Inicio Nadia Zepeda, otro caso de la «justicia mexicana»

Nadia Zepeda, otro caso de la «justicia mexicana»

Por Lourdes Godínez Leal

A unas semanas de que la jueza 5 de distrito de procesos penales Olga Sánchez Contreras dicte la sentencia para Nadia Zepeda Molina, la joven de 19 años que se encuentra en el Reclusorio Femenil Oriente desde hace un año tres meses acusada de delitos contra la salud en su modalidad de comercialización, ella confía en que se haga justicia.

Fabricación de pruebas, omisiones, falsedad y contradicción en las declaraciones, han sido las constantes en la averiguación del caso que dio origen a una propuesta de conciliación de la primera visitaduría de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CDHDF) presidida por Pilar Noriega, en el sentido de iniciar una averiguación contra los policías involucrados en la detención de Nadia quien al resistirse a ser violada por ellos, perdió su libertad.

Como Nadia, otras mujeres que esperan a ser sentenciadas o ya cumplen su pena, son tratadas como delincuentes peligrosas dentro de prisión.

Un estudio realizado en el 2000 (el más reciente disponible) por Clementina Rodríguez García, directora del Instituto de Capacitación Penitenciaria de la Dirección General de Prevención y Readaptación Social del Distrito Federal, revela que hasta ese año había un total de 6 mil 591 mujeres en reclusión en los ocho centros penitenciarios existentes en el país.

El Distrito Federal cuenta con tres centros de readaptación social: el Reclusorio Preventivo Femenil Norte, el Oriente y el Centro Femenil de Readaptación Social. En los tres había una población de 307, 391 y 313 presas respectivamente, y representan 4.30 por ciento de la población penitenciaria total.

Según el estudio, las mujeres que se encontraban recluidas hasta el 2000 en alguno de estos centros por delitos contra la salud, se ubicaban en 185 (18.30 por ciento), sólo superadas por robo calificado con 189 (12.17 por ciento).

El mismo estudio ubica a los delitos contra la salud en el tercer lugar de los más frecuentes por los que las mujeres entran a prisión y destaca que en algunas modalidades no se conceden beneficios (como la preliberación) ni alcanzan libertad bajo caución.

LA DETENCIÓN

El jueves 23 de enero de 2003 Nadia fue detenida junto con su novio, un amigo y otro joven que ella no conocía, por un grupo de hombres encapuchados del comando especial Sagitario, de la Secretaría de Seguridad Pública.

«Fui al Internet de la colonia Agrícola Oriental para imprimir mi historia académica porque pensábamos irnos a vivir un tiempo a San Cristóbal de las Casas, Chiapas, con mi tía».

«Al salir vimos a un comando que, al percatarse de que los estamos viendo se acercan a nosotros y a punta de golpes y groserías -recuerda Nadia- nos suben a una camioneta como de refrigeración».

A ella la golpean en la cabeza, los pies y tobillos, incluso su madre recuerda lo hinchados y morados que quedaron. «En la camioneta me jalan el cabello y las orejas, me insultan… y me piden insistentemente que me desvista».

La camioneta hace una parada, de los policías que se encontraban ahí, que eran muchos, según cuenta Nadia, bajan cuatro entre los que se encontraba una mujer; bajan también bolsas negras «como costalitos», recuerda. «Aunque llevo la cabeza hacia abajo me doy cuenta que estamos como en el aeropuerto y ahí estaba una patrulla esperándonos… nos cambian».

En el interior de la patrulla, recuerda que ponen su cabeza entre las piernas de uno de los policías: «Me empieza a meter la mano y se la quito; entonces me dice: ¿Qué prefieres, un rato en la cárcel o «pasar»? y le digo que ninguna de las dos».

En la delegación los policías dan su reporte y Nadia es fotografiada junto con sus amigos. «A mí me ponen al frente y a ellos atrás… delante de mí, unos huacales con droga». Enseguida es llevada a un separo, «el viernes me avisan que al día siguiente me trasladarán al reclusorio Oriente». «Es sábado, ya estoy en el reclusorio».

LA ESPERA DE NADIA

Es día de visita, afuera del Reclusorio Femenil Oriente hay una fila de mujeres, en su mayoría, con niñas y niños pequeños que esperan su turno para ingresar al interior.

Conforme van pasando las y los familiares de las internas, hacen otra fila para la revisión personal y de la comida que les llevan. El arroz, los frijoles, los refrescos, la fruta, los diferentes guisos son revisados por las custodias, quienes supervisan que no lleven nada «irregular» entre ellos.

Una vez superada esta revisión hay que atravesar un pasillo largo, de color azul y blanco, que lo hace menos cálido, para llegar a donde están las internas en espera de sus familiares.

Entre las mujeres que llevan ropa color caqui está Nadia, quien abraza efusivamente a su madre, Carmen Zepeda, que le lleva, como todos los días de visita, su comida. Ambas preparan la mesa blanca de plástico -que hace juego con las sillas del mismo material- con un mantel.

De tez blanca y labios muy rojos como su cabello, Nadia nos cuenta cómo era su vida antes de ingresar al reclusorio, recuerda emocionada lo que le gustaba hacer en sus tiempos libres: velas aromáticas, dibujaba, hacía manualidades y chocolates.

Ella estudiaba el quinto semestre de preparatoria en el Colegio de Ciencias y Humanidades plantel Oriente, en el turno de la tarde, hasta el día de su detención, el 23 de enero del año pasado.

Nadia es la menor de tres hermanos; se define como extrovertida, hiperactiva, curiosa y muy alegre, sin embargo, comenta al tiempo que el nudo en la garganta la hace morderse los labios, este tiempo en prisión la ha vuelto más nerviosa, desconfiada y temerosa.

Se ha convertido en maestra de primaria; dentro de su hiperactividad, propuso a la directora del centro dar clases a sus compañeras… le tocó la primaria. Actualmente cuenta que tiene 25 alumnas, todas ellas mayores. «Es muy chistoso, cuando me encuentran en el pasillo me dicen ¡hola maestra! Eso de alguna manera me hace sentir bien, porque estoy haciendo algo bueno».

Durante este año y tres meses ha aprendido a hacer muñecos de peluche, tarjetas, paletas de chocolate y otras muchas cosas. En ocasiones «las jefas», como ellas les llama a la directora y a otras funcionarias del reclusorio, le han pedido que les haga tarjetas para ocasiones especiales o dulces de chocolate.

LOS PLANES

A Nadia se le iluminan sus pequeños ojos aceitunados cuando comparte sus planes y aficiones: «Me gustaría estudiar diseño gráfico, hacer investigaciones, ir a la biblioteca, trabajos de la escuela, en fin, rehacer mi vida escolar», y se confiesa amante de los escritos de J.J. Benítez y de la lectura esotérica y sobrenatural.

Pero el brillo de sus ojos se convierte en una voz entrecortada y un semblante triste cuando recuerda que el tiempo en prisión le ha dejado una marca en su vida y que será difícil comenzar de nuevo.

La realización de los planes de Nadia dependerá, en gran medida, de la decisión que la juez Olga Sánchez Contreras tome los próximos días en que dictará la sentencia y tome en sus manos o no, la justicia.

04/LG/GM/SM

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