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Sacerdotes muy humanos

Por Marta Guerrero González

Por primera vez, decíamos, la Iglesia dio muestras reales de preocupación en referencia a los sacerdotes, sobre todo los de Boston, que abusaron sexualmente de chicos y jóvenes quienes depositaron su confianza en ellos.

El Papa se indignó y llamó a no tolerar bajo ninguna circunstancia conductas criminales (porque de eso se trata) y tampoco complicidad, ocultamiento, proteccionismo u omisión. Hizo algo más, sentenció que dichos sujetos quedarían fuera del sacerdocio, asunto no de poca importancia ya que la historia nos relata innumerables casos de perdón y, luego, claro, de recurrencia y más perdón.

El escándalo fue del tamaño suficiente para que se dictara lo que en realidad impone la buena conciencia y los derechos de las víctimas. Sin embargo, no en todas partes del mundo se hará justicia y entonces habrá propicia ocasión para seguir cometiendo daño contra inocentes.

Aquí en México los defensores, fanáticos y obtusos se niegan siquiera a permitir una investigación seria para esclarecer el gran número de denuncias en contra del padre Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo.

Más que una comunidad cristiana parecen una cofradía apostada en colegios con miembros obligados a no permitir que se haga la luz; sea, pues, que continúen las tinieblas y la suspicacia en torno a los malos hábitos de algunos religiosos de esa congregación, quizás bajo el mal ejemplo de su líder.

El asunto sale, y seguirá saliendo, en los medios por la resolución de la Arquidiócesis de Boston que aceptó pagar 85 millones de dólares para llegar a un acuerdo en las demandas de 560 personas (entre 80 mil y 300 mil para cada víctima de abuso sexual); 85 millones es la indemnización más grande en la historia, al menos dada ha conocer.

Recordemos que el expulsado sacerdote John J. Geoghan fue sentenciado a prisión por abuso sexual infantil y en agosto lo asesinaron en la cárcel. Las denuncias, se estima, son más de mil, y datan desde 1940 en toda la unión americana.

En México ponen el grito en el cielo por la orden de investigar al Cardenal de Guadalajara, Juan Sandoval Iñiguez, por presunto lavado de dinero; sus cuentas y las de su familia, incluyendo a su difunta madre, serán analizadas.

Un hombre que si de algo sabe es de política pues la experiencia diaria en reuniones, cenas, restaurantes, clubes de golf y el ejercicio ampliado de su profesión le ofrecen la oportunidad de codearse con toda clase de personas; algunas de ellas lo han llevado al escándalo por tratarse de gente vinculada con el narcotráfico (los Arellano Félix, Lupercio Serrato, Guardia López, el «zar del juego»…).

Parte de su interés personal en la muerte del Cardenal Posadas Ocampo y su publicitado pleito con Carpizo, pueden ser base de una campaña de desprestigio. Asunto que no debe de preocupar demasiado a Sandoval, quien además de cerrar filas con obispos y empresarios, se entiende que nada le importa lo que opine la sociedad de su vida social y sus desatenciones para con su grey.

Sandoval está en la arena y se defenderá como otras veces, con razones, con influencias, escritores, y peleará (probablemente ganará) como lo hacen los muy buenos cuando pelean con sus pares.

2003/MGG/GMT

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