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Un proceso lento en Oaxaca

Por Soledad Jarquín Edgar

Este lunes 17 de octubre se cumplieron 52 años de la ciudadanía de las mujeres. Es decir, de su derecho a votar y a ser electas. Era el año de 1953 cuando en el Diario Oficial de la Federación se publicó la reforma al artículo 34 constitucional: «son ciudadanos de la república los varones y mujeres que teniendo la calidad de mexicanos, reúnan, además, los siguientes requisitos: haber cumplido los 18 años de edad y tener un modo honesto de vivir».

Así, por primera vez en el ámbito nacional las mujeres participaron con su voto en las elecciones ordinarias para diputados federales de la XLIII Legislatura un 3 de julio de 1955.

Sin embargo, la historia no acaba de escribirse. Obtener el derecho de votar y ser electas ha sido un lento proceso. Las mujeres continúan al margen de la vida pública y su participación es sumamente reducida. A pesar de las llamadas acciones afirmativas que llevaron -entre otras cosas importantes- a reformar el Código Federal de Instituciones y Proyectos Electorales (Cofipe) en 1993, adicionando el párrafo tres del Artículo 175 para «promover una mayor participación de las mujeres», lo que se convirtió en una obligación para que ningún partido excediera del 70 por ciento de representación para un mismo género.

En el 2002 se lograron sanciones para los partidos que incumplieran esa reforma, por lo que se suponía entonces que al menos 30 por ciento de las mujeres participarían en los procesos electorales. Pero, por mañas, los partidos políticos no paran y no cumplen con lo establecido en el Artículo 175. Tal es el caso de las candidatas que ganan el proceso electoral y al momento de asumir su cargo legislativo son obligadas a solicitar permiso. La sorpresa es que su suplente es un varón; incluso, muchas veces, sus propios cónyuges.

Hasta el 2003, había en la Cámara federal sólo una representación del 16 por ciento de mujeres; y en el senado -en el mismo año- la cifra fue del 15.6 por ciento. En Oaxaca, son apenas 11 diputadas de un total de 42, lo que representa 26.1 por ciento; un logro numérico, sin duda, pero nada más.

En las presidencias municipales, ni se diga: la participación de las mujeres es aún más difícil; sobre ellas se ejerce todo tipo de violencia, incluso hasta el asesinato; habría que recordar el caso de la aspirante a presidenta municipal perredista Guadalupe Ávila Salinas, en San José Estancia Grande. Otro caso emblemático es la destitución de la alcaldesa de San Martín de los Cansecos por asuntos que tenían que ver con su vida privada. Esto no sucede con los varones.

Por ejemplo, en la entidad han sido menos de 30 las presidentas municipales. En un estado con 570 municipios es realmente patética la cifra, pero es muy representativa de lo que sucede. La primera alcaldesa fue Carmen Rojas, en Santa Catarina Juquila; estamos hablando apenas de 1982 -con datos proporcionados por la doctora en Historia Margarita Dalton- aunque la primera presidenta municipal fue Aurora Meza Andraca, en Chilpancingo, Guerrero, en 1938. Una diferencia de 44 años entre una y otra.

La escasa presencia de mujeres en alcaldías, legislaturas y, más aún, en las gubernaturas -sólo ha habido cinco gobernadoras- son ejemplos claros la desigualdad que todavía viven las mujeres en el plano de la participación política. 52 años de ciudadanía no garantizan su participación; para los varones, las mujeres están en franco crecimiento ciudadano, todavía inmaduras, ¿o qué?

Lo cierto es que el escenario político actual muestra lo que sucede en este país. Una sola candidata, Patricia Mercado frente a una serie de hombres con políticas muy masculinas. Vemos a los señores disputándose el poder como sólo ellos pueden hacerlo, con suma violencia, y en algo les agradecemos que nos digan desde ahora quienes son realmente. Ya vimos que Montiel es un rico mexiquense político, como Madrazo es dueño de todo Tabasco y otras regiones del país.

Ellos exhibiendo sus riquezas mientras las y los pobres de este país -Oaxaca y Chiapas- sufren los embates de la naturaleza que en mala combinación con la pobreza da los resultados vistos en las últimas semanas. Y luego Fox hasta regaña a los gobernadores. Tales para cuales.

No hay duda de que éste es un mundo al revés, como dice el escritor uruguayo Eduardo Galeano. Felipe Calderón reacciona con desprecio a la propuesta de Andrés Manuel López Obrador en el sentido de ceder parte del dinero de las campañas para los pueblos afectados por Stan. Santiago Creel insiste en que va a ganar y promete, en Chihuahua, llevar el gobierno a esa entidad. ¿Y el sur se fregó porque no votaron por él? Revanchismo puro. Violencia desmedida.

Así, llegamos este lunes 17 a 52 años de la ciudadanía de las mujeres. Entramos en ese proceso de madurez -como lo sentimos las mujeres- a un proceso electoral con un escenario masculino en todo sentido. Un año muy importante y decisivo para el país. Como mayoría de votantes, somos las mujeres las que inclinamos la balanza en favor de tal o cual candidato o candidata.

Como «regalo» a la ciudadanía de las mujeres, ahora que se disputan tres senadurías en el PRI, que dos sean para mujeres: Patricia Villanueva e Irma Piñeyro. Que el PAN no se olvide de Guadalupe González y que el PRD (el club de Toby oaxaqueño) se acuerde de las mujeres. Mujeres que harían cambios legislativos por las mujeres y que le ahorrarían mucho trabajo a los ejecutivos.

Cumplirían así con la cuota de género y darían a las mujeres un lugar que siempre se les han negado. Un cambio real es un cambio, le cueste a quien le cueste.

Por ello, ojalá que, en los pocos meses que restan para ir a las urnas, las mujeres de las colonias marginadas y populares, y todas las mujeres en general, reciban de los partidos políticos más que cursos de cerámica, belleza o costura; que les den algo más que despensas, cubetas y tinacos (esto en tiempos de estiaje) o lápices, plumas, cuadernos y mandiles. Ojalá que sea política de verdad; propuestas y proyectos reales, sin mentiras ni fantasías, y que sea una contienda como la que esta ciudadanía merece, en especial las mujeres, 52 años después.

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*Periodista mexicana, integrante de la Red nacional de Periodistas

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