por primera vez como la primera fuente de empleo para las mujeres y el año pasado esta tendencia se acentuó. Ahora la mayoría de los trabajos es generada por el sector de los servicios, especialmente en las Economías Desarrolladas, Unión Europea, Europa Central y Oriental, América Latina, Medio Oriente y África del Norte, donde las mujeres se concentran en áreas con las cuales fueron tradicionalmente vinculadas, es decir servicios comunitarios, sociales y personales. Los varones predominan en los servicios financieros y empresariales, y en los inmobiliarios.

«La situación de segregación de las ocupaciones por sexo está cambiando, pero el progreso es lento. Puede que esta situación sea perpetuada hasta la próxima generación si las oportunidades laborales de las mujeres continúan siendo limitadas, con menores inversiones en su educación, capacitación y experiencia».

En esta síntesis de las Tendencias Mundiales del Empleo de las Mujeres, finalmente se afirma que las desigualdades entre mujeres y varones respecto del empleo siguen siendo significativas. En el caso de ingresos y salarios, «no hay indicios claros de que se esté reduciendo la diferencia entre lo que gana una mujer respecto del hombre por el mismo tipo de trabajo», se revela.

A saber, en la mayoría de las economías las mujeres siguen ganando 90 por ciento o menos de lo que reciben sus colegas masculinos. Incluso en ocupaciones tradicionalmente consideradas femeninas como enfermería y docencia. La Comisión Europea divulgó hace poco que en los últimos años la brecha salarial entre géneros ha permanecido casi inalterada en 15 por ciento para todos los sectores.

Asimismo, en muchas naciones de Europa las mujeres están desproporcionadamente empleadas en sectores donde los ingresos son más bajos y tienden a disminuir. Por ejemplo, en el Reino Unido, 60 por ciento de las trabajadoras están concentradas en las ocupaciones de cuidadoras, cajeras, servicios de comida, limpieza y oficinistas. Muchos de estos empleos son proporcionados por pequeñas empresas donde no existen los sindicatos y donde las mujeres tienen menor poder de negociación y menores posibilidades de mejorar su situación económica, en comparación con sus contrapartes hombres.

Por otra parte, la existencia de un desempleo significativo indica que muchas mujeres quieren trabajar pero no consiguen hacerlo. La falta de trabajo afecta más a las mujeres que a los hombres en todas las regiones. En 2006 el desempleo femenino fue de 6.6 por ciento, mientras que la tasa de los varones estuvo en 6.1 por ciento, en consecuencia el año pasado había 81.8 millones de mujeres sin empleo.

En ese orden, se aclara que la dificultad para encontrar empleo es mayor en el caso las jóvenes de 15 y 24 años: en 2006 un total de 35.6 millones de mujeres jóvenes buscaban una oportunidad laboral.

Frente a esa realidad, son más propensas que los varones a sentirse desalentadas y a perder las esperanzas de convertirse en personas económicamente activas. Se trata de las trabajadoras desalentadas.

También quieren un empleo, pero ya no lo buscan porque consideran que no hay ninguno disponible. En países como Alemania, Australia, Austria, Bélgica, Grecia, Holanda, Noruega y Portugal, unas dos terceras partes del total de las personas con edad para trabajar son mujeres desalentadas. Esa proporción sube hasta casi 90 por ciento en Italia y Suiza.

Todas estas características ponen en evidencia una mayor vulnerabilidad de las mujeres en el mundo del trabajo. Aún siguen enfrentando dificultades para participar en el mercado laboral y particularmente para encontrar empleos decentes y productivos.

07/CV/GG

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