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Se matan entre ellos

Por Marta Guerrero González

Masacre en Columbine. Michael Moore obtuvo el Oscar al mejor documental en 2002. Sin duda existió un trabajo periodístico importante; aunque la producción es deficiente, lo interesante es la evidencia comparativa que señala a Estados Unidos a la cabeza en violencia, por armas de fuego, muertes específicamente, frente a países como Alemania, Canadá o Inglaterra.

Partimos de la base que cualquiera puede tener cuantas armas y balas considere apropiadas para su defensa y la de su familia, esto por enmienda constitucional. Incluso existen organismos, asociaciones y clubes que promueven y apoyan la tenencia de las armas, sin que exista una verdadera cultura sobre la responsabilidad que implican la posesión de armas en los hogares; ilustra el caso de un pequeño que tomó la pistola de su tío y con ella a la mañana siguiente le disparó a una compañerita de su misma edad en el kinder y sencillamente la mató.

Los protagonistas de la tragedia en la escuela Columbine eran jóvenes resentidos, entrenados y educados para cometer la masacre y luego volarse los sesos. Tenían todo a la mano para asesinar a 12 estudiantes, una maestra y herir a muchos más.

Contaban con armas de repetición de 30 balas, un ambiente hostil a su alrededor, el rencor hacia sus profesores, la influencia de la televisión, el contacto con el pandillerismo y el fondo de la soledad juvenil, la cultura de agresión y bases nucleares en el territorio. Sin embargo, ni la pobreza, ni la música pesada, ni los mensajes televisivos o juegos electrónicos son el asunto de fondo de la violencia norteamericana, donde se matan los unos a los otros, sino la propaganda excesiva sobre todo tipo de amenazas.

Veinte cerrojos en las puertas, 20 seguros contra cualquier cosa, 20 abogados defensores de médicos, de esposas, de caseros, de políticas de gobierno, de evasores, etcétera. Lo curioso es que siendo el país más poderoso de la tierra «sienta tanto miedo».

Miedo a que lo ataquen, al terrorismo, al ultraje, al robo, a la crítica, a la ofensa, a la falta de respeto a la más mínima de sus leyes, miedo al fracaso, a los negros, a los latinos, a los pobres, a la carestía de petróleo, a perder el mandato. Miedo. Y contra eso la protección aunque sea abusiva, el ataque de primera mano en prevención de una posible agresión. El miedo vende, manipula, convence, distorsiona y se convierte en buen aliado de los tiranos. Todos armados, potencialmente todos capaces de agredir. Frente a la amenaza la defensa obliga, pero en algunas ocasiones se matan entre ellos, sin que los derechos ciudadanos atemperen el dolor del luto familiar.

03/MGG/GMT

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