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Secuelas de dolor y encono marcan infancia oaxaqueña

Por Jessica Cecilia Martínez

Los problemas agrarios, comunitarios o religiosos entre comunidades indígenas zapotecas de la Sierra Sur de Oaxaca, han dejado más de 500 niñas y niños huérfanos, debido a que sus padres han muerto en diversos enfrentamientos.

Otros 650 infantes loxichas se fueron a vivir con familiares, debido a que sus padres fueron encarcelados por presuntos vínculos con el Ejército Popular Revolucionario (EPR).

La violencia generalizada e incertidumbre que se vive en comunidades de la Sierra sur a consecuencia de diversos conflictos dejan además una secuela de dolor y encono en la infancia oaxaqueña, que como sus madres y abuelos han tenido que renunciar a sus bienes antes que continuar viviendo en la zozobra.

Sin saber porque, las y los pequeños han tenido que emigrar junto con sus madres que temen morir en medio de fuego cruzado o en una emboscada, como ha ocurrido desde hace años. El miedo y la orfandad son su herencia, con el paso de los años la semilla de la venganza germina en el corazón y sin saben porque aprenden a odiar al vecino, antes que a jugar o ir a la escuela.

Entre las disputas agrarias que más muertos ha cobrado destaca la que sostienen desde 1930, Santo Domingo Teojomulco y San Lorenzo Texmelucan por seis mil hectáreas de tierra, lo que ha servido de pretexto para el saqueo de domicilios, el robo de ganado, provocando que la zozobra sea parte de la vida cotidiana.

El litigio por unas 10 mil hectáreas en que se encuentran inmersos los municipios de Santiago Amoltepec contra Santa María Zaniza, Santa Cruz Zenzontepec, Santa María Yucutindoo y Santiago Textitlán, han costado decenas de vidas y dejado en el abandono a por lo menos tres centenas de infantes.

En tanto, el conflicto agrario entre Santiago Xochiltepec, agencia de Santiago Textitlán y Santo Domingo Teojomulco, «resuelto» el año pasado con la indemnización de 50 millones de pesos por renunciar a cuatro mil 672 hectáreas, dejó 92 niñas y niños sin sus padres, quienes murieron masacrados en el paraje de Agua Fría, el 31 de mayo del 2002.

En la zona de los Loxicha, hay una nueva generación «las y los herederos los presos indígenas» que entre 1996 a 1998 vivieron fragmentadas sus familias, cuando sus padres fueron detenidos por su presunta relación con el EPR.

De acuerdo a la Liga Mexicana de los Derechos Humanos ( LIMEDH), se estima que unos 650 niños y niñas quedaron al cuidado de la madre a causa del encarcelamiento de 150 padres de familia.

Las hijas e hijos de los presos loxichas dieron sus primeros pasos en el corredor del Palacio de Gobierno de la capital de Oaxaca, donde estuvieron instalados cinco años en protesta por la detención de sus padres, recordó Yésica Sánchez Maya, coordinadora estatal de la Liga.

Muchas de esos pequeños son hoy adolescentes y jóvenes que se emplean como ayudantes de albañil o cargan bultos en los mercados, mientras que las mujeres son madres solteras, ayudantes de tortillerías o trabajadoras domésticas.

«Después de vivir cinco años en los corredores del Palacio de gobierno, las y los menores no encontraron sentido a la escuela, al encierro que implicaba cuatro horas sentados escuchando a una persona adulta; optaron por participar en la pizca de café y apoyar a mamá», comenta Sánchez Maya.

En Santiago Tlacotepec, «se ven obligados a madurar en forma rápida, al asumir el peso moral y económico, ante la ausencia del padre», expresa Basilia, quien vio morir a su esposo en una agresión armada.

«Las circunstancias obligan a los jóvenes de once años a conocer el manejo de las armas, para sobrevivir y para la protección de la familia en caso de cualquier intento de agresión por parte de sus enemigos de siempre, el pueblo vecino».

Jessica y Basilia coinciden en que los infantes que perdieron a su padre a consecuencia de una confrontación por conflictos sociales y agrarios, viven sin oportunidades de desarrollo ni garantías para gozar del derecho a la alimentación, educación o el juego, porque «su principal preocupación es llevar dinero a casa para sobrevivir en el destierro de una ciudad que les ajena».

2004/JCM/SJE/GV

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