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Sonya`s House Cleaning, casi el sueño americano

Por Alejandra Palma/corresponsal

Cuando era una niña de sólo 14 años y conociendo apenas unas cuantas palabras de inglés, Sonia González emigró a los Estados Unidos, en busca del tan anhelado sueño americano que, para esta zacatecana originaria de la comunidad de San Pedro Apóstol, municipio de Huanusco, parece que se cumplió.

Tras 10 años de arduo trabajo y con 30 años de edad, hoy posee una empresa de limpieza de casas que le genera ganancias anuales cercanas a los 150 mil dólares y proporciona empleo a seis mujeres migrantes.

Sonya`s House Cleaning es el nombre de la empresa de limpieza de Sonia, que ofrece sus servicios en las zonas adineradas del norte de California y Bay Area, en donde actualmente asea diariamente entre 12 y 15 casas, obteniendo por ello buena remuneración.

LA RESIDENCIA NO GARANTIZA ÉXITO

A 16 años de haber llegado a la Unión Americana , Sonia recuerda que a pesar de que tenía su residencia, que su padre le gestionó a los 5 años de edad, no le fue nada fácil conseguir empleo, pues la discriminación y los abusos en ese tiempo, y aún hoy, son constantes.

«Tener residencia únicamente me ayudó a entrar sin problemas a Estados Unidos, pero me fue muy difícil conseguir trabajo, sobre todo porque era menor de edad y por el color de mi piel», rememora la zacatecana.

Cuando tenía 14 años, fue de vacaciones a Estados Unidos, donde vivían sus hermanos. Fue entonces que decidió migrar, aunque con tan corta edad le fue difícil conseguir empleo.

Trabajó como cocinera en Mc Donal`s y en loncheras (camiones que venden comida), en la recolección de olivos, en el corte de tomate y en el empaquetado de espárragos, así como en una fábrica de comida para perros, en la que el horario era de 3 de la mañana a 3 de la tarde. Todo en un año. Pero por ser menor de edad no tenía licencia de trabajo.

Su empresa surgió poco a poco. Tuvo que tocar de puerta en puerta ofreciendo su servicio de aseo en zonas residenciales, sin descansar fines de semana ni días festivos, sin faltar o llegar tarde al trabajo, porque eso podía significar que no le pagaran o la despidieran. Además, su larga jornada en muchas ocasiones derivaba en peleas con su marido.

Durante 10 años ha trabajado cada día, pero «hoy me doy el lujo de rechazar clientes y de tomarme por lo menos 3 semanas de vacaciones al año», dice la empresaria mexicana. El éxito ?revela- se debe a mi constancia, a mi esfuerzo y a mi tenacidad.

MATRIMONIO, HIJO E INGLÉS

Se casó a los 16 años de edad con José, un migrante originario de Jalisco. Inmediatamente se embarazó y fue madre a los 17 años. Decidieron mudarse de San Fernando a Tracy, donde estudió inglés por siete meses.

Con nuevas responsabilidades como esposa y madre, consiguió un empleo en la empresa Clearing by Ski, donde le pagaban a 3.75 dólares la hora. Ahí aprendió cómo se manejaba el negocio de la limpieza, los líquidos que se necesitaban y dónde se compraban.

Una discusión con la dueña de la empresa la dejó sin empleo, colocándolos en una situación económica muy complicada, porque tenía ya dos hijas y estaba de nuevo embarazada (sólo tres meses después de su segundo parto). Tenía entonces menos de 20 años.

«SONY?AS HOUSE CLEANING»

Ante la premura económica, pero con la experiencia obtenida, decidió iniciar su propio negocio. Elaboró volantes de su puño y letra para ofrecer el servicio de limpieza y los repartió en las zonas adineradas del norte de California. Al principio nadie la contrataba.

«El color de mi piel era un problema. Me hacían el feo, pero a mí no me importó y seguí ofreciendo mi trabajo», dice. Hasta que un empresario africano le dio la oportunidad de limpiar su casa y al estar satisfecho con los resultados, la recomendó con otros tres vecinos.

Ese fue el comienzo de una próspera microempresa. Luego, consiguió la limpieza de 10 casas y en ese momento tuvo que contratar a una persona que le ayudara, luego necesitó otra más y así, hasta hoy, cuando 6 mujeres le ayudan a limpiar más de 110 viviendas.

El trabajo es duro y cansado: comienza desde las 10 de la mañana y termina hasta después de las 7 de la noche, de lunes a viernes. «Pero vale la pena», asegura, porque eso le permitió obtener ganancias en 2005 de más de 140 mil dólares. Diez mil más obtuvo en año pasado.

Aunque hay que sacar los gastos de operación y los sueldos, el negocio de cualquier manera es rentable, dice. Además, la estabilidad que alcanza su negocio le permite estar más tiempo con sus tres hijas: Rosy, de 12 años; Itzel, de 9; y Cinthia, de 8, y con su marido.

Atrás quedaron los tiempos de la escasez de recursos, las extensas jornadas, los pleitos maritales por sus ausencias y la modesta vivienda rentada. Hoy cuentan con una situación económica estable, una hermosa casa, tiempo para la familia y vacaciones cada año.

LEALTAD PARA CON LAS CONNACIONALES

Las seis mujeres que trabajan en la empresa son migrantes mexicanas, todas carecen de documentos, pero eso no importa. Lo valioso es que desean mejorar su condición de vida, trabajar y son responsables, dice.

Sonia no quiere que sus connacionales batallen tanto como ella y, aunque la jornada laboral es larga, está en sus posibilidades pagarles a 8 dólares la hora, cuando el salario mínimo por hora está en 6.75. Contrata sólo mujeres, porque son mejores en los trabajos domésticos y «son cumplidoras».

«Yo sé lo que es estar lejos de tu tierra. Extraño mucho a mi familia, a mi padre, porque mi madre murió cuando yo era muy pequeña. Añoro estar en San Pedro, con mi abuela y con mis tíos y primos, pero acá tengo mi vida hecha y estamos bien», asegura y por eso no regresará a vivir a México, se quedará en Manteca, California, para que sus hijas estudien y tengan un mejor futuro.

Ahora, sólo viene a su país una o dos veces al año para visitar a su familia. Por tradición lo hace sobre todo en la época navideña, para que sus hijas conozcan a sus parientas, para saber cómo están, para pisar su tierra y a la de su marido.

07/AP/GG

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