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Pobres en ingresos y pobres en tiempo

Por Carmen R. Ponce Meléndez*
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Por cada 100 horas de trabajo doméstico no remunerado y de cuidados, 78.3 las realizan las mujeres y 21.7 es la contribución masculina. Es muy amplia la brecha de desigualdad, según datos de la cuenta satélite de trabajo doméstico no remunerado de los hogares, México 2012, Inegi.
 
Cada mujer contribuyó con un valor equivalente a 40 mil 800 pesos anuales, frente a una aportación masculina de 13 mil 200 pesos. Un plus femenino de 27 mil 600 pesos por persona, más del doble.
 
Para 2012 el valor económico de este trabajo femenino representó 15 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB); su valor económico total fue de 3 mil 61 billones de pesos. Esta aportación al PIB es equivalente a la que hace el sector comercio a la economía.
 
Las labores domésticas y de cuidado se desagregan en seis rubros: cuidados y apoyo; alimentación; limpieza y mantenimiento; compras y administración del hogar; limpieza y cuidado de la ropa y calzado, y ayuda a los hogares.
 
Las de mayor valor económico son cuidado y apoyo (32.2 por ciento) y alimentación (22.3 por ciento); ayuda a los hogares sólo representa 5.4 por ciento.

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Al desagregar estás actividades por sexo se aprecia que estas cargas de trabajo –que aparecen en la gráfica– descansan en las mujeres, quienes absorben la mayor parte.
 
En especial en alimentación (84.8 por ciento), o bien 77.4 por ciento en las tareas de cuidado y apoyo, a las que les corresponde el mayor valor económico: aporta 6.6 por ciento al PIB.
 
La participación masculina más alta está en: compras y administración del hogar con 43.2 por ciento, una actividad muy ligada a su papel de proveedores, más tradicional.
 
En suma, la responsabilidad de este trabajo recae fundamentalmente en las mujeres que destinan más de la mitad de su tiempo total de trabajo a estas labores (65.2 por ciento), y únicamente 3.3 de cada 10 horas al trabajo remunerado.
 
Tal situación les impide obtener mayores ingresos y las convierte en pobres en tiempo y en recursos económicos.
 
¿Quiénes son las mujeres más afectadas y por qué?
 
De acuerdo con las cifras de la cuenta satélite del Inegi, las mujeres con mayor carga de trabajo doméstico no remunerado y de cuidados son las mujeres pobres; las que viven en las áreas rurales;  indígenas y las que tienen hijos menores de seis años.
 
En el periodo analizado y medido por el valor económico de este trabajo las mujeres del nivel o quintil I (con menores ingresos) contribuyen con 43 mil 300 pesos.
 
En contraste, las del nivel V (con mayores ingresos) tuvieron una contribución de 37 mil 600 pesos, 15 por ciento menos. Y es que su carga de trabajo es menor, ya que su nivel de ingresos les permite contratar servicios de apoyo en el cuidado o limpieza del hogar; también tienen más posibilidades de acceder a los servicios de estancias infantiles para el cuidado de las y los niños menores de seis años.
 
Las que habitan en hogares de áreas rurales aportaron con este tipo de trabajo un valor económico 21.7 por ciento superior a la de los hogares urbanos, debido a la poca infraestructura de apoyo para estas tareas en esas áreas y al hecho de que en su mayoría son mujeres con un nivel de ingreso más bajo.
 
Por lo consiguiente su carga de trabajo es mayor y mucho menor su disponibilidad de tiempo para el trabajo asalariado, reforzándose el círculo de pobreza.
 
Lo mismo sucede con las mujeres de habla indígena. En este tipo de trabajo su aportación (medida por el valor económico) es de 46 mil 200 pesos anuales, cifra superior en 13.2 por ciento a la aportación anual promedio de las mujeres que no tienen habla indígena; es decir, su carga de trabajo es superior a la de la mujer promedio.
 
Conforme a las cifras del Inegi también se recrudece la carga de trabajo doméstico no remunerado y de cuidados para las mujeres que viven en hogares con hijas e hijos menores de seis años.
 
Ya que las tareas de cuidados y alimentación aumentan y justamente en estos rubros la participación masculina es muy baja, 22.6 y 15.2 por ciento, respectivamente.
 
La otra razón igual de importante es que no existe una infraestructura pública de apoyo para estas labores, faltan políticas públicas en la materia, o bien las que existen son insuficientes. Son indispensables estancias infantiles y escuelas con horarios ampliados.
 
Adicionalmente se requieren, es urgente, campañas públicas de educación e inducción para elevar la contribución masculina en estas actividades, ya que su participación es prácticamente simbólica.
 
En este sentido la labor de los institutos de la Mujer es fundamental.
 
Concluyendo, en el trabajo doméstico no remunerado y de cuidados es urgente cerrar las brechas de género en aras del desarrollo humano.
 
Twitter: @ramonaponce
 
*Economista especializada en temas de género.
 
14/CRPM/RMB

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