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Sara Lovera, por fin

Por Marta Guerrero González

Recibir la noticia del registro formal de Sara Lovera representó para muchas de nosotras un descanso. En los días previos los nervios no se aguantaban con la posibilidad de que el PRD hiciera, otra vez, de las suyas a la hora de seleccionar candidatos y dejar a las mujeres colgadas de la brocha.

Después de una larga lucha en diferentes trincheras, las mujeres de este país nos merecemos a Sara en la Cámara de Diputados; tenerla ahí es tenerla por nosotras. No hay duda alguna de que, al igual que en su momento lo hiciera Amalia García, en los próximos años lo hará la Lovera, como la llaman cariñosamente las compañeras de Comunicación e Información de la Mujer AC.

Aplaudo el registro, aun sin conocer el lugar de la lista plurinominal que ocupará Sara, porque en todos los partidos, frente a la dichosa cuota, a veces los hombres se ponen rejegos y disparejos. Pero ya está adentro y eso nos consuela. Estoy segura de que verá por el combate real y formalmente castigado para erradicar la violencia hacia las mujeres, la impunidad del femicidio y, sobre todo, de que trabajará en contra de la desigualdad en la Ley Federal del Trabajo, no sólo en el ámbito de las compañeras comunicadoras, sino en todos los rubros de la planta laboral.

A Sara no se le va a subir el puesto: eso ya lo vivió y criticó a lo largo de su ocupada carrera. Ella seguirá viendo por una salud reproductiva y por la dignidad y calidad de vida de las más vulnerables del país. No será otra que llega y no se acuerda de sus compromisos ni de sus amigas; ella nos atenderá de la manera sencilla y distraída con que desde hace tiempo (bastante largo, por cierto) nos acompaña como si una parte de ella estuviera todavía sosteniendo ese incansable diálogo o diatriba con su Joel, otro perredista irredento, como ella.

Lo hará bien, y debo decir que estaremos en diferentes trincheras, Lovera en el Legislativo y yo en el Cabildo de Naucalpan; yo iré por el Verde y la Alianza por México. En los años por venir tenemos retos importantes, principalmente en materia de género, de educación, de seguridad y generación de empleos. Como en la comuna del hormiguero, tenemos que incorporar más obreras para construir y, en su caso, reconstruir la casa.

Veo a Sara con sus lentes resbalando por la nariz, argumentando y convenciendo, con el dedo en alto frente a un tipo fornido y enorme, insistiendo sobre leyes que nos protejan pero, sobre todo, la veo pidiendo, no, exigiendo cuentas y moviendo piedra tras piedra hasta encontrar a los asesinos de las mujeres de Ciudad Juárez. A Sara ya no la detiene nada y a mí me da gusto; primero porque es necesaria y segundo y, más importante, porque es mi amiga en la vida y la alegría de su sueño es la tranquilidad del mío.

*Periodista mexicana

06/YT

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