Las voces que nunca son escuchadas, las que en susurros lloran y se desesperan. Las voces de las niñas y de las que están en la más olvidada miseria. Esas son las razones que mueven a las mujeres que por motivos laborales son escuchadas en foros y en la sociedad.
El festejo del sufragio femenino no sólo fue un recordatorio de lo que sucedió hace 50 años, ni una reunión de maquillajes y peinados, tampoco de firmas de modistos, ni ocasión para el chisme como algunos han querido manipular.
Siempre los mismos temerosos idiotas que no distinguen nada que no tenga que ver con el sinuoso espectáculo de una erección. Para ellos y ellas merito indiscutible y suficiente para ser depositarios del mando y la toma de decisiones. En fin, eso y esos no nos ocupan.
Lo cierto es la voluntad de priorizar las ideas y prender en el ánimo de todos la integración de una sociedad más justa y equitativa. Con igualdad de oportunidades, salarios iguales al desempeño del mismo trabajo, educación, salud, dignidad, respeto. Una agenda que contemple políticas de género reales y posibles, de participación compartida, de responsabilidad común.
Normas, derechos y obligaciones. Sanciones ejemplares contra la violencia intrafamiliar. Protección y seguridad para discapacitados y discapacitadas. Programas y proyectos incluyentes.
Ya nadie debe asombrarse por campañas de promoción femenina. Ninguna mujer capaz debe quedar fuera, en ningún ámbito. En realidad la convocatoria no abarca a 21 mujeres sino a todas. Que nunca más quede una mujer que aporte fuera del espacio laboral, fuera de la toma de decisiones, fuera de la ciencia y la investigación, fuera de los negocios, de los servicios o del poder político.
Gracias a los hombres porque nos han hecho ponernos en marcha, nunca más nos detendremos. La inteligencia y la capacidad es un bien que no tiene género.
2003/MG/MEL
