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Política para el país o política para Dios

Por Lydia Cacho

Elba Esther, la patriarca del PRI, tiene razón. Cuando Juan de Dios Castro (bendito sea su nombre) se atrevió a imponer el desafuero de Aldana patentizó la nueva realidad política. Si Aldana es desaforado y el PRI, como algunos soñadores pueriles imaginaban, pierde su registro y se evidencia como el origen de toda corrupción de Estado, México queda sin viabilidad política, y por ende económica. Es decir, nos lleva la china poblana al más allá.

El asunto es muy sencillo: si se abre la Caja de Pandora del PRI, que equivale a la estructura ósea de 70 años de política de Estado, con todos sus males surgirían las grandes riquezas que han fomentado la prosperidad y fortalecido al mismísimo PAN.

Saldrían a relucir los huevos de todos los empresarios, millonarios y políticos, que dividieron en dos canastas sus apuestas.

Así las cosas: un huevito para el PAN y otro huevito para el PRI, con el fin de mantener la estabilidad económica de los grandes capitales que han sostenido a México. Sin PRI y sin PAN no hay economía estable; impensable un derrumbe. Mientras tanto Cuauhtémoc Cárdenas, ya en franca decadencia, con sus sueños de cacique nacional, divide y participa en la paulatina pulverización del PRD.

Entonces ¿cómo y quién negocia la viabilidad del país a dos años de la salida de Fox?.

Tendríamos que entender, para responder esta pregunta, que México sigue sin resolver la gran debacle del siglo XIX: la lucha por el poder entre liberales y conservadores. Baste ver el cuestionable protagonismo de la Iglesia Católica y su evidenciada pugna por influir en las políticas de Estado.

Le debemos al periodista Álvaro Delgado, autor del libro EL Yunque, la revelación de la pieza clave que nos hacía falta para comprender la estructura panista en el poder actual, para conocer los alcances de la ultraderecha en México, esos que las feministas hemos reiterado hasta el cansancio.

La aparición del reportaje El Yunque, muestra el ala ultraconservadora del PAN en su máxima expresión, cita nombres y testigos, da pruebas y nos ayuda a comprender que el PAN está dividido (a partir de esta publicación, más abiertamente) en dos.

Los Bravos del Norte, digamos conservadores progresistas y los recalcitrantes del Bajío. Léase Marta Sahagún, Medina Plasencia, Juan de Dios Castro la voz de la Presidencia, la ex subprocuradora María de la Luz Lima Malvido, el sinarquista Secretario del Trabajo, y el nunca bien ponderado líder conservador Luis Felipe Bravo Mena.

En la otra esquina, diría el mil máscaras, se encuentran los negociadores, es decir los progresistas de derecha que desean mantener la estabilidad política del país.

Entre ellos algunos intelectuales tránsfugas de la democracia social: Santiago Creel, Paoli Bolio, en educación Reyes Taméz, ex rector de la Universidad Autónoma de Nuevo León y en salud Julio Frenk, quienes han demostrado que hay una lucha enconada desde los ultraconservadores para boicotear todo intento por negociar los avances significativos del «gobierno del cambio» si estos avances están relacionados con fortalecer la libertad de expresión, la equidad y el combate a la pobreza.

Son ellos quienes desde el Estado negocian un 50 por ciento de recursos de la Sedesol o del Inmujeres, de Procampo o de Salud para la sociedad civil organizada y proyectos que eliminen la pobreza y fortalezcan la libertad de las mujeres e indígenas, y el otro 50 por ciento para los grupos que propugnan lo contrario, como Provida y otras instituciones antidemocráticas con tintes oscurantistas.

Sólo le quedan dos años a Fox con su doble discurso. Sus aliados y aliadas son quienes admiran a Pinochet y celebraron recientemente el asesinato de Allende, brindaron por la dictadura. Son las y los mesiánicos que como camaleones adoptan los discursos de la equidad, hablan del condón cuando les es útil y de la igualdad entre todos y todas. Entonces ¿Cuál es la diferencia? Dirá usted entre unos y otros.

Más compleja de lo imaginable pero elemental: El PRI, tiene principios y filosofías claras, con un natural tinte conservador «doblemoralino» típicamente mexicano. El Pan, en cambio, está dividido entre los que darían la vida por su patria y los que darían la vida por Dios.

Los primeros hacen política, las y los segundos se guían por un dogma que no conoce límites. El dogma que ha fortalecido a los grandes fascistas del mundo. Nos esperan tiempos difíciles, y a Fox la definición clara, a decir ¿con Dios o con la Democracia?.

* Lidia Cacho es integrante de la Red Nacional de Periodistas

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