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Trece días

Por Cecilia Lavalle

Trece días han pasado desde que se difundieran las llamadas telefónicas que mostraron, con toda crudeza, que la periodista Lydia Cacho decía la verdad.

La decía en su libro Los demonios del edén. La decía al señalar al empresario Kamel Nacif como socio y protector del pederasta Jean Surcar Kuri. La decía al afirmar que su detención –producto de una demanda por difamación que interpusiera Kamel- fue ilegal. La decía cuando reiteraba que su detención constituía no sólo un atentado a la libertad de expresión sino una estrategia para exonerar a Surcar Kuri.

La decía al declarar que en ese acto fueron cómplices el gobernador del estado de Puebla, Mario Marín, y Nacif. La decía al denunciar que fue maltratada psicológicamente a lo largo de 20 horas durante el trayecto de Quintana Roo a Puebla.

La decía cuando sostuvo que estaba planeado que la violaran en la cárcel.

Trece días han pasado en los que la ciudadanía ha visto, como pocas veces, cuánto ha cambiado el Partido Revolucionario Institucional cuando dice que ha cambiado.

Ahí está el gobernador Marín, con un estilo que provocaría la envidia del mismo Cantinflas, empeñado en que creamos que la voz que se escucha en las grabaciones telefónicas no es su voz, o que si es su voz pero no es él, o que si es su voz y sí es él pero no dijo lo que oímos que dijo.

Ahí está la dirigencia del PRI cerrando filas para apoyar a Marín, mostrando indignación, no por los planes para agredir a Lydia Cacho, no por la sordidez de las conversaciones, ¡no!, sino porque es ilegal que se graben conversaciones telefónicas privadas.

Ahí está su candidato a la presidencia, Roberto Madrazo, quien pasa en cuestión de días, de negar las evidencias, al apoyo irrestricto a su correligionario, al intento de un tenue deslinde del mandatario poblano (¡y eso que está en campaña política!). Ahí está el líder priísta en el senado, Enrique Jackson, insistiendo en que no había quórum en la sesión para votar a favor de la desaparición de poderes en Puebla, pero negándose a pasar lista aunque el salón se viera repleto.

Trece días han pasado y el tiempo corre sin que la ciudadanía perciba que se va en el camino de la justicia.

Ahí está el Senado de la República dando un paso atrás para tomar medidas políticas en contra del gobierno de Marín, a fin de –dijeron- dar tiempo a la Suprema Corte de Justicia para que resuelva el caso.

Ahí está la Suprema Corte (que tiene sus propios tiempos y éstos nunca son los de la política y frecuentemente tampoco son los de la justicia) tomándose su tiempo y diciéndole al Congreso «Ante una simple petición que no se acompaña de medios probatorios idóneos, no debe distraerse al Pleno de este alto tribunal de justicia».

Ahí está el Congreso protestando por esa decisión de la Corte y aceptando los diez días hábiles de plazo que le dieron para aportar los medios probatorios.

Ahí está el PRI feliz de ganar un tiempo «precioso» durante el cual pueden apostar al olvido o a que un nuevo escándalo –real o fabricado- entierre esta ignominia. Ahí está Kamel Nacif, en algún lugar del planeta, apostando, también al olvido o a un nuevo escándalo, con la certeza de que empresarios como él son in-to-ca-bles.

Trece días han pasado desde que buena parte de la sociedad transitara del asombro a la indignación, de estupor a la rabia, del hartazgo a la acción individual u organizada.

Ahí está la interminable cadena de correos electrónicos difundiendo las grabaciones. Ahí está la difusión mail a mail de las notas periodísticas, los comentarios de analistas, los trabajos de extraordinarios caricaturistas. Ahí están las ingeniosas páginas electrónicas que ridiculizan al gobernador Marín (goberprecioso.blogspot.com, tepocatas.com y kermitdj.com).

Ahí están programas de televisión parodiando a los personajes de esta gran muestra de la podredumbre que se ha instalado en la política nacional. Ahí está, pues, el humor y la crítica mordaz, demoledora, a la que recurre la ciudadanía ante un sistema político que no tiene mecanismos institucionales para que un servidor público de alto nivel o un empresario poderoso pague por sus acciones.

Ahí está la marcha ciudadana convocada para este domingo 26, que pretende que el hartazgo ciudadano se cuente cabeza por cabeza ante tanto cinismo, tanta impunidad, tanto lodazal.

Trece días han pasado y, pese a todo, pese al descubrimiento de la intriga, pese a la evidencia del complot, la única a la que se le sigue un proceso judicial es a Lydia Cacho. La única a la que, en Puebla primero y ahora en Cancún, le dictaron auto de formal prisión es a Lydia Cacho. La única que está en libertad bajo fianza es Lydia Cacho. La única que tiene que pagar abogados para demostrar su inocencia es Lydia Cacho.

Trece días han pasado y la única que una y otra vez dijo la verdad, la única que levantó la voz en nombre de las mujeres y las niñas víctimas de pederastas que pueden actuar con impunidad gracias a las redes de poder que los protegen, es quien debe continuar con el proceso legal que promovió un empresario poderoso, con la indolencia de muchos y la complicidad de varios.
Trece días y los demonios siguen sueltos.

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06/CL/LR

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