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Soledad, Cholita González de Ayala González

Por Erika Cervantes

Testiga y acompañante de los periodos presidenciales, maderista, obregonista y callista, Soledad González –más conocida como Cholita– tuvo la fortuna de conocer de primera mano obras como La sucesión presidencial, de Francisco I. Madero y Ocho mil kilómetros de campaña, de Álvaro Obregón, pues en tiempos en los que se acostumbraba que las mujeres bo trabajaran fuera de sus hogares, ella fue una exitosa secretaria.

Soledad González nació en Agua Nueva, Coahuila, en 1895; debido a que a los cinco años queda huérfana de padre, Marcelino González, un modesto campesino, doña Francisca Dávila –la madre– se traslada a la finca algodonera de Francisco I. Madero.

Gracias a ello la pequeña Soledad conoce las ideas libertarias del mártir de la revolución y que al paso de los años se convertirán en su ideario ético. El matrimonio Madero guía los pasos de Cholita por lo que le otorga una beca para que estudie comercio en San Pedro, Coahuila.

A los quince años y con sus primeros conocimientos de mecanografía, Cholita transcribe la mayor parte de la obra La sucesión presidencial, dictada de viva voz por el propio Madero; base de su infatigable campaña contra la dictadura porfirista.

A los veinticinco años Soledad se convierte en la secretaria particular del general Álvaro Obregón y lo acompaña durante la mayor parte de su actuación revolucionaria-militar. Cuando éste renuncia a la Secretaría de Guerra en el gobierno de Venustiano Carranza, ella se traslada junto con Obregón al estado de Sonora, donde transcribirá parte de las memorias de guerra del general en el libro Ocho mil kilómetros en campaña.

A los dos meses de haber llegado a Sonora, en 1915, Cholita conoce y empieza a trabajar con el general Plutarco Elías Calles; quien será su jefe durante 18 años y al que acompañará en sus funciones públicas dentro del estado hasta llegar a presidente de la república de 1924 a 1928.

Pero la vida de Soledad no se limitó a ser sólo una profesionista exitosa: como maderista por convicción, del 9 al 18 de febrero de 1913, durante la decena trágica, toma las armas y, con carrilleras terciadas al pecho y rifle en mano, defiende los ideales de la no relección.

En la década de los veinte contrae nupcias con su paisano el doctor Abraham Ayala González, jefe del Departamento de Salubridad, como no tuvo hijos, Cholita invierte sus ahorros de soltera para establecer las primeras loncherías en la capital del país, donde la naciente burocracia mexicana acude a consumir sus alimentos; también, alienta a su marido para que fabrique productos médicos que rivalizan con las firmas extranjeras instaladas en la capital.

Cholita muere el 16 de julio de 1953. Sus restos reposan en el Panteón Americano y, como tantas otras hacedoras de nuestra historia, aún no se le reconoce el mérito de haber trabajado y luchado por la formación del país que hoy es México.

       
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