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Plantón en el «corazón» del DF

Por Francisco Javier Ramos

A pesar de sus cien años con ocho meses, la voz de don Margarito Duarte se escucha clara y fluida, magnificada por las bocinas que hacen de la plancha del Zócalo un gran auditorio. Ex ferrocarrilero, originario de la delegación Atzcapotzalco, de la ciudad de México, fue uno de los acompañantes de Andrés Manuel López Obrador durante su campaña como candidato presidencial en la capital del país.

Testigo en este mismo recinto de grandes acontecimientos que han marcado el rumbo de la nación, pequeñito y de andar erguido, toma su turno al micrófono para denunciar lo que él llama un sistema injusto en México y en todo el mundo, que entre otras cosas ?asegura? intenta privatizar la educación para ponerla al servicio de los poderosos.

Don Margarito es uno de los cientos de ciudadanas y ciudadanos que todos los días, donando víveres, compartiendo algún mensaje o simplemente haciéndose presentes, acuden al Zócalo para manifestar su apoyo al candidato de la coalición Por el Bien de Todos y al movimiento de resistencia pacífica que encabeza.

El Zócalo parece de fiesta.

Por el amplio estrado pasan lo mismo un grupo de danza veracruzana, que músicos norteños, la marimba chiapaneca o los narradores orales. Al centro de esta descomunal plancha (dicen que la segunda más grande del mundo), sacudida por el viento de las cinco de la tarde, ondea la enorme bandera tricolor, como para ponerse a tono con el bullicioso ambiente.

Decenas de carpas, que en promedio miden unos 160 metros cuadrados cada una, se distribuyen de forma ordenada por toda la superficie.

Nada que ver con el desorden que se veía durante los primeros días. Son espacios multiusos: dormitorio, cocina, comedor, salón de reuniones, sala de recepción, biblioteca… En algunas hasta se delimita el área para fumadores. Grandes letreros anuncian el lugar de procedencia de sus ocupantes. Los 32 estados de la república están representados aquí; algunos, como el estado de México, hasta con varias delegaciones.

Los de Guerrero miran un video, por acá, los de Nuevo León, tienen una junta; allá, los de Morelos, exhiben artesanías para la venta. Más adelante, las y los chiapanecos tocan la guitarra, cantan. Por todas partes se miran rostros optimistas, esperanzados, amigables.

Así se vive en el campamento de Puebla. Seguramente por el papel que en general han jugado los grandes medios informativos, que se han dedicado a dar una imagen negativa de este movimiento de resistencia civil, algunos «planteros», por fortuna los menos, miran a las y los periodistas con un dejo de desconfianza. Pero en el campamento de Puebla no pasa así y reciben a este reportero con amabilidad.

Entrando, a la derecha, están el comedor y la cocina. Los anaqueles son huacales de madera colocados unos sobre otros, todos llenos de latas, pastas y otros productos comestibles. Ahí se instaló la estufa de gas y se improvisó una mesa con unas tablas. A la izquierda un pequeño recibidor. Pasos más adelante, un espacio libre, para instalar ahí las sillas cuando hay eventos.

Alrededor está el área de dormitorios. Las colchonetas, cobijas, bolsas de dormir y alguna casa de campaña, están tendidas sobre más huacales. «Es para evitar el agua que se mete por debajo de la carpa cuando llueve», comentan. Toda clase de carteles relativos al movimiento adornan las paredes de lonas plásticas.

«Aquí todos participamos en las diferentes actividades que se requieren: en la limpieza, en la cocina, en el ordenamiento del dormitorio, en las movilizaciones; para eso hay comisiones», me explica Mauro Aquino Delgado, miembro de la comisión de seguridad de la delegación poblana. Ex militar, retirado ya hace algún tiempo con el grado de sargento segundo de transmisión, está aquí desde que se instaló el plantón.

Relata que diariamente en el campamento poblano están de 80 a 130 personas, incluso familias completas, con una presencia ligeramente mayor de varones. Sin embargo, dice, los fines de semana pasan por ahí de mil a mil 200 personas, a las cuales también se les da de comer.

«Aquí vienen habitantes de la Mixteca y de otros municipios unos días, otros días vienen otros, también de las organizaciones sociales, campesinas. Muchos dicen que aquí se paga: eso no es cierto. Agradecemos de corazón a las y los poblanos por la forma en que nos han apoyado, a nuestros paisanos que viven en el DF y que son oriundos de Puebla».

SOLIDARIDAD CIUDADANA

«Aquí tenemos todo tipo de apoyos. Nosotros no creíamos que la gente de la ciudad fuera a responder tanto. Tenemos mucha colaboración de la gente, a pesar de que el PAN nos ha querido desprestigiar diciendo que tenemos el apoyo del gobierno de la ciudad de México», agrega Mauro.

«Eso es una mentira, totalmente. Aquí viene la gente; nos traen papel higiénico, enlatados. El agua, por ejemplo, nos la da un pequeño empresario restaurantero de Puebla, del municipio de Tepeji de Rodríguez; a veces nos manda comida. Hay desde ex militares hasta religiosas. Hay una monjita que nos trae despensa todos los días, viene todas las tardes».

Afirma que también han recibido algunos apoyos económicos, con los que compran el gas, la carne; los no perecederos, indica, normalmente se los regalan. «Es una colaboración total, que nunca imaginamos. Cada quien está jugando su rol, apoyando económicamente o en especie, otros quedándose en el campamento, otros viniendo a los informes que se dan a las siete de la noche, otros vienen un rato, unos un día, otros dos, tres o más; algunos toda una semana, según las posibilidades de cada quien.»

Mauro, quien viene del poblado de Axutla, de la Mixteca poblana, tiene 39 años, está casado y es padre de dos niños (de 11 y siete años). Es militante del PRD desde su fundación; su filiación política fue la causa de que en 1992 lo hayan «desaparecido» por nueve días en los separos de la Policía Judicial Militar, donde también fue torturado.

Absurdamente, después también lo acusaron de haber hecho una denuncia por tortura. Antes, lo habían arrestado por leer literatura subversiva: la revista Proceso y Rius. Actualmente participa en un despacho defensor de derechos humanos en su región, es integrante de la Federación de Militares Retirados (que cuenta con su propia carpa en el plantón) y funge como representante de la Unión Campesina Democrática en su municipio.

* Artículo publicado en el periódico Noticias de Puebla-Tlaxcala.

06/FR/CV/LR

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