Inicio Rosario Castellanos, supo latín, tuvo marido y buen fin

Rosario Castellanos, supo latín, tuvo marido y buen fin

Por Rosalina Nicolat

El 7 de agosto pasado se cumplieron 35 años de la muerte de la escritora Rosario Castellanos, nacida en la Ciudad de México, un 25 de mayo de 1925 y fallecida en Tel Aviv, Israel el 7 de agosto de 1974.

Además de su aniversario luctuoso, también se cumplen tres cincuentenarios dentro de su cronología. En 1959 publicó los poemas dramáticos «Salomé y Judith», Editorial Jus; «Al pie de la letra» (poemas), editado por la Universidad Veracruzana y «Materia memorable» (poemas), bajo el sello de la UNAM. Motivos suficientes para celebrar la vida y obra de una de las mujeres más notables en la cultura.

HOMENAJE OFICIAL

El Instituto Nacional de Bellas Artes organizó el 2 de agosto pasado en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes un espectáculo poético-dramático-musical titulado: «Poesía sí eres tú», bajo la dirección de la dramaturga Elena Guiochins, consistente en una lectura dramatizada de algunos poemas, fragmentos de cartas y diálogos creados por la propia Guiochins.

Fue un espectáculo donde se mezcló el humorismo, la nostalgia y el dolor de Rosario Castellanos; la lectura estuvo a cargo de los actores Vanesa Bauche y José María de Tavira, con la musicalización del d.j. Bishop.

ROSARIO CRONISTA

Uno de los libros póstumos de nuestra autora: «Cartas a Ricardo». México, Conaculta, 1994, es un epistolario dedicado al que fuera su marido, el filósofo Ricardo Guerra.

Dejo a un lado la controversia que causó su edición, pues algunos criticaron al exmarido y al hijo por permitir la publicación de esa correspondencia tan íntima, otros aplaudieron esa decisión.

«Cartas a Ricardo» incluye el prólogo de Elena Poniatowska, quien es la primera en concederle gran valor testimonial. Señala en un párrafo:

«La correspondencia de Rosario es un formidable documento vital, un testimonio de primer orden que seduce a las mujeres, a los hombres, a quienes les importa comprender a las mujeres. Después de leerlo una se queda con ganas de comentar, de discutir, sacarla del atolladero y, al sacarla, sacarnos también aunque nuestra situación no sea exactamente la misma e incluso creamos que es mejor».

Yo fui una de las detractoras de la edición del epistolario. Sin embargo, opinaba sin conocimiento de causa. Después de leerlo se me reveló como una excelente cronista de viajes.

Las cartas fueron escritas en varias poblaciones del estado de Chiapas, en Madrid, Wisconsin, Nueva York y en la Ciudad de México. Dos están dedicadas a su hijo Gabriel y es una delicia leerlas.

Hablaré únicamente de la capacidad descriptiva de Castellanos. No trataré la relación amorosa entre Rosario y Ricardo.

Una misiva fechada en Chapatongo, Chiapas, 15 de diciembre de 1951, cuenta de la estancia con su medio hermano, cuyas relaciones afectivas han mejorado. Habla de que está sin libros, sin radio, sin nada que hacer, más que los trabajos domésticos y relata lo que hicieron para distraerse.
Cito un extracto:

«Hoy para entretenernos organizamos una diversión que nos mantuvo ocupados toda la mañana. Raúl me rapó. Primero con unas tijeras, zas, afuera los mechones de pelo. Luego con otras tijeras más finas cortó hasta dejarlo pequeñito. Por último, con la máquina de afeitar. Me dejó la cabeza reluciente, pulida, lisa. Nos divertimos mucho. (…) A ver qué jueguito se nos ocurre mañana».

Y así todo el epistolario. Hay descripciones de Madrid, de Barcelona, de París, y también de varias poblaciones de Chiapas: Tuxtla Gutiérrez, Comitán y el rancho de Chapatongo. Cito una descripción sobre Segovia:

«Bueno, pues fuimos a Segovia; la ciudad muy linda, un alcázar imponente, una catedral gótica con altares barrocos (qué monstruo), un acueducto maravilloso y miles de iglesias románticas y pequeñitas».

Además de descripciones de ciudades y paisajes, cuenta de sus visitas a museos y hace sinopsis de las películas que ve, y tiene la agradable sorpresa de que una actriz se hospede en la residencia donde viven ella y Concepción Castro, y así describe la anécdota:

«(…) la casa se ha vestido de gala para recibir a una huésped distinguida, Inés Orsini, una actriz italiana protagonista de «Cielo sobre el pantano», una película de la que te hablé en mis primeras cartas. Es una niña toda jovencita y miembro de Acción Católica y que viene ahora a filmar «El milagro de Fátima». Viene acompañada de su hermana. Como le digo, es joven y mona».

Castellanos es una cronista atenta a todo lo que sucede a su alrededor. Durante su estancia de un año en Madrid, disfrutando una beca de estudios, no desaprovecha ningún momento. Cada fin de semana salen de viaje a poblaciones cercanas, y no podía dejar de visitar la ciudad luz.

Y cuenta así su visita:

«París es París. Ni hablar. Absorbente, polifacético y total. Nos está sorbiendo la sangre. (…) es maravilloso y estoy enamorada de él. Se lo advierto porque es un rival muy serio. Y hemos hecho todo lo que hace un turista que se respeta: Subir a la Torre Eiffel, ir al Louvre cinco veces, al Museo del Hombre, a exposiciones de Picasso, a Notre Dame, al teatro, a los cineclubes, a un museo de arte asiático. Somos unas hachas tomando el metro. Estamos a punto de volvernos cultas».

En dos cartas dedicadas a su hijo Gabriel, se nos revela como escritora de cuentos infantiles. Con la anécdota de dos ardillas que se encuentra, ella teje una historia para su hijo. Trataré de resumirla, pues es muy reveladora:

«(…) Y el otro día que salí de mi casa me encontré con una ardillita muy traviesa y le pregunté cómo se llamaba y me dijo que ella Zipi y su amiguito Zape. Y cuando les dije que no era yo de aquí, y que estaba muy triste porque estaba lejos de mi casa, me contaron que ellas también se vinieron de muy lejos. Que ellas son del Canadá, pero un día llegó un zorro malo y las empezó a molestar. Entonces ellas brincaron de un árbol en otro hasta que un día encontraron un nogal muy grande y muy bonito y allí hicieron su casita, aquí en Madison».

El zorro aulló, los policías lo corrieron de la cercanía del nogal. Así las ardillitas vivían felices, acarreando provisiones para el invierno, y como son amigas de Rosario le preguntaron si tenía niños:

«Y cuando bajan, juegan con los niños que andan en bicicleta por las calles. Me preguntaron si tenía niños y les dije que sí, que tenía un niño muy grande que ya iba a cumplir cinco años en estos días y que se llamaba Gabriel y me dijeron que lo saludara mucho y que tenían ganas de conocerlo, que si no iba a venir a visitarlas».

Rosario promete a las ardillas que va a hacer todo lo posible para que Gabriel viaje a Wisconsin y pueda conocer a Zipi y Zape. Y en la otra carta le cuenta a Gabriel dos historias donde aparecen la ballena Moby Dick y Gabriel Guerra Castellanos como protagonistas.

El epistolario es para quienes disfrutan la narrativa de Rosario Castellanos y este aniversario es una invitación a su lectura, a conocer otra nueva faceta de esta magnífica escritora.

09/RN/PBC/GG

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